La Iglesia Hoy | VÃctor Ricardo Moreno HolguÃn
Ante
el aborto, un clero que sabe sanar
Los obispos
de Colombia ya manifestaron en nombre del pueblo católico “la
perplejidad y el profundo dolor” ante la despenalización del aborto,
por parte de la Corte Constitucional, este frÃo y oscuro 21 de febrero.
¿Cómo reaccionar
ante este nuevo escenario? ¿Organizar manifestaciones públicas en contra de esa Corte que
parece solo saber legislar para la muerte (eutanasia, aborto, etc.)? ¿Alistar
sermones incendiarios desde los púlpitos parroquiales? ¿Escribir columnas
contra nuestros jueces por su falta de sabidurÃa y su evidente ignorancia sobre
el valor de la vida humana? Todo eso ya se ha hecho; y aquà estamos. Tal vez
esa no ha de ser la ‘primera lÃnea del clero’.
Como los
mismos obispos lo han manifestado, en perfecta comunión con la mirada del papa
Francisco, debe haber, en primer lugar, un reconocimiento de
la situación de sufrimiento en torno a las condiciones en las que una
mujer toma la decisión y realiza un aborto: “Reconocemos que, en no pocas
ocasiones, la realidad del aborto responde a dramas humanos que acarrean
múltiples dificultades y angustias para la madre y su entorno, especialmente
cuando el embarazo es consecuencia de violencia sexual o se debe afrontar en
condiciones de abandono, exclusión o penuria económica. AsÃ, ha hecho bien la
Conferencia Episcopal: luego de manifestar su dolor por la decisión,
vuelven la mirada hacia el drama de muchas mujeres.
En verdad, lo
primero que estamos llamados a hacer como pastores y sacerdotes entre el cielo
y la tierra, siguiendo la vocación evangélica de la Iglesia, -que no es
enarbolar las banderas de una moral o elevar discursos de condena a diestra y
siniestra-, es recordar nuestra misión misericordiosa, amorosa, sanadora. Y ahÃ
aparece nuestro rostro de ‘Alter Christus’. Si seguimos creyendo que lo
primero que necesitamos es saber preparar un buen discurso contra aquellos que
no viven nuestros valores, estamos equivocados. Lo primero que ha de
emerger es nuestro talante de artesanos de la vida: desarrollar el arte de
cuidar, como signo y capacidad de aquellos que hemos sido amados y mirados con
misericordia por Aquel que, desde la cruz, nos enseña el arte de amar.
Maltratar,
condenar y exiliar a una mujer que hoy padece el dolor de haber abortado no es
una conducta evangélica; serÃa la misma muestra de insensibilidad que han manifestado los
jueces que han dictado la vergonzosa sentencia que reza: “Conducta del aborto
solo será punible cuando se realice después de la vigésima cuarta (24) semana
de gestación y, en todo caso, este lÃmite temporal no será aplicable a los tres
supuestos fijados en la Sentencia C-355 de 2006”. Nuestra misión es la
acogida, el perdón, el acompañamiento, la sanación e incorporación a
la comunidad de aquellos que se saben amados por el Juez Misericordioso. Ante
una sentencia vergonzosa de la Corte, un bálsamo amoroso del Clero y de todo el
Pueblo de Dios.
Pero también,
asà como son válidas las palabras de los obispos recordando que “la
reivindicación de un derecho deja de ser legÃtima si implica negar o atropellar
los derechos de otro ser humano, en condiciones de indefensión y
vulnerabilidad…” También la reivindicación de la misión que tenemos de
anunciar el Evangelio de la Vida, pierde coherencia si nos dedicamos a
condenar a quienes por motivos que no estamos llamados a juzgar, se acercan a
la Iglesia buscando una mano bondadosa, sanadora y capaz de cuidar a la oveja
que ha quedado herida, porque a la que ya ha se le ha dado muerte, la ponemos
en las manos de Dios con las liturgias que se ofrecen por los no natos.
"El
problema del aborto no puede limitarse solo a la mujer gestante, sino que
reclama la solidaridad de la entera sociedad"
En la Iglesia
no hay discriminación de personas. La Iglesia no es neutra, ha optado por el amor,
la justicia y la salvación de todos. Pues a nosotros no nos guÃa la
incoherencia de la Corte que llega a “sostener que los derechos a la vida y a
recibir la protección del Estado, amparados por la Constitución (cf. art. 2. 5.
9), no cobijan (al ser humano) desde el momento de su concepción, (porque) es
una afrenta a la dignidad humana”. No. Esa incoherencia no puede aparecer entre
nosotros: pues estamos llamados siempre a acoger al pecador, aunque no
al pecado, porque ciertamente “el aborto directo es un acto inmoral y una
práctica violenta contraria a la vida”; eso no cambiará jamás en la mirada de
la Iglesia; pero nuestra primera mirada es la de la misericordia.
Los obispos,
dicen, además: “Ante la vÃa abierta por la Corte, nos preguntamos
entonces si no habrÃa otros caminos que permitieran salvaguardar la vida de las
madres junto con la de sus hijos todavÃa no nacidos”. ¡Eso es coherencia!
Es una mirada más amplia que la aquellos movimientos que supieron influir con
su lobby sobre la politizada Corte. Los obispos piensan en el bien de todos: la
vida naciente, la madre, la familia, la comunidad y la cohesión de la Nación.
Esa es la mirada y el corazón de los pastores: las armas del clero contra la
ley del aborto son la misericordia, el amor y el arte de cuidar. Pues ciertamente: “El
problema del aborto no puede limitarse solo a la mujer gestante, sino que
reclama la solidaridad de la entera sociedad”.
Ante la
sentencia de la Corte, no endurezcamos nuestro rostro, ni nuestro corazón; ya lo sabemos por
experiencia propia: más evangeliza una acogida amorosa, que un odioso rechazo.
Y, claro, la invitación no es solo para el clero, ni para el pueblo cristiano
que sobrevive en medio de tantas incoherencias de polÃticos, legisladores y
jueces: “Todos los colombianos tenemos el deber constitucional de “obrar
conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones
humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las
personas” como citaron los obispos invocando el artÃculo 95,2 de nuestra
Constitución polÃtica de Colombia, que no tiene autoridad para invocar la
Corte.
Bien concluyen
los pastores cuando sentencian: “Ya que esta virtud permite crear alternativas
de bien, allà donde el mal se enarbola como única opción, queremos ser
los primeros en ayudar a encontrar la opción buena cuando el aborto parece ser
la solución”.
En adelante,
cuando las palabras ‘aborto’ y ‘clero’, estén en una misma frase, ya no mediará
el verbo ‘condenar’, sino el verbo ‘sanar’, continuamente conjugado en la cotidianidad. Y “lo
hacemos en nombre de Aquel que vino a traer vida en abundancia, con la
esperanza de que también el Estado, asà como todos los compatriotas de buena
voluntad, no escatimarán esfuerzos para proteger y promover la vida humana, aun
en las circunstancias más complejas”. ¡Solidaridad creativa en favor de
la vida!
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