Espiritualidad | Diego López, LC/Z
¿Qué significa rezar a un santo y qué recibir un milagro? El
papa responde con una interesante catequesis
El
2 de febrero el Papa dio su catequesis número 10 sobre san José y profundizó en
el significado de la intercesión de los santos y el significado de orar a
ellos. Al final pronunció una linda oración que él mismo reza a san José.
En
la Audiencia General de este miércoles 2 de febrero, el Papa dio su catequesis
número 10 sobre San José. En esta ocasión, habló sobre cómo podemos
relacionarnos mejor con los santos, que son nuestros hermanos y nuestros amigos
del cielo. Hubo un incidente con un asistente que comenzó a gritar. Minutos
después el Santo Padre pidió orar por él. Finalmente, compartió con toda la
oración que desde hace más de 40 años reza a San José. La ofrecemos a
continuación el texto íntegro de la audiencia con los tradicionales títulos
temáticos de ZENIT.
Tema
de la catequesis: nuestra relación con los santos
En
estas semanas hemos podido profundizar en la figura de San José dejándonos
guiar por las pocas, pero importantes noticias que dan los Evangelios, y
también por los aspectos de su personalidad que la Iglesia a lo largo de los siglos
ha podido evidenciar a través de la oración y la devoción. A partir
precisamente de este “sentir común” que en la historia de la Iglesia ha
acompañado la figura de san José, hoy quisiera detenerme sobre un importante
artículo de fe que puede enriquecer nuestra vida cristiana y puede también
enfocar de la mejor forma nuestra relación con los santos y con nuestros seres
queridos difuntos: hablo de la comunión de los santos.
Muchas
veces decimos, en el Credo, “creo en la comunión de los santos”. Pero si se
pregunta qué es la comunión de los santos, yo recuerdo que de niño respondía
enseguida: “Ah, los santos hacen la comunión”. Es una cosa que… no entendemos
qué decimos. ¿Qué es la comunión de los santos? No es que los Santos hagan la
comunión, no es esto: es otra cosa.
Aclaración
de algunos conceptos
1)
¿Qué significar rezar a un santo? Pedir que interceda
A
veces también el cristianismo puede caer en formas de devoción que parecen
reflejar una mentalidad más pagana que cristiana. La diferencia fundamental
está en el hecho de que nuestra oración y nuestra devoción del pueblo fiel no
se basa, en esos casos, en la confianza en un ser humano, o en una imagen o en
un objeto, incluso cuando sabemos que son sagrados. Nos recuerda el profeta
Jeremías: «Maldito sea aquel que fía en hombre […]. Bendito sea aquel que fía
en Yahveh» (17,5-7). Incluso cuando nos encomendamos plenamente a la
intercesión de un santo, o más aún de la Virgen María, nuestra confianza tiene
valor solamente en relación con Cristo. Como si el camino hacia este santo o la
Virgen no terminara ahí: no. Va ahí, pero en relación con Cristo. Cristo es el
vínculo que nos une a Él y entre nosotros que tiene un nombre específico: esta
unión que nos une a todos, entre nosotros y nosotros con Cristo, es la
“comunión de los santos”.
2)
¿Qué significa que los santos hacen milagros? La gracia de Dios actúa a través
de ellos
No
son los santos los que realizan los milagros, ¡no! “Este santo es muy
milagroso…”: no, detente: los santos no realizan milagros, sino solamente la
gracia de Dios que actúa a través de ellos. Los milagros han sido hechos por
Dios, por la gracia de Dios que actúa a través de una persona santa, una
persona justa. Esto es necesario tenerlo claro. Hay gente que dice: “Yo no creo
en Dios, pero creo en este santo”. No, está equivocado. El santo es un
intercesor, uno que reza por nosotros y nosotros le rezamos, y reza por
nosotros y el Señor nos da la gracia: el Señor actúa a través del Santo.
3)
¿Qué significa la comunión de los santos? La comunidad de los pecadores
salvados.
¿Qué
es la “comunión de los santos”? El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «La
comunión de los santos es precisamente la Iglesia» (n. 946). ¡Pero mira qué
bonita definición! “La comunión de los santos es precisamente la Iglesia”. ¿Qué
significa esto? ¿Qué la Iglesia está reservada a los perfectos? No. Significa
que es la comunidad de los pecadores salvados. La Iglesia es la comunidad de
los pecadores salvados. Es bonita esta definición. Nadie puede excluirse de la
Iglesia, todos somos pecadores salvados. Nuestra santidad es el fruto del amor
de Dios que se ha manifestado en Cristo, el cual nos santifica amándonos en
nuestra miseria y salvándonos de ella. Siempre gracias a Él nosotros formamos
un solo cuerpo, dice san Pablo, en el que Jesús es la cabeza y nosotros los
miembros (cf. 1 Cor 12,12). Esta imagen del cuerpo de Cristo y la imagen del
cuerpo nos hace entender enseguida qué significa estar unidos los unos a los
otros en comunión: «Si sufre un miembro —escribe San Pablo— todos los demás
sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su
gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno
por su parte» (1 Cor 12,26-27). Esto dice Pablo: todos somos un cuerpo, todos
unidos por la fe, por el bautismo, todos en comunión: unidos en comunión con
Jesucristo. Y esta es la comunión de los santos.
Implicaciones
para nuestras vidas
1)
Todos somos hermanos: nuestras vidas están conectadas para el bien y para el
mal
Queridos
hermanos y queridas hermanas, la alegría y el dolor que tocan mi vida concierne
a todos, así como la alegría y el dolor que tocan la vida del hermano y de la
hermana junto a nosotros me concierne a mí. Yo no puedo ser indiferente a los
otros, porque todos somos parte de un cuerpo, en comunión. En este sentido,
también el pecado de una única persona concierne siempre a todos, y el amor de
cada persona concierne a todos. En virtud de la comunión de los santos, de esta
unión, cada miembro de la Iglesia está unido a mí de forma profunda —pero no
digo a mí porque soy el Papa— estamos unidos recíprocamente y de forma
profunda, y esta unión es tan fuerte que no puede romperse ni siquiera por la
muerte.
2)
También los santos son nuestros hermanos: podemos ser sus amigos
De
hecho, la comunión de los santos no concierne solo a los hermanos y las
hermanas que están junto a mí en este momento histórico, sino que concierne
también a los que han concluido su peregrinación terrena y han cruzado el
umbral de la muerte. También ellos están en comunión con nosotros. Pensemos,
queridos hermanos y hermanas: en Cristo nadie puede nunca separarnos
verdaderamente de aquellos que amamos porque la unión es una unión existencial,
una unión fuerte que está en nuestra misma naturaleza; cambia solo la forma de
estar junto a cada uno de ellos, pero nada ni nadie puede romper esta unión.
“Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que
son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también
estos están en casa?”. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos
hermanos: esta es la comunión de los santos. La comunión de los santos mantiene
unida la comunidad de los creyentes en la tierra y en el Cielo.
3)
La devoción a los santos es una amistad con ellos
En
este sentido, la relación de amistad que puedo construir con un hermano o una
hermana junto a mí, puedo establecerla también con un hermano o una hermana que
están en el Cielo. Los santos son amigos con los que muy a menudo tejemos
relaciones de amistad. Lo que nosotros llamamos devoción —yo soy muy devoto a
este santo, a esta santa— es en realidad una forma de expresar el amor a partir
precisamente de este vínculo que nos une. También en la vida de todos los días
se puede decir: “Pero, esta persona tiene mucha devoción por sus ancianos
padres”: no, es una forma de amor, una expresión de amor. Y todos nosotros
sabemos que a un amigo podemos dirigirnos siempre, sobre todo cuando estamos en
dificultad y necesitamos ayuda. Y nosotros tenemos amigos en el cielo. Todos
necesitamos amigos; todos necesitamos relaciones significativas que nos ayuden
a afrontar la vida. También Jesús tenía a sus amigos, y a ellos se ha dirigido
en los momentos más decisivos de su experiencia humana. En la historia de la
Iglesia hay constantes que acompañan a la comunidad creyente: ante todo el gran
afecto y el vínculo fortísimo que la Iglesia siempre ha sentido en relación con
María, Madre de Dios y Madre nuestra. Pero también el especial honor y afecto
que ha rendido a san José. En el fondo, Dios le confía a él lo más valioso que
tiene: su Hijo Jesús y la Virgen María. Es siempre gracias a la comunión de los
santos que sentimos cerca de nosotros a los santos y a las santas que son
nuestros patronos, por el nombre que tenemos, por ejemplo, por la Iglesia a la
que pertenecemos, por el lugar donde vivimos, etc., también por una devoción
personal. Y esta es la confianza que debe animarnos siempre al dirigirnos a
ellos en los momentos decisivos de nuestra vida. No es algo mágico, no es una
superstición, la devoción a los santos; es simplemente hablar con un hermano,
una hermana que está delante de Dios, que ha recorrido una vida justa, una vida
santa, una vida ejemplar, y ahora está delante de Dios. Y yo hablo con este
hermano, con esta hermana y pido su intercesión por mis necesidades.
4)
El Papa, su amistad con San José y una oración que reza hace más de 40 años
Precisamente
por esto me gusta concluir esta catequesis con una oración a san José a la que
estoy particularmente unido y que recito cada día desde hace más de 40 años. Es
una oración que encontré en un libro de oraciones de las Hermanas de Jesús y
María, del 1700, finales del siglo XVIII. Es muy bonita, pero más que una
oración es un desafío a este amigo, a este padre, a este custodio nuestro que
es san José. Sería bonito que vosotros aprendierais esta oración y pudierais
repetirla.
“Glorioso
patriarca san José, cuyo poder saber hacer posibles las cosas imposibles, ven
en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección
las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena
solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga
que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María,
muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder”. Y termina con un desafío,
esto es desafiar a San José: “porque tú puedes hacer todo con Jesús y María,
muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder”.
Yo
me encomiendo todos los días a san José, con esta oración, desde hace más de 40
años: es una vieja oración. Adelante, ánimo, en esta comunión de todos los
santos que tenemos en el cielo y en la tierra: el Señor no nos abandona.
Concluida
la catequesis el Santo Padre pronunció estas palabras:
“Hemos
oído, hace algunos minutos, a una persona que gritaba, gritaba, que tenía algún
problema, no sé si físico, psíquico, espiritual: pero es un hermano nuestro con
un problema. Yo quisiera terminar rezando por él, nuestro hermano que sufre,
pobrecillo: si gritaba es porque sufre, tiene alguna necesidad. No debemos
estar sordos a la necesidad de este hermano. Rezamos juntos a la Virgen por él:
Dios te salve María…”.
Publicado
por Zenit
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