Actualidad | Melania Emeterio Rondón
Día
Internacional de la Mujer
“Vivas,
libres, iguales”
El mes de marzo se reviste de honda
significación para las mujeres. Es el mes que nos inclina hacia una rendición
de cuentas para evaluar la realidad: avances, iniciativas y obstáculos en el
camino. Las mujeres que han asumido el contenido esencial y reivindicativo de
marzo se caracterizan por sentir, desde la colectividad, que son dueñas de su
hacer, pensar, y aspirar. Con esa conciencia han elevado ante la sociedad y el
mundo su digna condición de mujer, y el derecho a ser ellas mismas. Salvando
obstáculos, ellas han dirigido su lucha en casi todos los terrenos: educativo,
económico, intelectual, político, cultural etc., y así es como han llenado de
gloria las páginas de la historia de sus respectivos países.
Hoy es de orden recordar que casi todas
las efemérides del mundo están relacionadas con hechos de sangre y de
violencia, lo mismo ha sido con el origen de la celebración del 8 de marzo como
Día Internacional de la Mujer, fecha que ocupa un espacio importante en el
calendario nacional e internacional, y cuya promoción se inscribe dentro de los
esfuerzos del feminismo y el movimiento de mujeres. Ellas han sido responsables
del rescate y valorización de esos acontecimientos que pertenecen a la historia
del pensamiento social y político, figurando en ella como acción de mujeres
enfrentadas al poder en procura de reivindicaciones propias.
El origen de esta conmemoración es una
historia de martirio que no es suficiente con haberla escuchado alguna vez. Hay
que contarla todas las veces que sean necesarias, para que nadie olvide que un
8 de marzo de 1857 en Nueva york, hubo una gran represión contra mujeres que
luchaban por derechos laborales, y fueron apresadas, golpeadas, y heridas. La
acción brutal se repitió cuando un 8 de marzo del 1908, también en Estados
Unidos, murieron carbonizadas, dentro de las fábricas donde protestaban por
derechos laborales, 129 mujeres. En otros 8 de marzo las mujeres protagonizaron
acciones diversas por la represión que había contra sus derechos.
Esta reiteración histórica de violencia y
represión contra mujeres trabajadoras dio motivos suficientes a las Naciones
Unidas para, en el año 1975, declarar cada 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Bueno
es recordar que anterior a esta declaración de Naciones Unidas, ya había otros
lugares de Europa y Estados Unidos que hacían actividades conmemorativas por
aquellos actos de barbarie contra aquellas mujeres en las fábricas. Hoy en día,
la lucha sigue por erradicar la violencia de género y lograr que exista una
igualdad entre mujeres y hombres, una desigualdad que muchas mujeres siguen
pagando con sangre y mucha discriminación, una vergüenza para la raza humana.
¿Qué debe preocuparnos en este 8 de marzo 2022?
A través del tiempo la importancia de esta
fecha ha hecho que se coloque en las agendas oficiales, en las de
organizaciones privadas, y en las agendas de la sociedad civil y el movimiento
de mujeres. Todo esto ha dado a esta fecha un aire de festín que incluye
numerosas actividades. Se felicita a la mujer cual si fuera el día de su
cumpleaños, o el día de las madres. Se enarbolan discursos cargados de
promesas, y luego no pasan de ser simples promesas, pero como en una escena
teatral, al bajar el telón la realidad es otra. No es que estas celebraciones
sean del todo mal recibidas, ya que es innegable que en el escenario real hay
logros para exhibir.
Las mujeres han obtenido avances
importantes en el acceso a la educación, presencia activa en el tren judicial,
mayores escenarios para hacer denuncias, y aunque en condiciones inferiores a
las de los hombres, la mujer ha logrado mayor acceso a las ofertas de trabajo,
y otras. Lo que ocurre es que se demanda un abordaje de la realidad profunda, Y
más que ensimismarse con lo ya conseguido, hay que hacer un inventario
evaluativo de todas aquellas situaciones que permanecen estancadas o muy poco
superadas, y que dejan al descubierto una gran inequidad social, y como
resultado la pésima calidad de vida de las mujeres. Véanse solo algunos
ejemplos:
-En la representación política con cargos
de relevancia, se observa que, de más de 20 ministerios, solo dos mujeres son
ministras.
-La violencia de género e intrafamiliar
sigue indetenible y con sus secuelas de feminicidios, suicidios masculinos, y
orfandad.
-República Dominicana, en materia de
embarazos en adolescentes, ocupa un lugar protagónico en la región. Estos
embarazos le aseguran a la adolescente más pobreza, exposición a varias formas
de violencia, y un difícil acceso al progreso cultural y material.
-En nuestro país, aunque es lo que menos
se denuncia, existe una fuerte discriminación por causa de la edad. Este tipo
de exclusión se ha convertido en una especie de acoso que desestimula a hombres
y a mujeres, pero la mujer lleva la delantera, ya que pesan contra ella todas
las clases de prejuicios. Tal discriminación la prohíbe la Constitución
dominicana, y la Ley 24- 97, pero no pasa nada.
-La mentalidad masculina se mantiene sin
cambios importantes en la concepción de lo femenino, y más bien sigue anclado
en el ideal fijo de seguir conservando los privilegios que le da la cultura y
la tradición frente a la condición femenina.
Esa visión estacionaria del mundo masculino respecto de la mujer, es la
que aún mantiene y alimenta la gran brecha de género que muestran las
estadísticas.
-Mujeres que denuncian a su agresor, y
luego retiran lo dicho previamente ante la justicia.
-Un conjunto de mujeres con actitudes y
comportamientos individualistas que creen que han llegado a un buen sitial por
ellas mismas, olvidando que son beneficiarias de las luchas anteriores. Estas
no creen en el esfuerzo colectivo, ni se integran a la lucha.
Esta indeseada realidad debe ser revertida
y transformada en su contrario, para lo cual se hace urgente incentivar, como
en décadas anteriores, a la mayor cantidad de mujeres y de sectores sociales y
políticos para que se comprometan a empujar cambios profundos en la condición de
la mujer dominicana. El martirio a que fueron sometidas aquellas obreras
(carbonizadas, reprimidas por los patronos) tiene que seguir incentivando un
quehacer más vigoroso y con mayores resultados.
Siempre es alentador volver a la historia
y el protagonismo de la mujer dominicana. En la VI Conferencia Feminista,
realizada en Cuba (febrero 1928) la delegada dominicana, Plinta Woss Ricart,
entre otros pensamientos, expresó:
“Yo una dominicana, convencida de nuestras
legítimas aspiraciones, plenamente equitativas, y merecidas, me regocijo de
unirme a la demanda hecha por las mujeres de América. En nombre de mis
compatriotas, y de nuestras hermanas de ideal de las otras repúblicas, afirmo y
sostengo, que no solo se le debe otorgar a la mujer la igualdad de derechos
civiles y políticos que solicitamos en estos instantes, sino como derecho
propio y el menor de los tributos que se le debe a su tantísimo rendimiento”
(Cien Años de Feminismo. Tomo 1, pág. 477)
Los peldaños logrados han sido, como diría
Salomé Ureña, producto de su afán y su fe en el porvenir. En tal razón véase a
marzo como una apuesta a las mujeres que creen en ellas y en las otras, y que
desde su cotidianidad continúan firmes labrando el porvenir, y haciendo más
visible su existencia en la configuración del mapa de la humanidad, y más aun
de la humanidad dominicana. Resaltar a las esforzadas de ayer es un deber que
reaviva la conciencia de hoy, y desde ella seguir exigiendo equidad e igualdad
de género en todo el mapa de República Dominicana. Para las mujeres luchadoras
va esta estrofa del himno feminista, de Pilar Mañón, escrito el 19 de marzo de
1932.
“Adelante mujer Quisqueyana/ Sin temor ni
recelo camina
Que la lucha te hará ciudadana/ De esta
patria que Dios ilumina”.
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