Ecología Integral | Jorge Costadoat (Teólogo)
Mística del
agua: Somos agua que piensa, que ama, que odia
"La
destrucción de los vínculos entre mística, ética y estética nos está matando
antes de tiempo"
La mística es
aquella experiencia que une con Dios y, en virtud de Dios, con el cosmos. La
falsa mística promueve una fuga mundi. Esta es al menos la visión
judeo-cristiana de la totalidad. Al fin de la historia entraremos en la era
mesiánica, en la paz definitiva, para los judíos. Para los cristianos, seremos
recibidos en el reino del Mesías, en el tiempo de la recreación universal. ¿Y
la mística secular? ¿Atea? La mística del agua puede acercar los
distintos sistemas teológicos y filosóficos.
El desafío
socioambiental, eco-social o ecológico sin más, convoca a todas las tradiciones
humanistas a salvar el planeta. Si el agua nos trajo a la vida, el día que se
acabe no quedará ningún viviente. Si la temperatura media de la tierra sube en
cinco grados, dicen, este será el día. ¿Cuál entonces sería hoy el problema? No
lo será tanto el extinguirnos, lo cual será ciertamente penoso cuando toque, y
tocará, sino aprender a vivir como si la muerte colectiva fuera inevitable.
Allá en
California, en muchas partes de América Latina y por acá en la zona central de
Chile estamos a un paso de secarnos. En Santiago, si no me equivoco,
actualmente tenemos tres lluvias buenas en el año. ¿Qué pasaría si solo
lloviera dos? ¿Y una? El tema del agua es tema. Se acaba el agua, algo hay que
hacer. ¿Qué?
Vuelvo al
punto de partida. El desafío es místico. Se nos dirá que es ético. No,
en primer lugar es místico. Lo veo así: lo que corresponde no es economizar
el agua, cerrar las llaves, ducharse una vez a la semana, poner impuestos a los
productores de aguacates. A medidas como estas, que evidentemente parecen
necesarias, hay que llegar haciendo un camino más largo.
El ser humano
es un fin, no un medio. El agua es un medio, pero algo tiene de fin. Dejemos a los filósofos articular las
diferencias y poner a la humanidad en el lugar que le corresponde. En el más
fundamental de los planos la experiencia mística nos hará conocer nuestra
unidad, a través del agua, con todos los seres vivos, comenzando por la
autoconciencia de pertenecer al agua y pertenecer esta a nosotros.
Co-pertenencia, co-cuidado, cooperación… Interdependencia, sostiene el budismo.
Como dice el Dalai Lama, “para cuidar el medio ambiente debemos desarrollar la
conciencia de la interdependencia que nos lleva a la responsabilidad personal”.
Somos agua que
piensa, que ama, que odia. Así como los minerales combinan e intercambian
moléculas y colores, el agua nos hace compartirnos entre los seres vivos. Un
día es nube, otro verduras o mate. Más importante que usar el agua como un
medio es gozarla como un fin, como si hubiéramos de amarnos de un modo
acuático. No se necesita ser creyente para cumplir la misma tarea que tienen,
por ejemplo, judíos y cristianos de amar el cosmos con si fuera creación de un
dios. Sin amor al cosmos no se puede amar al Dios del
judeo-cristianismo. Sin gozar con el agua, tampoco.
La mística, no
la falsa mística, ata ética y estética, las unce al respeto y custodia de la
vida. La
experiencia de la belleza del agua tendría que motivar en nosotros ahorrarla e
impedir su contaminación. La ética, a su vez, conduce a ver en el agua su
belleza. La batalla de los ecologistas contra quienes derrochan el agua o la
degradan ha abierto los ojos a nuestra generación para admirar su hermosura, la
de los ríos y humedales. Mística, ética y estética se compenetran. No puede
darse una sin la otra.
¿Falta algo?
Una épica. Vengan a ayudarnos los filósofos y los teólogos. Tenemos la obra
gruesa, dejemos a ellos las terminaciones. Necesitamos el relato que una estas
tres dimensiones de la más fundamental de las experiencias humanas. De momento
la principal tarea la tienen los padres, madres y apoderados, los educadores.
Para enseñar, deben convertirse y hacerse bautizar en nombre de la armonía
cósmica. La destrucción de los vínculos entre mística, ética y estética
nos está matando antes de tiempo. A la humanidad, no a las piedras, se le
encomiendan las mismas piedras y las aguas.
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