Cultura y Vida | Juan Orellana
El
beso de Dios. La Eucaristía vista con la mirada del cine y el arte
Si decimos que El beso de Dios es
un documental sobre la Eucaristía seguramente nos imaginemos algo que poco
tiene que ver con lo que nos ofrece esta película. La razón es que el director
no ha querido plasmar una catequesis convencional con la pedagogía
cinematográfica, sino que, como graduado en Comunicación Audiovisual, ha
deseado filmar una obra artística y muy personal, sin concesiones a las
demandas comerciales. Y ¿quién es este valiente realizador? Se trata de Pietro
Ditano, un joven de padre italiano y madre española que abandonó sus estudios a
la vez que su fe para tratar de triunfar en el mundo de la moda en Milán. Pero
su inquieta alma agustiniana le impedía dejar de buscar: probó en el mundo zen,
en la espiritualidad new age, se fue a
vivir con su novia, se entregó a las fiestas de alto caché y a los coches de
lujo… hasta que Armani le dio con la puerta en las narices y un hundido Pietro,
como el hijo pródigo, volvió a casa de su Padre implorando el perdón. Tras este
camino de conversión a lo Agustín de Hipona retomó sus estudios audiovisuales,
que ahora dan fruto en este singular mediometraje documental sobre la
Eucaristía.
El
beso de Dios es una coctelera con muchos y variados
ingredientes. Naturalmente el primero de ellos está formado por entrevistas,
muy variopintas, que van de lo más elevado a lo más de andar por casa. Así,
junto a los teólogos norteamericanos Scott Hahn, Ralph Martin y Mary Healy,
contamos con declaraciones muy testimoniales de los jóvenes Bea Morillo y Fer
Rubio. A ellos se añaden personajes como el cardenal Raniero Cantalamessa, el
novelista Tony Gratacós, la clarisa británica Briege McKenna, el famoso piloto
de carreras Emerson Fittipaldi, o el actor Pietro Sarubbi –que se convirtió interpretando a
Barrabás en la película La Pasión de Cristo de Mel Gibson–. Otro elemento es el narrador, el
actor mexicano converso Eduardo Verástegui, cuya voz en off va conectando el sacrificio eucarístico con
sus raíces veterotestamentarias. Probablemente esta sea la parte que más exige
del espectador. En tercer lugar, la película sigue el orden pedagógico de la
liturgia eucarística, y para ello el sacerdote español José Pedro Manglano va
explicando el sentido de las distintas partes de la Misa, a la vez que le vemos
celebrar una Eucaristía en una playa con un entorno grandioso, como si se
tratara de una catedral natural. Todo el documental está trufado de unas espectaculares
imágenes de naturaleza en estado puro que indican la conexión entre Cristo,
centro del cosmos, y la creación, redimida y liberada con su sangre.
Finalmente, en la película se nos va entregando fragmentadamente una
metáfora dramatizada de la relación nupcial entre el alma y el Esposo, entre la
Iglesia y Cristo, que tiene lugar durante la celebración eucarística. Se trata
de una dramatización muy poética, sugerente y abierta, que interpreta la actriz
mallorquina Isabel Bonnín. En definitiva, una película arriesgada, que no
gustará a todos por igual, pero que tiene el mérito de la libertad expresiva de
un converso que quiere compartir con el mundo entero lo más valioso de su fe.
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