Convivencia | Beatriz Briceño Picón/LFI
Hacer del mundo un hogar
“Estoy
convencida que para poder asumir el compromiso de hacer del mundo un hogar
tenemos que reflexionar en lo que el hogar significa para la sociedad”.
Ese
tÃtulo resulta extravagante en un momento histórico en el cual hemos hecho del
mundo un campo de batalla, un mercado idiotizado o bien una tierra de
forajidos. Pero nuestra condición humana y nuestra vocación y misión cristiana,
nos obliga a replantearnos la vida para lograr paz y sosiego. El Papa Francisco
nos ha dicho, entre otras cosas, que debemos reconciliarnos con la historia
personal y romper con la mentalidad del mundo actual que pareciera exigir
diversión a toda costa.
Es
evidente que la sindéresis está en muy pocas cabezas y que la crisis de
identidad y de sentido explota por todas partes. Parece que el hombre lejos de
domesticar la tierra se ha empeñado en destruir el planeta. La evasión ocupa
hoy el lugar del compromiso y lejos de hacer del mundo un lugar de solidaridad
y de servicio mutuo, como es el hogar, lo ha convertido en un campo de competencia
egoÃsta que olvida el principio, el fin y la razón de nuestra existencia.
Pero
estoy convencida que para poder asumir el compromiso de hacer del mundo un
hogar tenemos que reflexionar en lo que el hogar significa para la sociedad. De
diversas formas hemos considerado esta realidad, pero no basta, se impone
insistir, volver una vez más sobre la dimensión más importante de nuestra vida
que pocos han descubierto de verdad. Hoy lo haré contando con las luces del
Apéndice de la obra de Pablo Prieto Dios y las artes del hogar.
Me
sorprendieron sus palabras que dan por sentado que todos sabemos que las tareas
domésticas son vistas, actualmente, como la bestia negra de la ideologÃa de
género y sobre ellas recaen tal cantidad de prejuicios y sospechas que se hace
necesario una delicada labor de aclaraciones. Y señala que las primeras
nociones que debemos distinguir son las de familia y hogar. No lo haremos del
todo en este espacio, queda pendiente, y vamos directo a una visión hacia
dentro de la familia en cuanto hace relación a sus actividades internas y sus
relaciones Ãntimas que son las que configuran a la familia como hogar.
Dice
Prieto que “podrÃamos definir hogar como la forma de vida propia de la familia,
su modo concreto de existir y realizarse históricamente. El hogar se configura
como un cuerpo vivo, con estilo y personalidad propios, que palpita en cada uno
de sus miembros, crece y evoluciona con ellos, asimila sus diferencias mediante
el diálogo, se adapta a los avatares de cada biografÃa, y comparte alegrÃas y
penas orientándolas al bien común.”
Y
continúa nuestro autor diciendo que “todo ello tiene lugar mediante un
variadÃsimo abanico de actividades informadas por un mismo espÃritu: Son las
que llamamos comúnmente tareas domésticas. Es frecuente definirlas en términos
sociológicos, poniendo sus semejanzas con una empresa. Pero esta postura, a
nuestro juicio, es inadecuada, pues simplifica drásticamente la realidad. Al
fin es la empresa la que asume algunos elementos del hogar, y no al revés. Por
otra parte, las categorÃas domésticas aún no se encuentran bien perfiladas
desde el punto de vista antropológico, por lo que resulta difÃcil hablar de
ellas con precisión”. Sin embargo, Prieto hace una amplia descripción de las
tareas del hogar como la gama de servicios, competencias, destrezas,
costumbres, encargos, tradiciones, ritos, etc., con los cuales la familia toma
conciencia de sÃ, se une orgánicamente, mantiene su continuidad histórica y
celebra su belleza.
Qué
lejos está nuestra sociedad de consumo de esa comprensión del hogar familiar
como el único verdadero modelo. El resto son casas, viviendas, techos… Y qué
distantes se hayan los estados de captar que, si los hombres no llevan a las
instituciones públicas un poco de lo hogareño y lo familiar, nunca
domesticaremos el mundo…
Nunca
como ahora tiene la familia que hablar de “Hogar, dulce hogar”, aunque parezca
ridÃculo a los ojos de quienes son incapaces de ir a la esencia de las cosas.
Si hay unas palabras que urge rescatar son la relacionadas a la familia, las
artes y ciencias domésticas, el servicio, la gratuidad, la sencillez, la
confianza, el cariño, la solidaridad y tantas otras que son la base de ese
humanismo trascendente que pide a gritos nuestro tiempo.
Publicado
por LaFamilia.info
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