Nuestra Fe | Victoria Isabel Cardiel/A&O
«Que las consagradas no somos vulnerables es un prejuicio»
Sor
Margarita Mangual Colón, cuyo convento fue destruido por el huracán de enero de
2020 en Puerto Rico, fue una de las 700 superioras que formó parte de la XXII
Asamblea Plenaria de la UISG en Roma.
La
vida de sor Margarita Mangual Colón y de las 113 monjas que vivían en el
convento con ella cambió para siempre el 7 de enero del 2020. Un terremoto hizo
añicos la que había sido su casa durante los últimos años en la ciudad de
Guanica, en Puerto Rico, al suroeste del país. No falleció nadie porque «nos
habíamos preparado para lo peor». «El primer simulacro fue justo el día
anterior», asegura, con el panorama de la devastación todavía clavado en su
mirada. «Ya llevábamos varios días con temblores que parecían programados.
Finalmente pudimos sacar a todas las hermanas», incide. Incluso a las que
estaban postradas en la cama. Las cuatro más ancianas –de entre 80 y 92 años–
que no podían desplazarse por sí mismas fueron asignadas a otras monjas más
jóvenes que se ocuparon de ponerlas a salvo con una silla de ruedas. En cuanto
las más débiles estuvieron bajo un techo, las hermanas corrieron a ayudar a las
familias más necesitadas del barrio. «Llevaban días durmiendo en carpas delante
de sus casas y en fracciones de segundo lo perdieron todo», explica.
El
testimonio de la priora general de las Hermanas Dominicas de Nuestra Señora del
Rosario de Fátima de Puerto Rico resonó con fuerza en las reuniones de la XXII
Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), que
tuvieron lugar en Roma del 2 al 6 de mayo con el foco puesto en la
vulnerabilidad. «Para nosotras el seísmo fue un momento de gran vulnerabilidad.
Hicimos el plan de evacuación en equipo. Ponderando y discerniendo juntas, lo
que encaja con el camino sinodal que nos pide el Papa», resume. Pocos meses
después irrumpió la pandemia, que también «fue un duro golpe, no solo a nivel
físico». Con los escombros todavía acumulados por las calles, las monjas de
esta congregación se pusieron manos a la obra para repartir entre las familias
más necesitadas material sanitario y alimentos. «Fue un trabajo intenso. Las
psicólogas y trabajadoras sociales que colaboran con nosotras nos dijeron que
también teníamos que recibir ayuda, porque no habíamos parado ni un minuto y
teníamos que procesar todo lo que había ocurrido», asegura. «La UISG nos invita
a abrazar la vulnerabilidad en este camino sinodal. Es un prejuicio que la
vulnerabilidad o la debilidad no es de las consagradas. Nosotras también nos
rompemos. En la fragilidad se hace presente la fuerza de Dios», añade.
Más
de 700 superioras consagradas respondieron a la cita de la UISG en Roma (595 de
forma presencial y 115 de forma virtual) en la que salieron a la luz los
desafíos que enfrentan las monjas del siglo XXI, como el significado de una
vida religiosa plena, la disminución numérica de las vocaciones o la apuesta
por las periferias en una Iglesia en salida, como pide el Papa Francisco.
El
problema numérico es relevante «solo en parte» para sor Margarita. «Lo
importante es llevar una vida de comunidad sana», destaca. Para revertir el
problema de la falta de vocaciones, todas las consagradas «tenemos que
conectarnos en un camino de transformación», con «nuevos horizontes» que pongan
el acento en el trabajo «intercongregacional». Es decir, que se colabore con la
misma o con otras familias religiosas. «El Papa nos alerta de que la mundanidad
pueda entrar en las comunidades religiosas. Para que eso no pase se requieren
humildad y sencillez», concluye.
Una
monja aconsejó al Papa
En
la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium, Francisco ha abierto la
puerta a que las mujeres laicas puedan presidir los dicasterios. «Un paso
histórico», en palabras de la teóloga Linda Pocher, que tuvo la oportunidad de
explayarse sobre este asunto ante el Papa Francisco y los cardenales que lo
asesoran. Fue el pasado 22 de febrero, en una de las reuniones de alto nivel
con cadencia semestral en la que se habla del futuro de la Iglesia. «Soy joven
y soy mujer. Esto en otros contextos puede penalizarte, pero para el Papa es un
punto a favor», incide.
La
experta en el principio mariano eclesial defiende que la Iglesia «no es solo
Pedro, que son las estructuras, sino que es también María, que encarna los
cuidados». Sin embargo, esto no puede ser un estereotipo con el que «distinguir
las posiciones jerárquicas que deben ocupar los bautizados», asegura. «Este
esquema limitado ha supuesto un lastre. De forma automática el poder iba a los
hombres y el servicio, a las mujeres», subraya. «El Papa está haciendo un
ejercicio de sinodalidad real, no una operación de maquillaje», remarca.
Publicado
por Alfa & Omega
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