Convivencia | Curín García Calvo, rjm/VN
Haití, Melilla, Texas: con estos muertos está Cristo crucificado
Hablo
desde un pequeño rincón del mundo donde hay hambre y a veces muy muy poca
esperanza. Hablo con los rostros de las empobrecidas de la tierra delante.
Justo delante. Eso es lo que me mueve a escribir estas líneas. Lo hago
desde el dolor y la indignación de quien está viendo de frente las
consecuencias de una historia injusta y desigual, en desfavor para muchas y
privilegiando a unos pocos.
Aquí,
en el noroeste de Haití, la gente vive al día y con lo puesto. Sin neveras
ni despensas. Sin agua corriente. Sin luz. Sin universidades ni teatros. Sin
atención sanitaria ni educativa suficiente. Aquí saben lo que es el hambre y la
sed. Saben lo que es el dolor sin ibuprofeno. La pena por las muertes precoces.
La falta de cultura, de oportunidades y de futuro.
Fe
inquebrantable
Desde
que llegué he intentado ver lo positivo. Y lo he encontrado: una fe
inquebrantable. Una esperanza en Dios desconcertante. Un buen humor que me ha
descolocado y maravillado. Y lo tengo claro, a mí esté pueblo me está salvando.
Aquí me encuentro con el Dios de Jesús, a quien busco desde que le conocí y al
que quiero seguir y servir. Pero, mientras yo siento que me salvo, veo cómo
este pueblo se ahoga. Y no me puedo callar.
¡Que
se ahogan! ¡Qué los pueblos que hemos empobrecido se ahogan! ¡Por eso
huyen! He visto sus rostros. Los he visto de vuelta tras intentar coger una
patera cerca de Mole Saint Nicolas. Una muchedumbre de desheredados caminando
sin fuerzas… Llenos de polvo y vacíos de esperanza nos suplicaron un poco de
agua, nada más. Así es la vida de la persona migrante. Las que llegan al otro
lado no podemos ni imaginar la historia que traen.
Un
sistema depredador
Y,
desde aquí, desde el noroeste de Haití, contemplo la masacre de Melilla o los
46 muertos en el trailer de Texas… Y, con estos rostros haitianos delante,
me indigno por las de aquí y las de allí. Porque es injusto que el peso de la
historia y de un sistema depredador recaiga sobre todas ellas.
Y,
mientras, Europa y EEUU se quedan tan tranquilos, diciendo que esos o aquellos
cadáveres son “un trabajo bien hecho” por quienes tienen el deber de defender
las fronteras. Es vergonzoso. Es cruel. Es antievangélico e inhumano.
Roto
con los masacrados
Creo
que con el Evangelio en la mano no hay alternativa. Con estos muertos está
Cristo crucificado. Uno más en ese montón de vidas desechadas. Cristo en la
cuneta de la historia. Cristo en las fronteras. No lo busquéis en los centros
comerciales. No lo encontrareis en las Iglesias que no acogen ni se
desinstalan. Cristo está roto con los masacrados, esperando que toda la humanidad
trabajemos unida para acabar con el sistema del descarte. No se puede ser
cristiana y justificar la violencia contra seres humanos. Sencillamente, no se
puede.
Publicado
por Vida Nueva
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