Papa Francisco | Salvatore Cernuzio
Mensaje
de Francisco: Un mundo libre de armas nucleares es posible
Mensaje del
Papa Francisco, leído por el arzobispo Gallagher en la primera reunión en Viena
de los Estados miembros del Tratado sobre la Prohibición de las armas
nucleares: "Es inmoral el uso de las armas nucleares, pero también lo es
su mera posesión. Es engañoso y contraproducente pensar que la seguridad y la
paz de algunos esté desconectada de la seguridad y la paz de otros"
La Santa
Sede no tiene dudas: un mundo libre de armas nucleares, una
"responsabilidad costosa y peligrosa", es "necesario y
posible". Su uso, pero también su mera posesión, es "inmoral".
Mientras
continúa el conflicto en Ucrania, que ha hecho resurgir el temor a la amenaza
atómica, el Papa vuelve a reiterar la urgencia del desarme, "un objetivo
exigente y clarividente", especialmente en un momento en que la humanidad
se encuentra en una "encrucijada", así como la necesidad de respetar
los acuerdos internacionales:
“No son una
forma de debilidad, sino fuentes de fortaleza”
El Pontífice
hace su doble llamamiento en un mensaje dirigido al embajador Alexander Kmentt,
presidente de la primera reunión de los Estados miembros del Tratado sobre la
prohibición de las armas nucleares, que se lleva a cabo desde hoy hasta el 23
de junio en Viena.
Un mundo diferente
El mensaje
del Papa fue leído en la apertura de los trabajos por monseñor Paul Richard
Gallagher, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados. En el
documento, Francisco destaca que la situación se ha derrumbado en comparación
con lo que sucedía hace cinco años, cuando se convocó la conferencia
diplomática para negociar el Tratado. Y escribe:
“El mundo
parece estar en una encrucijada. La valiente visión de este instrumento
jurídico, fuertemente inspirado por argumentos éticos y morales, parece cada
vez más actual”
El precio del incumplimiento pagado por vidas inocentes
Si bien en
el contexto actual hablar de desarme o apoyarlo puede parecer
"paradójico", según el Papa Francisco no debemos pasar por alto los
"peligros de los enfoques miopes de la seguridad nacional e internacional
y los riesgos de proliferación".
“El precio
del incumplimiento se paga inevitablemente con el número de vidas inocentes y
se mide en términos de matanza y destrucción”
Silenciar todas las armas
El
llamamiento, por tanto, reiterado con fuerza por el Papa, es el de
"silenciar todas las armas y eliminar las causas de los conflictos
mediante el recurso incansable a la negociación". "Los que hacen la
guerra se olvidan de la humanidad", reitera, como lo hizo desde la ventana
del Palacio Apostólico en el primer Ángelus tras el estallido del conflicto en Ucrania.
“La paz es
indivisible y, para ser verdaderamente justa y duradera, debe ser universal. Es
un razonamiento engañoso y autodestructivo pensar que la seguridad y la paz de
unos está desconectada de la seguridad y la paz colectivas de los demás”
El futuro de los hermanos y hermanas
La pandemia
de Covid-19 debería habernos dado ya una lección en este sentido, demostrando
"trágicamente" que "la seguridad de nuestro futuro depende de
que se garantice la seguridad pacífica de los demás, porque si no se establece
la paz, la seguridad y la estabilidad a nivel mundial, no se disfrutarán en
absoluto".
“Individual
y colectivamente, somos responsables del bienestar presente y futuro de
nuestros hermanos y hermanas”
Consecuencias catastróficas
En este
sistema de seguridad colectiva, Francisco reitera que "no hay lugar para
las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva". Son "una
responsabilidad peligrosa y costosa", escribe, y las consecuencias
humanitarias y medioambientales que se derivarían de cualquier uso de armas
nucleares serían "catastróficas", con "efectos devastadores,
indiscriminados e irreprimibles, en el tiempo y en el espacio".
"Equilibrio del terror”
Al mismo
tiempo, advierte el Obispo de Roma, no se puede ignorar "la precariedad
que se deriva del simple mantenimiento de estas armas: el riesgo de accidentes,
involuntarios o no, que podrían conducir a escenarios muy preocupantes".
En este sentido, la energía nuclear bien puede definirse como un
"multiplicador de riesgos" que "sólo proporciona la ilusión de
una 'especie de paz'".
Tratar de
defender y garantizar la estabilidad y la paz mediante una falsa sensación de
seguridad y un "equilibrio del terror", apoyado en una mentalidad de
miedo y desconfianza acaba, inevitablemente, por envenenar las relaciones entre
los pueblos y obstaculizar cualquier forma posible de diálogo real.
La posesión
de armas atómicas, además, conduce fácilmente a la amenaza de su uso: se
convierte entonces en "una especie de 'chantaje'", dice el Papa,
"que debería repugnar a las conciencias de la humanidad".
Que todos cooperen para prohibir la guerra
Por ello, el
Papa pide a todos, cada uno según su papel o condición, que cooperen
"sinceramente" en el esfuerzo por "desterrar de la mente de los
hombres el miedo y la ansiosa anticipación de la guerra". La
responsabilidad es "a nivel público, como Estados miembros de la misma
familia de naciones", pero también "a nivel personal, como individuos
y miembros de la misma familia humana y como personas de buena voluntad".
Los tratados de desarme son fuentes de estabilidad
Por último,
una reflexión final del Pontífice sobre los tratados de desarme existentes que
"son algo más que obligaciones legales":
“La adhesión
y el cumplimiento de los acuerdos internacionales de desarme y del derecho
internacional no es una forma de debilidad. Por el contrario, es una fuente de
fuerza y responsabilidad, ya que aumenta la confianza y la estabilidad”
Cercanía a las víctimas de los bombardeos y las pruebas nucleares
Al concluir
su mensaje, Francisco expresa su cercanía a los Hibakusha, los
supervivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y a todas las
víctimas de las pruebas de armas nucleares. Y anima a los representantes de los
Estados, a las organizaciones internacionales y a la sociedad civil a
"promover una cultura de la vida y la paz basada en la dignidad de la
persona humana y en la conciencia de que todos somos hermanos y hermanas".
“La Iglesia
católica se compromete irrevocablemente a promover la paz entre los pueblos y
las naciones y a fomentar la educación a la paz en todas sus instituciones”
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