Testigos de la Fe | VN
Santa María Magdalena, discípula del Señor
Primera testigo de la Resurrección
Del
Evangelio según san Juan
El primer
día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena
fue al sepulcro de Jesús y vio que la piedra estaba fuera de su sitio. Corrió
al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les
dijo: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto».
Narra el
Evangelio: «María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro. Mientras
lloraba, se asomó y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la
cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de
Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se
han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Al decir
esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús
le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era
el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú te lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo
reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”. Jesús le
dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis
hermanos: 'Voy a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’”. María
Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le
había dicho esas palabras» (Jn 20, 11-18).
María
Magdalena en San Juan Pablo II
Fue San Juan
Pablo II quien dedicó gran atención no sólo a la importancia de las mujeres en
la misión de Cristo y de la Iglesia, sino también, y con especial énfasis, al
papel particular de María de Magdala como primera testigo que vio al Señor
Resucitado y primera mensajera que anunció la Resurrección del Señor a los
Apóstoles (cf. Mulieris dignitatem, n. 16). Esta especial
consideración continúa en la Iglesia de hoy -como lo demuestra el compromiso
actual de la nueva evangelización-, que desea acoger, sin distinción, a hombres
y mujeres de toda raza, pueblo, lengua y nación (cf. Ap 5,9), para
anunciarles la buena noticia del Evangelio de Jesucristo, acompañarles en su
peregrinación terrenal y ofrecerles las maravillas de la salvación de Dios.
Santa María Magdalena es un ejemplo de verdadera y auténtica evangelizadora, es
decir, de evangelizadora que proclama el alegre mensaje central de la Pascua
(cf. colecta del 22 de julio y nuevo prefacio).
María
Magdalena en el Papa Francisco
El Santo
Padre Francisco tomó la decisión de establecer la fiesta litúrgica de María
Magdalena en el contexto del Jubileo de la Misericordia, para subrayar la relevancia
de esta mujer que mostró un gran amor a Cristo. Es cierto que la tradición
eclesial en Occidente, especialmente después de San Gregorio Magno, identificó
en la misma persona a María de Magdala, a la mujer que derramó perfume en la
casa de Simón, el fariseo, y a la hermana de Lázaro y Marta. Esta
interpretación continuó y tuvo influencia en los autores eclesiásticos
occidentales, en el arte cristiano y en los textos litúrgicos relativos a la
Santa.
María
Magdalena, primera testigo de la Resurrección
María
Magdalena formó parte del grupo de los discípulos de Jesús, lo siguió hasta el
pie de la cruz y, en el jardín donde se encontraba el sepulcro, fue la primera
"testis divinae misericordiae", como recuerda San Gregorio. El
Evangelio de Juan que hemos visto narra que María Magdalena lloró porque no
había encontrado el cuerpo del Señor y Jesús se apiadó de ella transformando
sus lágrimas en alegría pascual.
Así, ella
tiene el honor de ser la primera testigo de la Resurrección del Señor, la
primera en ver el sepulcro vacío y comprobar la verdad de su Resurrección.
Cristo tiene una especial consideración y misericordia hacia esta mujer que le
manifiesta su amor buscándole en el huerto con angustia y sufrimiento, con
"lacrimas humilitatis", como dice San Anselmo.
Además, es
precisamente en el jardín de la Resurrección donde el Señor le dice a María
Magdalena: "Noli me tangere" (“No me retengas”). Es una invitación
-dirigida no sólo a ella, sino a toda la Iglesia- a entrar en una experiencia
de fe que va más allá de toda apropiación materialista y de toda comprensión
humana del misterio divino. Tiene un significado eclesial. Es una buena lección
para todo discípulo de Jesús: no busques seguridades humanas, sino la fe en
Cristo vivo y resucitado.
María
Magdalena, apóstola de los apóstoles
Precisamente
porque fue testigo presencial de Cristo resucitado, María Magdalena fue también
la primera en dar testimonio de Él ante los apóstoles. Cumplió el mandato del
Señor resucitado: "Ve a mis hermanos y diles...” María fue y contó a
los discípulos: "He visto al Señor", y lo que le había dicho (Jn
20,17-18). De este modo se convierte en mensajera que anuncia la buena nueva de
la resurrección de Cristo; o, como decían Rabano Mauro y Santo Tomás de Aquino,
"apostolorum apostola", porque anuncia a los apóstoles lo que ellos,
a su vez, anunciarán a todo el mundo. El Doctor Angélico utiliza acertadamente
este término aplicándolo a María Magdalena: ella es testigo de Cristo
resucitado y anuncia el mensaje de la resurrección del Señor, como los demás
apóstoles.
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