Jueves de Cine |Juan Orellana
Sinjar. Madres coraje
frente al Estado Islámico
La película nos cuenta, en montaje paralelo, tres historias de tres
mujeres azotadas por el fanatismo islamista. La primera historia la protagoniza
Carlota (Nora Navas), una enfermera de Barcelona. Cuando murió su marido de un
cáncer fulminante, su hijo único, Marc (Guim Puig), entró en depresión. Tiempo
después Marc empezó a relacionarse con unos jóvenes musulmanes del barrio hasta
que decidió convertirse al islam y recuperó su alegría. Carlota, agnóstica,
estaba contenta de ver a su hijo florecer de nuevo. Pero un buen día Marc desaparece
sin dejar rastro y su desesperada madre acude a la Policía.
La segunda historia ocurre en la ciudad de Sinjar, en el Kurdistán
iraquí, masacrada por las tropas del ISIS en el verano de 2014. La población
masculina kurda fue eliminada y, en el caso de las mujeres, tomadas como
esclavas. Es el caso de Hadia (Halima Ilter), una mujer yazidí que es
secuestrada junto a sus cuatro hijos (tres chicas y un niño) después de que
asesinaran a su marido. La hija mayor, Arjin (Iman Ido Koro), logra escapar y huye
a territorios controlados por el Ejército kurdo. Hadia es esclavizada por la
familia de Abu Omar, un hombre mayor que la viola cada noche. Arjin, por su
parte, decide ingresar en el Ejército para poder volver a Sinjar y buscar a su
familia.
Estas tramas basadas en historias reales no están llamadas a cruzarse,
pues la vocación del filme no es satisfacer una expectativa comercial, sino
llamar la atención sobre varias cuestiones. Por un lado, pretende denunciar la
situación de la mujer kurda en los territorios del autoproclamado califato. No
es casualidad que la debutante actriz Imán Ido, que da vida a la adolescente
Arjin, en la vida real fuera secuestrada por el Estado Islámico cuando solo
contaba 9 años y fuera sometida a maltratos durante casi un lustro. La película
ha querido ser para ella un camino de sanación de las múltiples heridas
psicológicas que reconoce que se le han quedado. La otra cuestión que se
plantea es la del yihadismo, que se sirve del nombre de Alá para denigrar al
ser humano. En la película se enfatiza cómo Abu Omar, abusador de menores, está
siempre refiriéndose al Clemente y Misericordioso, cuando en su vida no hay
sombra de misericordia ni de clemencia.
Pero lo más significativo de la película, curiosamente, es el amor: el
amor de Carlota por su hijo, un amor que lo perdona todo y que la empuja a
tomar decisiones irracionales para tratar de recuperar y salvar a Marc; el amor
de Hadia por sus hijos, y en especial por su pequeño, arrancado de sus brazos
por Abu Omar para convertirle en un terrorista del islamismo radical; el amor
de Arjin por su madre y sus hermanos, que la lleva a ir a la guerra solo para
poder acercarse a Sinjar y tratar de encontrarles.
La tarraconense Anna M. Bofarull es la directora de la película.
Estudió en la Pompeu Fabra y su trayectoria ha estado marcada por un compromiso
con diversas causas reivindicativas o de concienciación: una mujer con
fibromialgia (Sonata para un violoncelo), un niño refugiado (Hammada) o una serie documental sobre Dolores Ibárruri
(¡No pasarán!).
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