Fe y Vida | María Martínez López
«En Taizé soy una
participante más, no una refugiada»
Este
jueves arranca en Turín el Encuentro Europeo de Taizé, que contará con una
veintena de jóvenes ucranianos. Una atípica vuelta a la normalidad para la
comunidad ecuménica francesa
«En Taizé soy una participante más, no una refugiada». Nataly Masechko
necesitaba esta normalidad. Desde que comenzó la guerra en Ucrania, ha
alternado temporadas en Rumanía, Polonia, Francia y su ciudad, Ivano-Frankivsk.
El 20 de junio llegó a esta comunidad ecuménica para pasar un par de semanas
antes de viajar a Turín para el Encuentro Europeo que
comienza este jueves.
Allí coincidirá con una veintena de compatriotas, entre ellos Ivanka
Zakharevych. Ella vivía en Múnich (Alemania) antes de estallar el conflicto. Al
principio, «me sentí muy culpable». Ayudar a sus compatriotas la alivió. El
encuentro de Turín en este tiempo de guerra supondrá «una gran bendición: poder
conectar con Dios y con mis hermanos». Pocos días antes, anhelaba especialmente
juntarse allí, para «conocernos y reflexionar juntos», con un grupo de diez
jóvenes que aún no sabían si podrían llegar desde Kiev.
En los últimos meses, ambas han sentido muy cerca a la comunidad
de Taizé, que nada más estallar el conflicto escribió a
todos sus contactos ucranianos ofreciendo ayuda. La visita a Ucrania del
hermano Benoît, enlace con este país, fue para Ivanka «un gran signo de
solidaridad» y de cercanía. «Cada vez que estamos en contacto me pregunta cómo
pueden ayudarnos».
Nataly valora sobre todo que allí «todo el mundo reza por nosotros».
También compartir sus inquietudes con los hermanos. Ya ha ido dejando atrás las
que más le pesaban al salir de su país, como si podrían volver o «cómo será
nuestra vida cuando todo acabe». Ahora, lo que más le inquieta es su relación
con la Iglesia ortodoxa rusa, a la que pertenece. «¿Qué hago?», piensa al ver
el apoyo del patriarca Cirilo a la invasión. Con los hermanos puede hablar
abiertamente de este tema. Conocen esta delicada situación y «nos comprenden».
Por
las comunidades locales
En los encuentros europeos en torno a Año Nuevo, los ucranianos eran
siempre uno de los grupos más numerosos. Que esta vez no sea así es una
anomalía más en un encuentro que se tendría que haber celebrado en diciembre de
2020. Pospuesto ya una vez a causa de la pandemia, en otoño pasado se decidió
sustituirlo por un evento virtual. Fue un jarro de agua fría para las
parroquias turinesas. «Lo online estaba
bien para los jóvenes, pero nos decían que deberíamos hacer algo más», explica
a Alfa y Omega el hermano John, que ha estado
coordinando los preparativos. Decidieron entonces convocar un pequeño encuentro
en verano, para aprovechar lo que esta cita supone de contacto personal entre
jóvenes e iglesias locales. «La idea de Taizé no es ser un movimiento para
jóvenes, sino acercarlos a la Iglesia» mediante el contacto con distintas
comunidades. «También es bueno para ellas ver que aún hay jóvenes» con
fe.
Aunque vayan a ser pocos. «Esperábamos unos 5.000», confiesa, pero no
serán ni 1.000. No se siente decepcionado. El hecho de que quienes van lo hagan
a título personal o en pequeños grupos le hace pensar que es «una decisión
personal» que hará que lo aprovechen mejor. Turín tiene mucho que ofrecer. Es
una de las poblaciones protestantes más grandes de Italia; y un lugar
«increíble» para conocer la implicación de la Iglesia católica en el ámbito
social, al ser la cuna de los salesianos y del Cottolengo.
En
cifras
700 jóvenes de fuera de la región de Piamonte (sobre todo polacos) y
200 piamonteses
Doce hermanos, del centenar que forman la comunidad, participarán
30 plazas para refugiados ucranianos ofreció la comunidad. Las usan
como parada de camino a España y Portugal
Para la reflexión diaria por grupos, se han seleccionado fragmentos de
la carta para 2022 del hermano Alois, prior de la comunidad, que pueden
orientar a los jóvenes sobre cómo ser artesanos de paz,
como invita el lema. Esta cuestión también estará presente en los talleres de
por la tarde; como el de la organización Arsenales de Paz, que en 1983
convirtió una antigua fábrica de armas en la sede desde la que apoyan más de
3.400 proyectos de desarrollo, además de acoger a personas sin hogar y
organizar actividades para niños y jóvenes.
Una novedad este año será la posibilidad de visitar, en la noche del
sábado, distintas iglesias y museos religiosos. Incluso se podrá venerar la
Sábana Santa. Al día siguiente, cada uno volverá a casa (o donde le toque estar
en este momento) esperando que la cita del próximo diciembre en la muy
secularizada ciudad alemana de Rostock transcurra ya con total normalidad.
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