La Iglesia Hoy | Andrea De Angelis/VN
Ante Francisco la vida evangélica de un pequeño rebaño
Las
historias contadas al Papa Francisco por laicos y consagrados durante el encuentro
en la catedral de Nursultán con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados,
seminaristas y agentes de pastoral, en el tercer y último día del 38º viaje
apostólico.
Nuevos
horizontes que liberan de los prejuicios, la capacidad de dejar de lado el ego,
la gratitud por una vocación que lleva a ver al otro como un don, el sacerdocio
como un servicio de compasión, y el agradecimiento al Santo Padre por lo que
está haciendo para que haya paz en el mundo. Estos son algunos de los temas de
los testimonios en el encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos,
consagrados, seminaristas y agentes de pastoral celebrado en la Catedral de la
Madre de Dios del Perpetuo Socorro en Nursultán, capital de Kazajistán, donde
está llegando a su fin el 38º viaje apostólico de Francisco.
Ser
religiosa es cercanía y servicio
La
hermana Clara, de la Comunidad de las Bienaventuranzas, se dirigió a Francisco
hablando en nombre de las religiosas de Kazajistán. "Lo primero que me
gustaría decir es una palabra de agradecimiento a Dios por mi vocación. La
vocación es el misterio del amor entre Dios y el hombre. Para mí, ser monja
significa ser espiritualmente una mamá para cada persona", comenzó
diciendo. A continuación, subrayó cómo "cada día experimenta que nada es
imposible para Dios".
Pero,
¿Qué significa ser monja en Kazajistán? "Significa estar con las personas,
acompañarlas, alegrarse cuando se alegran, apoyarlas cuando lloran. Es un
testimonio – concluyó – de la presencia activa, el servicio sencillo y la
misericordia de Dios.
Sacerdotes
en un pequeño rebaño
Ruslan
Rakhimberlinov, sacerdote de la diócesis de Karaganda y nuevo rector del
Seminario Interdiocesano "María, Madre de la Iglesia", expresó
inmediatamente su alegría y la de todos los fieles presentes porque "esta
histórica visita al país ha hecho realidad un sueño".
Al
recordar que Kazajistán es una nación multiétnica, multicultural y
multi-religiosa, explicó que las personas sienten la necesidad de la presencia
de un sacerdote "que celebre la Eucaristía, administre los Sacramentos,
sea capaz de decir una buena palabra en una homilía, sea capaz de comprender y
apoyar en los momentos difíciles y de alegrarse y animar en los momentos de
consuelo". Nuestra Iglesia aquí en Kazajstán – añadió – es un pequeño
rebaño de Cristo, y estoy seguro de que en esta situación hay oportunidades
para cultivar el reino de Dios, para dar testimonio de la alegría del
Evangelio, superando dificultades y obstáculos".
Gracias
al Papa, mensajero de la paz
La
señora Miroslava Galushka, esposa de un sacerdote greco-católico de la
Administración Apostólica de los católicos de rito bizantino de Kazajistán y
Asia Central, dijo en su testimonio que estaba "agradecida al Señor"
porque su marido, hace una década, "respondió a la llamada del Espíritu
Santo y decidió dejar su tierra natal para ir a ejercer su ministerio en esta
nación, para compartir su vida con las personas que el Señor pone en el camino
de la fe cristiana, sostenidas por el amor de Dios y la alegría del
Evangelio".
A
continuación, dio las gracias al Papa por "haber venido a Kazajistán como
mensajero de la paz". Les agradezco sus oraciones y todos sus esfuerzos
por restablecer la paz en mi patria, Ucrania".
Los
laicos y la posible contribución a la sociedad
"Soy
el único hijo de padres divorciados, que no ha tenido la experiencia de una
educación paterna ni de una familia completa y que, en consecuencia, ha crecido
en el simple encierro egoísta de su ego, en el que está arraigada la conocida
convicción de que todo se debe o de que se tiene derecho a todo".
Así
comenzó su relato el señor Kirill Boreychuk, que habló en nombre de los laicos
y las familias kazajas. "La vida cristiana reside para nosotros en la
fórmula concisa del Apóstol San Pablo: no vivir para nosotros mismos. Quiero
dar gloria a Dios Nuestro Señor – explicó entonces – por haberme llamado al
camino de la vida cristiana en el seno de la Iglesia católica, que me abre
nuevos horizontes y me libera de los prejuicios acumulados en distintos ámbitos
de la infancia y de la vida adulta. "Mientras aprendemos en la Iglesia a
pasar del egoísmo humano al amor esponsal incondicional, nos damos cuenta –
concluyó – de nuestra prueba para contribuir como célula sana a la vida de la
sociedad en nuestro país”.
Publicado
por Vatican News
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