La Iglesia Hoy | José Manuel Coviella Corripio
El Camino Sinodal tiene que
"empoderarse"
Del Concilio Vaticano II
(1962) al Sínodo del Papa Francisco (2022)
De aquella
magna asamblea (Concilio Vaticano II) al Sínodo presente
La finalidad
del Sínodo al igual que el Concilio Vaticano II, sigue siendo “comunión
participación y misión”. El Concilio Vaticano II se hizo a sí mismo. A eso hoy
día, el moralista Marciano Vidal, lo llama “empoderamiento”. Se empoderó. Fue
una “intuición”. “…Que entendí como voz de lo alto…” dijo Juan XXIII …Fue un
toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los ojos y en
el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se despertó
repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del Concilio…”.
Esa intuición era algo inaudito. No se comprendía. “Sentí por dentro una
intuición que yo comprendí como voz del Espíritu Santo…” (Juan XXIII)
Necesidad de
empoderamiento
Por
empoderamiento se conoce el proceso por medio del cual se dota a un individuo,
comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su
fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial, todo esto con el
objetivo de que pueda mejorar.
La palabra,
proviene del inglés, del verbo to empower, que en español se traduce como
‘empoderar’, del cual a su vez se forma el sustantivo empoderamiento.
Empoderar,
significa desarrollar el potencial y la importancia de las acciones y decisiones
para afectar su vida positivamente. El empoderamiento se refiere, al proceso de
conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social. En el plano
individual, el empoderamiento se refiere a la importancia de que las personas
desarrollen capacidades y habilidades para que puedan hacer valer su rol y
mejorar su situación.
En el discurso
inaugural de Juan XXIII “Gaudet Mater Ecclesia” (11 de octubre de 1962, se
dijo:
“…Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los
descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa
estimación…La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la
discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia,
repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y
modernos…Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum
fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse
gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y
exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral…”
Juan XXIII
cambió la relación de la Iglesia con el mundo. Hay que ser amigos. El mundo es
de verdad en donde tenemos que realizarnos. El Concilio hoy renace en el Camino
Sinodal. El Camino Sinodal tiene que “empoderarse”. El Concilio fue Concilio
Vaticano II ecuménico porque se empoderó. El Camino Sinodal será Camino Sinodal
si se empodera.
De la teología
del Vaticano II al Camino Sinodal. “Jerarquía de verdades”
Algunos
ejemplos ilustrativos. En el decreto “Unitatis Redintegratio”, se dice en
relación con “la forma de expresar y de exponer la doctrina de la fe” (nº11)
que “… finalmente, en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bien
imbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de
investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con
caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden
o "jerarquía" de las verdades en la doctrina católica, por ser
diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. De esta forma se
preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna
emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las
incalculables riquezas de Cristo (Cf. Ef., 3,8)”.
Creer en la
divinidad de Cristo, no es lo mismo que creer en las prácticas de ayuno y
abstinencia. Hay una “jerarquía de verdades”; por lo tanto, cuando dialoguemos,
sepamos tener en cuenta la jerarquía en los temas motivo de diálogo. Y lo mismo
se puede decir en el modo y contenido de las predicaciones.
“…en el
anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se
advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los
acentos que se ponen en la predicación…”
En el campo de
la moral, también hay jerarquía de verdades. Efectivamente. El Papa Francisco
en el primer documento “Evangelium Gaudium”, plasma que eso que dijo el
Concilio en el decreto “Unitatis Redintegratio” para la dogmática, también
sirve para la moral.
En la
exhortación “Evangelii Gaudium” nº 36, se dice “…Todas las verdades reveladas
proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas
de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del
Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor
salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este
sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las
verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento
de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el
conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.
En el nº 37.
Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también
hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí
lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6).
En el nº 246.
“…Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos,
particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve
urgente. Los misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las
críticas, quejas y burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos
divididos. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el
principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia
expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio…”
En el Decreto
Optatam totius nº 16. “…Renuévense igualmente las demás disciplinas teológicas
por un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la
salvación. Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral,
cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura,
explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación
que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad…”
Crisis de los
misiles en Cuba. El problema de la guerra. Mentalidad nueva
Si el Concilio
Vaticano II coincidió su inauguración con la crisis de los misiles en Cuba, es
decir, el conflicto diplomático entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y
Cuba en octubre de 1962, generado a raíz de la toma de conocimiento por parte
de Estados Unidos de la existencia de bases de misiles nucleares de alcance
medio del ejército soviético en Cuba.
En 1962 la
Iglesia nos hacía estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer? ¿Queremos seguir
pasando el tiempo en discusiones sobre los problemas internos de la Iglesia
cuando los dos tercios de la humanidad mueren de hambre? ¿Qué podemos decir
nosotros ante el problema del subdesarrollo? ¿Mostramos preocupación ante los
grandes problemas de la humanidad?”.
Un tema
importante y de máxima actualidad es el referente a la guerra. En el Concilio
Vaticano II, en la Constitución “Gaudium set Spes” nº 80, es donde explica lo
de la guerra y cómo ha cambiado la situación de la guerra.
Sobre la
guerra total, dice el Concilio: “…Todo esto nos obliga a examinar la guerra con
mentalidad totalmente nueva. Sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy
seria cuanta de sus acciones bélicas. Pues de sus determinaciones presentes
dependerá en gran parte el curso de los tiempos venideros…. Toda acción bélica
que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de
extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la
humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones…”
El Papa
Francisco retoma en “Fratelli Tutti”, la idea de la “mentalidad nueva”. Así en
una nota dice. “Ya no sirve la teoría de la guerra justa…”
En el nº 258
“…. no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos
probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le
atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios
racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”.
¡Nunca más la guerra! Fue san Agustín, quien forjó la idea de la “guerra justa”
que hoy ya no sostenemos, dijo que «dar muerte a la guerra con la palabra, y
alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que
darla a los hombres con la espada» (Epístola 229, 2: PL 33, 1020).)
Y el Papa
Francisco dice también que el uso del arma nuclear es inmoral. Lo dijo el
Concilio Vaticano II. Hay que pensar la guerra con mentalidad nueva. El
Concilio Vaticano ii aceptó la disuasión nuclear y no dijo nada de la posesión
de armas nucleares. Ahora el Papa Francisco, dice que no solo el uso de armas
nucleares es inmoral, sino la posesión del arma nuclear es inmoral.
Crisis de
Ucrania
En 2022 la
sociedad vuelve a estar en peligro de una guerra nuclear (la crisis de
Ucrania).
Estamos
saliendo de una pandemia cuyos efectos devastadores perdurarán durante tiempo
afectando sobre todo a los países más pobres y la guerra nuclear es una nueva
amenaza real con su epicentro en Ucrania. Los bloques políticos acrecientan su
enfrentamiento y el armamentismo parece ser su única alternativa de
seguridad.
El papa
Francisco advirtió (9-10-22) que la humanidad "atraviesa momentos
difíciles" y "corre un grave peligro”. Pidió aprender de la historia
y no olvidar el peligro de guerra nuclear que amenazaba el mundo hace 60 años,
durante el periodo en el que inició el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre
de 1962. “No podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces
amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia?", dijo Francisco
en referencia a la crisis de los misiles entre Cuba, Estados Unidos y la Unión
Soviética.
Hoy 2022 la
Iglesia nos vuelve a hacer estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer ante
tantas víctimas de la pobreza, frente a “un sistema económico que mata” y
ante un mundo que camina hacia su “autodestrucción” conducido por los
explotadores de la naturaleza? En pleno siglo XXI, los problemas graves de
la humanidad siguen vigentes. Y la Iglesia no puede permanecer indiferente; es
necesario reexaminar la enseñanza cristiana.
Una cosa es el
depósito de la Fe, es decir, las verdades contenidas en nuestra doctrina, y
otra el modo de proclamarlas, pero siempre en el mismo sentido y significado.
La Iglesia siempre ha condenado los errores. Y en la época actual, prefiere
utilizar la medicina de la misericordia antes que tomar comportamientos
severos; piensa que debe responder a las necesidades de hoy exponiendo el valor
de su enseñanza más claramente que condenándola”. Hoy también se quiere un
aggiornamento. Es preciso abrir la Iglesia al pluralismo y diálogo con el
mundo. La Iglesia “en salida”. Y urge, asimismo, que la Iglesia continúe
renovándose a la luz del Evangelio.
La Iglesia en
sintonía con los signos de los tiempos
Hoy la Iglesia
maneja documentos (los del Papa Francisco), que responden a una evolución de
iglesia y esos documentos (los nuevos), comenzando por el documento
programático: la “Evangelii Gaudium”, no ofrece dificultad alguna al Concilio
Vaticano II, sino todo lo contrario, lo hace más actual, lo concreta.
Así la
exhortación “Amoris Laetitia” manifiesta una orientación nueva mirando a los
intereses teológicos y las sensibilidades del pueblo cristiano. La encíclica
sobre la casa común supone una revolución en la línea de las encíclicas
sociales. Con el término revolución quiero indicar tema nuevo.
La encíclica
“Fratelli tutti” que es un cuadro de lo que podría ser el mundo entero, si se
dejara guiar por el principio de la fraternidad, principio que proviene de la
Revelación cristiana, pero que es compartido por otras religiones. El Papa ha
querido poner esto de relieve. Y además es un principio que proviene y es
consonante con la cultura occidental de la modernidad. En los números en los
que alude a la guerra, suponen un cambio cualitativo del paradigma de la
guerra. Y es la concreción del Concilio Vaticano II cuando dice que “hay que
pensar la guerra con mentalidad totalmente nueva”. El Concilio pensó con
mentalidad totalmente nueva; ahora el Papa Francisco dice que hay que pensar
con mentalidad nueva la totalidad de la guerra.
Muchos, por no
decir todos los problemas de interpretación teológica que hoy tienen lugar,
suceden por no atender y seguir el Magisterio del Papa Francisco
Pautas a
seguir
1º.- La
Iglesia, como pueblo de bautizados, es el sujeto capital para la misión.
2º.- Tener
siempre presente, ante los signos de los tiempos, el aggiornamento hoy vigente
y del que habló el Concilio Vaticano II.
3º.- Saber
leer siempre esos signos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de manera
que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida
futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y
comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. Los seres
humanos se hallan en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios
profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero.
Jamás el ser humano, tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas
posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la
humanidad sufre hambre y miseria.
4º.-
Del ‘extra ecclesiam, nulla salus’ (fuera de la Iglesia, no hay salvación)
al ‘extra mundum, nulla salus’ (fuera del mundo, no hay salvación); es en este
mundo donde se realiza la salvación. Y hoy se insiste y urge añadir el
‘extra pauperes, nulla salus’ (fuera de los pobres, no hay salvación).
5º.- Se quiere
pasar de una Iglesia piramidal a una Iglesia circular: de una Iglesia cerrada
en sí misma, a una orientada hacia el mundo y sus problemas más urgentes, hacia
los pobres, es decir, una “Iglesia en salida”.
6º.- De una
Iglesia que se situaba como centro de la humanidad y referencia imprescindible,
a cuyo criterio debía someterse la sociedad y sus formas de gobierno, se
pasa a una Iglesia dialogante y que se deja interpelar; de una Iglesia
eclesiocéntrica a una Iglesia circuncéntrica; de una Iglesia unicéntrica a una
Iglesia policéntrica y plural.
7º.- De una
Iglesia jerarquizada y clerical a una iglesia de hermanos bautizados donde
todos son escuchados y donde la autoridad se entiende como servicio. De una
Iglesia de las periferias y de los pobres frente a una Iglesia de las
catedrales y curias. Una Iglesia siempre en diálogo y teniendo como espejo el
Evangelio.
8º.-El proceso
sinodal, propone la renovación a fondo de la Iglesia para que caminando juntos,
como Pueblo de bautizados, seamos capaces de ofrecer esperanza y
respuestas eficaces. Tenemos que aceptar la diversidad en aquello que es discutible
y mostrar unidad en los principios fundamentales de nuestra fe.
9º.-Habría que
aterrizar en reformas concretas que afecten tanto a la estructura clerical
(centralidad de la comunidad, respeto a los carismas y a la diversidad de
ministerios, elección de responsables, celibato opcional, igualdad de la
mujer…) como a la pastoral (reformas de los sacramentos, economía eclesial,
consejo pastoral decisorio…).
10º.-Testimoniar
el rostro de una Iglesia «madre amorosa de todos, benigna, paciente, llena de
misericordia», capaz de cercanía y de ternura, capaz de acompañar a quien está
en la oscuridad y en la necesidad. Una Iglesia que no confía en sí misma y que
no persigue el poder mundano ni el protagonismo mediático, sino que permanece
humildemente detrás de su Señor, confiando sólo en Él.
«Cristo es la
luz de los pueblos”. La Iglesia no brilla con luz propia, sino con la luz de
Cristo, («fulget Ecclesia non suo sed Christi lumine»), dice san Ambrosio.
Existe, pues, solo una luz: en esta única luz resplandece también la Iglesia.
Si es así, entonces el anuncio del Evangelio no puede hacerse más que en el
diálogo y en la libertad, renunciando a cualquier medio de coerción, ya sea
material o espiritual. La sinodalidad es ante todo una manera de ser y de
operar de la Iglesia.
El laico
(superar la concepción de ministerios ordenados y no ordenados) debe ser
considerado como sujeto de la acción eclesial y no puede ser oyente pasivo. “No
hago nada sin el consejo de los presbíteros y el consenso del pueblo”, decía
San Cipriano, obispo de Cartago. Y así propiciar una Iglesia que no sea
clerical; una Iglesia que salga de lo ritual para ser una Iglesia más humana y
cercana a todos, involucrando al mayor número posible de bautizados, sin
excepción, apuntando a cambios de mentalidad.
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