Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Otra vez los talentos
Lc
18, 9-14
«Os
aseguro: éste último bajó a su casa justificado, y el otro no»
Corremos
el riesgo de interpretar esta parábola con nuestra mentalidad de cristianos del
siglo veintiuno y llegar a conclusiones que quizá no coincidan con la intención
del autor. Por ejemplo, podemos pensar que no quedó justificado porque con su
conducta escrupulosa solo pretendÃa hacerse “acreedor” a la vida eterna, pero,
por una parte, esto no se desprende del texto, y por otra, ésa es una creencia
legÃtima que aún hoy es compartida por muchos.
Tampoco
podemos afirmar que no quedó justificado por su prepotencia; por su falta de
humildad al considerarse mejor que los otros hombres, porque si leemos el
pasaje con rigor y detenimiento, veremos que no se está arrogando mérito alguno,
sino que le está dando gracias a Dios por lo recibido. Menos aún nos podemos
apoyar en la última frase del texto de hoy —«el que se ensalce será humillado y
quien se humille será ensalzado»— porque, según los especialistas, este epÃlogo
es un simple añadido parenético que además resulta poco apropiado al texto.
Nos
encontramos pues ante la paradoja de un hombre justo, que dedica su vida a ser
grato a los ojos de Dios, que se dirige a Dios en actitud de acción de gracias,
y que, según el evangelio, no queda justificado… y la pregunta es… ¿por qué?...
Probablemente,
para entenderlo sea preciso partir de la parábola de los Talentos, pues, al
parecer, el fariseo habÃa recibido mucho y lo habÃa invertido todo en su propia
perfección. Al igual que el fariseo de la parábola, cada uno de nosotros ha
recibido muchos talentos en forma de inteligencia, iniciativa, habilidad,
simpatÃa, liderazgo … pero no los hemos recibido para que nos sirvamos de
ellos, sino para que den fruto. Y esto debe hacernos reflexionar, y quizá por
ello, Ruiz de Galarreta decÃa: «No me preocupan nada mis pecados; me preocupan
mis virtudes» … mis talentos.
Y
volvemos a un mensaje recurrente en el evangelio: lo importante son los frutos;
«Por sus frutos les conoceréis» … «Ya hace tres años que vengo a buscar fruto
en esta higuera y no lo encuentro…». De nada les sirve al sacerdote y al levita
que bajaban a Jericó su condición sagrada, porque Jesús pone de ejemplo al
odiado samaritano que se conmueve ante la desgracia ajena y socorre a la vÃctima.
De nada le sirve al fariseo de la parábola de hoy su fe en Dios, su
conocimiento de la Ley y el cumplimiento con largueza de la misma, porque lo
que Dios espera de nosotros es otra cosa; es amor, compasión, servicio...
frutos.
Para
los fariseos lo primero es la Ley. Para Jesús lo primero son las personas, y si
la Ley no sirve a las personas, es que no sirve para nada. De esta radical
diferencia a la hora de concebir la religión vino el permanente enfrentamiento
entre ellos; y de ella también su desenlace.
Publicado
por Feadulta.com
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