Entrevista | Darío Menor/VN
Andrea Tornielli: “Para encontrar a Jesús, no basta con
conocer sus palabras e ideas”
El
director editorial de los medios de comunicación del Vaticano charla con Vida
Nueva con motivo de la publicación de su último libro ‘La vida de Jesús’
(Ediciones Mensajero).
Hay
dos elementos que llaman la atención del despacho de Andrea Tornielli,
director editorial de los medios de comunicación del Vaticano. El primero
es la potente imagen del Papa que tiene colgada de la pared, en la
que se ve a Francisco sonriendo y saludando con el puño de la mano derecha
cerrado. El otro punto llamativo es el texto que aparece en la pantalla de su
ordenador cuando funde a negro para ahorrar energía tras unos instantes de
inactividad: Non facciamo danni (No causemos daños).
Esta
frase es una suerte de filosofía laboral para Tornielli, que volvía a las
librerías a mediados del pasado mes de octubre con un peculiar volumen: ‘La vida de Jesús’ (Ediciones Mensajero), en el que narra la existencia
de Cristo en una suerte de gran crónica periodística que bebe de los evangelios
y de las fuentes históricas. El libro cuenta con una introducción del papa
Francisco.
¿Por
qué hacía falta otro libro sobre la vida de Jesús?
Como
explico en la introducción, la idea nació durante la pandemia. Al
escuchar las homilías del Papa en la Casa Santa Marta, un cura amigo mío me
dijo que sería bonito escribir un libro sobre la vida de Jesús incluyendo
aquellos comentarios de Francisco. Pensé que era algo que me venía demasiado
grande, así que opté por esperar algunos meses, hasta que, a comienzos de 2021,
intenté ponerme a escribir. Ha sido una aventura bellísima, también desde el
punto de vista espiritual.
Espero
que lo sea igualmente para el lector. Trato de meterme en las escenas
narradas en los evangelios, ver lo que veían sus protagonistas e imaginar, por
ejemplo, cuál era el color de su pelo. Mi intención es contar la vida de Jesús
siendo fiel a los evangelios. De mí hay un poco de acompañamiento: algunos
nombres y alguna escena, pero no he echado a volar la fantasía. Sigo cronológicamente
la vida de Jesús, desde el inicio hasta el final, usando el Evangelio y
acompañando al lector. En la narración están insertados los comentarios del
Papa.
¿Qué
le dijo Francisco cuando le habló del proyecto?
Lo
habitual en estos casos: que siguiera adelante. Luego escribió la
introducción con la que se abre el volumen, que ya se lo he llevado.
¿Se
ha sentido con este libro como una suerte de quinto evangelista? ¿Echaba de
menos contar historias?
Sí,
aunque el trabajo en estos últimos cuatro años en el Dicasterio también ha
estado ligado a contar historias. Aunque ya no las escribo yo, ayudo a que lo
hagan los demás. Este libro, no obstante, es muy diferente a mis libros
anteriores. No es un ensayo ni tampoco una novela. Trato de ofrecer una idea
narrativa para contar la vida de Jesús, en la que el lector sabe cuáles
son las palabras del Evangelio, cuáles las pronunciadas por el Papa y cuáles
son las mías.
Yo
he tratado de colocarme en esas escenas e imaginarme lo que se vería. Me
he centrado mucho en las miradas, porque el Evangelio es una historia muy
visual. Sin las miradas, si no se entra en las escenas del Evangelio teniendo
en cuenta las relaciones entre las personas, se pierde una parte importante. Es
lo que ocurre, por ejemplo, con el primer milagro de Jesús: la conversión del
agua en vino en las bodas de Caná.
En
el texto hay algo que no se cuenta, porque Jesús al principio le dice a su
madre que aquello no va con ellos. Pero luego es como si se dejara convencer y
realiza el milagro. Podemos imaginarnos la mirada de reproche de la madre para
que actuara. También es importante el cruce de miradas entre Pedro y Jesús
después de que el primero hubiera renegado de él. El Evangelio está lleno
de miradas, es una dimensión fundamental de la humanidad. Para intentar
encontrar a la persona de Jesús, no basta solo con conocer sus palabras o sus
ideas.
Imaginar
cosas sencillas
¿Ha
echado mano en algún momento de los evangelios apócrifos?
No,
no tienen ningún peso en la narración. Por trabajos precedentes, sé que algunos
de esos evangelios resultan muy hermosos, pero también generan desconfianza,
pues están llenos de imágenes, algunas de las cuales, no obstante, son muy poco
creíbles. También he sido muy cauto con las visiones de los místicos, algunos
de los cuales veían escenas evangélicas, porque eran ellos los que habían
tenido la visión, no yo.
He
preferido imaginar cosas sencillas, de hecho, hay poquísimas escenas de acción
o palabras dichas por mí. Se trataba más de ayudar a construir la atmósfera o
describir algunos detalles de las casas o dar nombres de personas o de lugares
que no aparecen en los evangelios. Pero nada más. Mi intención es que el lector
se encuentre con una narración absolutamente fiel a los evangelios.
¿Lo ha escrito pensando en que sea un libro
de consulta o, en cambio, que pueda ser leído de un tirón, como si se tratara
de una novela?
El
objetivo es que pueda leerse fluidamente. En cualquier caso, hay un índice
al final en el que se ofrece información de los distintos capítulos, con largos
sumarios que incluyen las fechas, para poder así encontrar fácilmente los
episodios de los evangelios. Espero que el lector pueda leerlo como una
narración en la que sumergirse en la vida de Jesús. Obviamente, he tenido que
tomar decisiones y dejar algunas cosas fuera, porque los cuatro evangelistas no
concuerdan en todo. Siempre he tratado de elegir siguiendo la opinión
mayoritaria de los biblistas y expertos.
Entrar
en la escena
¿Cómo
ha intentado no caer en el error de hacer una lectura demasiado intelectual o
histórica de los evangelios, como advierte el Papa?
Si
uno trata de ensimismarse en los evangelios, se superan esos riesgos. El error
surge por partir de la idea de que vas a sacar una doctrina o una filosofía, o
por detenerte demasiado en los elementos históricos. Pero cuando entras de
verdad en la escena, todo eso pasa a ser secundario. Tienes que narrar esa
escena y los encuentros de Jesús –un hombre excepcional, que era
Dios– con la gente. Lo importante es lo que decía, cómo miraba, los
gestos que hacía.
Aunque
obviamente no estábamos allí, si tratas de ensimismarte con la escena puedes
imaginar lo que allí estaba sucediendo, las palabras, los gestos, las miradas.
Pero no debes tomar el evangelio para pasarlo al hoy, tienes que situarte
en aquella época y releer una vez más lo que pasó. Aunque hayamos leído
esa escena en muchas ocasiones, tal vez cuando llegas al centenar de veces es
cuando descubres algo nuevo.
¿Se
ha visto obligado a frenar su imaginación?
No
he sentido eso, porque partía de un respeto sagrado hacia los
evangelios.
Publicado
por Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...