Para Vivir Mejor | Álvaro Rodríguez Echeverría/VN
Cómo promover una cultura de la paz en tiempo de guerra
La
guerra de Ucrania, que de una manera u otra nos está tocando a todos, y las
muchas otras guerras poco conocidas de nuestro mundo, nos llaman también a
reflexionar de una manera especial sobre la paz y en cómo construir una cultura
de paz. La paz no es sólo la ausencia de guerra. Exige conocimiento,
colaboración y alianzas efectivas, solidaridad, eficacia y compromiso.
Por
eso me parece muy pertinente la invitación que repetidamente nos hace el Papa
Francisco a orar y actuar por la paz. Sabemos que las guerras se oponen al plan
de Dios y crean mayores problemas, que la guerra nunca es la respuesta y que
debemos ser constructores de paz. Jorge Debravo un poeta costarricense decía:
No
te ofrezco la paz, hermano hombre, porque la paz no es una medalla: la paz es
una tierra esclavizada y tenemos que ir a libertarla… Con arrojarnos al amor
nos basta.
El
amor nos impone como necesidad vital para la paz y el bienestar de la
humanidad, promover el diálogo intercultural e interreligioso y silenciar las
confrontaciones estridentes y degradantes. De no seguirse esa perspectiva
intercultural e interreligiosa corremos el peligro de promover y sacralizar la
globalización de la violencia.
Es
necesario forjar senderos de diálogo, reconocimiento mutuo y respeto recíproco
y, sobre todo, de vínculos de solidaridad y misericordia. En muchos países no
tenemos guerras, pero la xenofobia y las actitudes contra los emigrantes han
ido creciendo peligrosamente y hoy somos más conscientes de la persecución que
muchos cristianos sufren en el mundo y de los nuevos mártires.
Debemos
trabajar todos en la construcción de un mundo sin fronteras, donde todos se sientan
en casa; donde no haya discriminaciones ni étnicas, ni culturales, ni
religiosas; donde se viva un espíritu de respeto, de diálogo y de tolerancia;
donde se trabaje por la paz en la justicia; donde sepamos aceptar las
diferencias; donde los niños puedan soñar en un mundo mejor.
Que
canten los niños, que alcen su voz
Cuando
hablamos de paz hay que pensar en los niños y en el mundo que van a heredar. Si
queremos que la paz sea posible debemos empezar por ellos. Gandhi decía: Si
queremos alcanzar la verdadera paz en este mundo y si queremos llevar a cabo
una verdadera guerra contra la guerra, deberemos comenzar con los niños. Y si
ellos crecen unidos de su inocencia natural no tendremos que luchar más, sino
que iremos del amor al amor y de la paz a la paz.
Hay
situaciones ante las cuáles no podemos quedar indiferentes. Podemos pensar en
los niños y niñas «soldado»; en los niños que cada año asisten a episodios de
violencia doméstica, en los niños obligados a trabajar, a niños utilizados en
actividades peligrosas y, por lo tanto, intrínsecamente violentas; en los niños
y niñas involucrados en prostitución y pornografía, y a las víctimas del
tráfico de menores con tal fin.
Es
importante conocer y hacer conocer esta realidad, rezar por estos niños y en la
medida de nuestras posibilidades formar parte de las asociaciones que luchan
contra esta lacra, que avergüenza a la humanidad. Sabemos que hoy, por
desgracia tanto en las sociedades del Norte como en las del Sur, los niños
constituyen el eslabón más frágil y vulnerable. Es un drama que no conoce
fronteras geográficas o sociales y golpea a millones de menores también en los
países avanzados económicamente, porque hunde sus raíces en una cultura y en
unos comportamientos que no reconocen al niño como portador de derechos y como
persona a la que hay que escuchar con gran atención.
Una
cultura de paz tiene como primer paso la defensa de los derechos de los niños,
niñas y adolescentes, que debemos llevar profundamente anclada en nuestros
corazones, conscientes de que los niños y jóvenes de hoy serán los hombres y
mujeres que mañana podrán cambiar con sus actitudes y convicciones, todo tipo
de práctica que va en detrimento de la paz.
El
mejor antídoto: humanizar y luchar contra la indiferencia
Personalmente
estoy convencido de que uno de los mayores problemas que hoy vivimos es el de
la deshumanización. Nuestra sociedad con sus innegables avances ha olvidado
ciertas dimensiones que siguen siendo fundamentales al ser humano. Aunque el
centro de la temática actual es el hombre-mujer, no cabe duda que el avance
unilateral del progreso ha dejado en la sombra aspectos esenciales de su ser. Y
peor todavía, no debemos olvidar, que para muchos el problema es carecer de lo
mínimo necesario. Una cultura de la paz nos compromete a responder a las
necesidades básicas de nuestros semejantes.
Una
cultura de paz es ayudar a adquirir una adecuada jerarquía de valores que dé
sentido a la vida humana. Una cultura de paz debe favorecer el desarrollo de la
interioridad, del amor gratuito, de la entrega generosa. Una cultura de paz es
lograr que los jóvenes integren en su persona lo racional, con lo emotivo; los
sentimientos y los instintos, la voluntad y la fragilidad. Hoy es importante
que ofrezcamos una propuesta humanista integradora y con bases éticas ya que
uno de los mayores problemas que vivimos es la deshumanización en la que
estamos cayendo.
A
la deshumanización se suma la indiferencia. El Papa Francisco, en su mensaje
del día de la Paz del 2016 nos ponía en guardia de lo que llamaba la
globalización de la indiferencia. Puede ser que estemos bien informados, pero
todo queda en un conocimiento vago que no nos compromete ni despierta nuestra
compasión. Por eso el Papa nos invita a promover una cultura de la misericordia
para vencer la indiferencia y nos haga creativos en la búsqueda de acciones solidarias.
El
grito del pobre y el grito de la tierra
La
tierra es nuestra casa común, en ella nos realizamos como personas, nos
encontramos con los demás, descubrimos a Dios. El Papa Francisco, en la Laudato
Si, nos invita a partir de una perspectiva sistémica que nos hace sentirnos
miembros de dos comunidades. Por una parte, somos miembros de la humanidad y
por otra pertenecemos a la casa tierra. Si queremos construir una cultura
de paz debemos comprometernos con una ecología integral que responda a los
gritos de los pobres y al grito de la tierra.
Ambas
pertenencias nos comprometen éticamente y nos invitan a una conversión. Ambas
dimensiones deben estar presentes en nuestra cultura de la paz. Como miembros
de la humanidad estamos llamados al respeto de cada persona y a la defensa de
sus derechos, especialmente los de los pobres y más vulnerables.
Como
miembros de la tierra nuestra casa común, estamos llamados a vivir un nuevo
estilo de vida asentado en el cuidado, la compasión, la sobriedad compartida.
Una real alianza entre la humanidad y el ambiente. El auténtico desarrollo
humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana,
pero también debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la
naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado (LS.
5). Esto supone un cambio de una visión antropocéntrica a una visión
ecocéntrica, en la que nos sentimos todos en relación con todas las criaturas,
de acuerdo al nuevo paradigma que hoy se abre camino, y que con San Francisco
nos hace pedir al Señor: hazme un instrumento de la paz.
Conclusión
La paz es posible, viendo el panorama actual, parece un sueño y una utopía. Pero debemos confiar en la capacidad que todos tenemos de construir un mundo más humano inspirado en los valores del Evangelio en diálogo con todas las religiones y los hombres y mujeres de buena voluntad. Ojalá sea un día realidad y ojalá hayamos nosotros hecho posible esta bella visión de nuestro futuro: Llegará un día en que los niños aprenderán unas palabras que les costará comprender Los niños de la India preguntarán ¿Qué es el hambre? Los niños de Alabama preguntarán ¿Qué es la segregación racial? Los niños de Hiroshima preguntarán ¿Qué es la bomba atómica? y todos los niños de todas las escuelas se preguntarán ¿Qué es la guerra? y tú serás quién, habrá de responder: Son nombres de cosas caídas en desuso como las diligencias, como las galeras o la esclavitud. Esas palabras ya no quieren decir nada, por eso las retiramos del diccionario (Jean Debruyne).
Publicado
por Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...