Reflexión | MarÃa Guadalupe Muñoz/VN
Mirarnos como Dios nos mira
Algo
tan sencillo y tan cotidiano como el mirar se puede convertir en un aprendizaje
profundo y sumamente necesario en nuestro diario vivir. La espiritualidad del
Carmelo acentúa de manera especial el tema de la mirada. Tanto Teresa de
Jesús como Juan de la Cruz nos advierten acerca de la importancia del mirar,
mirarnos, mirarle, sabernos mirados por Dios y por el otro.
Teresa
de Jesús, en una de sus cuantiosas maneras de expresar lo que es oración, dice:
“No os pido ahora que penséis en Él ni que saquéis muchos conceptos ni que
hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os
pido más de que le miréis”; “mira que te mira”, “mirar al crucificado y se os
hará todo poco”. NOTA: No reduce la oración al habla, sino que nos hace
ver que también la mirada toma un punto central en el trato de amistad con Dios.
De
acuerdo a las diferentes culturas o jerarquÃas se nos enseña a mirar de una u
otra manera. Al Dios del antiguo Testamento no era posible mirarlo. Él
podÃa verlo todo, el hombre no podÃa más que bajar los ojos ante su presencia.
Cuando dos personas se miran mutuamente, se sienten expuestas a que el otro
conozca sus emociones, su estado de ánimo, se permiten de alguna manera ser
vulnerables ante su interlocutor.
La
mirada no es vacÃa sino expresiva. Por ello, muchas veces volteamos la mirada,
o no somos capaces de mirar al otro cuando nos sentimos avergonzados, cuando
vivimos una situación de mentira, enojo, incomodidad o falta de sinceridad.
Mirados
amorosamente por Dios
Hoy
dÃa, resueno mucho con Santa Teresa de Jesús y con la TeologÃa del
Cuerpo, hay que mirar hacia dentro, hay que atreverse a mirarnos,
atreverse a ponernos frente a frente. Y que esta mirada tenga una perspectiva
especial: LA AMABILIDAD.
El
punto de partida para mirar al otro con amabilidad, es sabernos mirados, primeramente,
por Dios. Juan de la Cruz dice que el mirar de Dios es amar. El mirar de Dios
es ya un amar, es regalarse y dejar algo en nosotros, regalarse en nosotros.
Cuando
Dios nos mira, nos ama. Cuando Dios nos ama, algo pasa en nosotros. En
ocasiones nos cuesta soportar la mirada de Dios, no porque sea dura, recia,
inquisidora, al contrario, sino porque es demasiado amor, es difÃcil comprender
por qué me ama a mÃ, siendo de la condición que soy, teniendo tal o cual
defecto, siendo tan pequeño y Él tan grande (Camino de la humildad); Él que se
abaja a mirar esta pequeña flor de su jardÃn dirÃa Teresa de Lisieux.
Ojo:
Nuestra mirada puede estar cargada de juicios, de historia, llena de las
experiencias de vida que hemos tenido, positivas y negativas, dulces y tristes.
Nos miramos asÃ, llenos de colores, de matices, de enfoques y también tenemos
la capacidad de mirarnos con amor.
Llevar
a la oración cómo nos mira
Mirarnos
en soledad, unidad, desnudez originaria y DESDE EL CORAZÓN significa que: Dios
nos invita a purificar nuestra mirada, a mirarnos de otra manera. Me gusta usar
el ejemplo de que Dios nos presta sus “lentes”, la lente de la vida
teologal: fe, esperanza y amor. Cuando miramos la realidad con los lentes
teologales, nuestra experiencia de vida cambia, se transforma, no puede quedar
igual… nos reconocemos DON.
Los
“lentes teologales”, nos permiten una mirada completa a nosotros mismos y
también mirar al otro Ãntegramente de modo progresivo. Ya no nos vemos
parcialmente, ya no vemos solo la careta, la faceta que nos gusta de nosotros o
del otro, o la que nos disgusta, la que brinca a nuestra vista casi de
modo automático, sino que alcanzamos a vernos “completitos”. Esta mirada nos
abre posibilidades, nos abre nuevos caminos esperanzadores, nuevos caminos
por los cuales dejarnos amar y posibilitarnos al amar intensamente.
La
mirada teologal no quita nuestros errores, es decir, la mirada teologal no es
solamente blanco o negro, no es dualista. La mirada teologal es incluyente, es
decir, yo no sólo soy blanco, también soy negro; no sólo soy enojón, también
soy alegre, etc. La mirada teologal permite incluir todo, permite tener
una mirada panorámica, y no parcial y reductiva de la otra persona. Esta
concepción incluyente, viene de la tradición hebrea. Hoy en dÃa se busca tener
esta mirada abierta al diálogo, abierta al encuentro de lo diferente, abierta a
salir de las viejas categorÃas de malo o bueno, que enjuician, encasillan y
aprisionan a las personas.
Mirarnos
como “Yo-Tú” y no como “eso-ello”
Edith
Stein, nos presenta de modo muy sencillo un esquema que nos puede ayudar a
iluminar este tema de la mirada. Élla dice que podemos relacionarnos de dos
maneras: Yo-Tú o Yo-ello.
Lo
que he logrado entender de este esquema es que en nuestra vida diaria
etiquetamos, reducimos, encerramos, limitamos al otro (Yo-ello). Cuando me
relaciono con el otro quedándome solamente con mis esquemas, cierro las
posibilidades de que me sorprenda, cierro las posibilidades de verlo con otros
ojos, para mà el otro se ha quedado en una “dea”, en una “imagen mental que no
siempre corresponde a la realidad, y mucho menos al plano de libertad, de
cambio, de esperanza, de fe, de la otra persona. Nuestros juicios, como decÃa
anteriormente, encierran a los otros, o más bien, nosotros nos encerramos
en nuestros juicios, le cerramos la puerta a muchas posibilidades de vida, a
muestras distintas de vivir, de amar.
Esto
también entra en el plano de relación con Dios. Mis imágenes, mis ideas de
Dios, no me dejan ver la novedad de Dios, la novedad del EspÃritu que está
impulsando nuevos modos de vida, nuevos modos de amarme, nuevos modos de
acogerme.
Mirarnos
más allá de nuestras limitaciones
No
cabe duda de que Dios nos da la gracia de mirar diferente, de ponernos sus
lentes, y que éstos no son sólo para unos pocos, están siempre disponibles para
todos. Dios siempre está con nosotros, nos capacita para la oración, para
la vida teologal.
La
fe, la esperanza y el amor son regalos que Dios nos ha dado para que vivamos en
plenitud, está en nosotros su gracia para tener esta mirada, mirada que vemos
plenamente en Jesús, mirada que abre posibilidades (Yo-Tú), que no encierra al
otro, al contrario, nos invita a mirarlo libre, libre para amar, libre para
dejarse transformar por el amor y vernos de esa misma manera, posibilitados
para una vida en plenitud de la mano de Jesús.
Por
tanto, mirarnos como Dios nos mira, es una invitación abierta a mirar con
amabilidad, es decir, ver en el otro y en nosotros mismos la capacidad de ser
amados y habilitados para amar. Dice Santa Teresa de Jesús que no todos somos
hábiles para el discurrir o el meditar, pero todos somos hábiles para amar. La
mirada teologal, en desnudez originaria, transforma, provoca, mueve, suscita
caminos de encuentro, de amistad, de paz, justicia y dignidad. Mirar al otro
como un Tú, me permite mirarme como un Yo; sà distintos, pero en condiciones de
personas libres y posibilitadas para la transformación personal y comunitaria,
poder hacer un nosotros.
Aprendamos
a gozar de la presencia del otro que es novedad, que es apertura, que es
libertad, gocémonos de la delicia del encuentro amistoso.
Publicado
por Vida Nueva
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