Mensajes | Patricia Ynestroza
El Papa en Urbi et Orbi recordó las guerras
y el hambre que sufre la humanidad
En su mensaje, el Papa dijo que estamos viviendo una grave carestía de
paz: Ucrania, Siria, Israel, Palestina, Haití y Líbano, algunos escenarios “de
esta tercera guerra mundial”. Recordó que toda guerra provoca hambre y usa la
comida misma como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que ya están
sufriendo. Un pensamiento a los migrantes y refugiados. También en el corazón
del Papa los marginados, las personas solas, los ancianos y huérfanos que
corren el riesgo de ser descartados.
El Papa en su mensaje Urbi et Orbi recordó los conflictos que afectan a
la humanidad y los países donde se muere de hambre. Al mencionar Ucrania, dijo
que desde que comenzó allí la guerra muchos países especialmente en el Cuerno
de África y Afganistán están en peligro de carestía. Pidió que hoy, mientras
disfrutamos la alegría de encontrarnos con nuestros seres queridos, en una mesa
bien preparada, pensemos en las familias que están más heridas por la vida, y
en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a
causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir.
Jesús nace entre nosotros: es Dios con nosotros
Que el Señor Jesús, nacido de la Virgen María, traiga a todos ustedes el
amor de Dios, fuente de fe y de esperanza; junto con el don de la paz, que los
ángeles anunciaron a los pastores de Belén: «¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra, paz a los hombres amados por él!» (Lc 2,14).
En este día de fiesta volvamos la mirada a Belén. El Señor vino al mundo
en una gruta y fue recostado en un pesebre para los animales, porque sus padres
no pudieron encontrar un albergue, a pesar de que a María le había llegado ya
la hora del parto. Vino a estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad
de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de
voces humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz
que alumbra el camino. «La luz verdadera, al venir a este mundo —dice el
Evangelio—, ilumina a todo hombre» (Jn 1,9).
“Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para
acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y
dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el
frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro
corazón para encontrar calor y amparo”.
Palabras del Papa Francisco en el mensaje Urbi et Orbi de este 25 de
diciembre, donde nos pide que, como los pastores de Belén, dejemos que nos
envuelva la luz y vayamos a ver el signo que Dios nos ha dado. Francisco nos
pidió que venzamos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la
fiesta que hacen olvidar quién es el homenajeado, que salgamos del bullicio que
anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a
contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros.
Adoremos al Príncipe de la Paz
Jesús, es nuestra paz; esa paz que el mundo no puede dar y
que Dios Padre dio a la humanidad enviando a su Hijo, recordó el Santo Padre
mencionando además a San León Magno, que tiene “una expresión que, en la
concisión de la lengua latina, resume el mensaje de este día: «Natalis
Domini, Natalis est pacis», «el Nacimiento del Señor es el Nacimiento de la
paz» (Sermón 6,5)”.
Jesucristo es también el camino de la paz, dijo en su
mensaje el Papa, Jesús con su encarnación, pasión, muerte y resurrección, abrió
el paso de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la
guerra, a un mundo abierto, libre para vivir en la fraternidad y en la paz.
Francisco nos pidió que sigamos esa senda, pero para ser capaces de seguir a
Jesús “debemos despojarnos de las cargas que nos lo impiden y que nos mantienen
bloqueados”.
Cargas que no nos permiten seguir a Jesús
Las cargas que nos impiden seguir al Príncipe de la Paz, son las mismas
pasiones negativas que impidieron que el rey Herodes y su corte reconocieran y
acogieran el nacimiento de Jesús, señaló Francisco: el apego al poder y al
dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira.
“Estas cargas imposibilitan ir a Belén, excluyen de la gracia de la
Navidad y cierran el acceso al camino de la paz. Y, en efecto, debemos
constatar con dolor que, al mismo tiempo que se nos da el Príncipe de la paz,
crudos vientos de guerra continúan soplando sobre la humanidad”.
Que sea la Navidad de Jesús y de la paz
“Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz”, dijo el
Papa, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha
nacido:
“Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en
cada rincón del mundo anhelan la paz”.
Francisco una vez más recordó a Ucrania, pidió que nuestra mirada se
llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta
Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la
destrucción ocasionada por diez meses de guerra.
Que abramos el corazón a Dios y que permitamos que el Señor nos disponga
a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están
sufriendo. Que Dios, dijo, ilumine las mentes de quienes tienen el poder de
acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata.
“Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las
lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”
El mundo necesita paz
En su mensaje Urbi et Orbi, el Papa Francisco recordó otros escenarios
de conflictos, algunos que llevan tiempo, algunos han sido olvidados por la
humanidad:
“Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también
en otras regiones, en otros escenarios de esta tercera guerra mundial. Pensemos
en Siria, todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero
que no ha acabado; pensemos también en Tierra Santa, donde durante los meses
pasados aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos.
Imploremos al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el
diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”.
Pidió que el Niño Jesús sostenga a las comunidades cristianas que viven
en todo el Oriente Medio, para que en cada uno de esos países se pueda vivir
“la belleza de la convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos
credos”. Francisco pidió al Niño Jesús que ayude al Líbano, para que, con el
apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y la
solidaridad pueda recuperarse.
Que Dios ayude a la región del Sahel, donde la convivencia pacífica
entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia.
Pidió por una tregua en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán,
para que cese todo derramamiento de sangre.
América Latina también en el corazón del Papa, pidió al Niño Jesús, que
inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad en
el continente americano, a esforzarse por pacificar las tensiones políticas y
sociales que afectan a varios países, recordó a Haití que está sufriendo hace
mucho tiempo.
La humanidad sufre de hambre
Francisco, pensando en este día, en el que se reúne la familia en una
mesa “bien preparada”, pidió no desviar la mirada de Belén, que significa “casa
del pan”, y cada uno piense en las personas que sufren hambre, sobre todo los
niños. Recordó una vez más, que, mientras se desperdician grandes cantidades de
alimentos y se derrochan bienes a cambio de armas, pueblos enteros sufren de
hambre.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania, poblaciones enteras en
Afganistán y los países del Cuerno de África, están sufriendo la carestía. Las
guerras provocan hambre, afirmó el Papa, y usan “la comida como arma,
impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo”.
Que, aprendiendo del Príncipe de la paz, afirmó, nos comprometámonos
todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—, para que
la comida no sea más que un instrumento de paz.
Un mundo enfermo de indiferencia
Francisco dijo, por último, que, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz
verdadera, viene a un mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge, más bien
lo rechaza, como ocurre hoy día con los extranjeros, o se le ignora a Jesús,
como pasa con los pobres.
"No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a
nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los
marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos que
corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos sólo por sus
errores y no como seres humanos".
Belén, afirmó, muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los
sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y
abierto como los pastores. Nos pide que como ellos, vayamos también
nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de
Dios que se hace hombre para nuestra salvación.
"Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna
nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús,
que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud. ¡Feliz
Navidad a todos!"
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