Fe y Vida | Gabriel Mª Otalora/FA
Oración y Adviento
Estamos
en unos tiempos de grandes cambios a todos los niveles. Incluso al nivel de las
fiestas tradicionales a las que están afectando los cambios sociológicos de
calado. Y la Navidad es una de ellas. La primacía religiosa ha dejado paso a
las luces y el consumismo; incluso las luces disminuyen por la crisis quedando
el regusto consumista cuyo pistoletazo de salida lo tenemos en el americanísimo
Black Friday (Viernes Negro) que ya es algo nuestro, donde nos ofrecen grandes
descuentos comerciales para estimular la fiebre de compras que empalma con el
periodo navideño desde el Adviento.
Los
que todavía queremos mantener el sentido religioso y litúrgico de estas fechas,
no lo tenemos fácil. Sin embargo, un ambiente a la contra nos viene bien, en
parte, para concienciarnos en ser más auténticos al sentirnos necesitados de
vivir la Navidad y el Adviento que comenzamos de otra manera más cristiana.
Hablamos
en liturgia de celebraciones, de celebrar esta o aquella fecha. Pero las
fiestas importantes se preparan para que salgan bien. De ahí la importancia del
Adviento para que la Navidad pueda serlo de verdad, en el sentido de crecer
nuestro conocimiento de Jesús, nuestro amor a Jesús, nuestro compromiso con Él
buscando la conversión hacia una vida nueva. Hemos de prepararla bien y por eso
dedicamos cuatro semanas para que esta gran fiesta deje huella en nosotros.
Escucharemos
en Adviento un mensaje fundamental: "Estad preparados, el Señor viene,
abridle las puertas, preparad el camino".
La
venida histórica de Jesús marcó un hito desde el cual se nos propone fiarnos de
la Palabra de Jesús y aspirar a más, a más vida, a otros valores que no sean
perecederos. Por tanto, el Adviento es un tiempo profético que reclama un acto
de fe y una decisión de caminar con mejor paso aprovechando la dimensión
interior donde Dios sale a nuestro encuentro para que nada nos detenga, nos
esclavice o nos estanque convirtiéndonos en personas mediocres crónicas.
La
espiritualidad del cristiano está marcada por la actitud de "Salir al
encuentro del Señor que viene". “Estad en vela, orad...”
Llevo
tiempo observando que, lo que es hacer se hace, pero no vemos demasiado fruto:
los templos se vacían, las posturas se radicalizan, estamos divididos en
modelos de Iglesia cada vez más marcados donde el Papa Francisco tiene menos
predicamento dentro que fuera. A veces nuestra casa recuerda la torre de Babel
más que una comunidad de hermanos. La realidad global es compleja y cambiante,
ciertamente, pero la falta de oración nos debilita en un mundo orientado a la
acción, a la novedad y a la superficialidad sin espacio para la contemplación.
Yo
añadiría la necesidad de ponernos a la escucha para enmarcar bien el Adviento:
“Sin mí no podéis hacer nada”. Orad, porque sin mí no podéis hacer nada.
El
salmo 121, por ejemplo, es propicio para el primer domingo de Adviento. Es muy
conocido porque lo cantamos en las Eucaristías expresando la alegría del
peregrino que sabe que está de camino hacia la Casa del Padre. Los umbrales de
Jerusalén son los de la Iglesia comunidad en la fe. La Iglesia pueblo de Dios,
nosotros, como las manos de Dios que vivan y acerquen la Buena Noticia.
Adviento como tiempo de oración por la Iglesia, para que seamos, como Jesús,
fuerza de salvación y tiempo de esperanza.
Es
verdad que, junto a los buenos deseos, el sufrimiento es difícil de aceptar y
de entender. Pero nuestros sufrimientos -escribe la santa Madre Teresa de
Calcuta- son como caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos
volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que
controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos
confiar plenamente en Él.
Son
muchos los males que afligen al mundo y a nuestra propia vida, pero eso no debe
llevarnos al pesimismo, sino al esfuerzo por la victoria del bien en cada
momento, con el prójimo como referencia fundamental… puestos los ojos en Jesús.
Y en esta lucha por el bien, el Adviento nos reclama con fuerza la necesidad de
orar.
Publicado
por Feadulta.com (Eclesalia)
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