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    miércoles, 4 de enero de 2023

    Todo pertenece al amor


    Papa Francisco | Gustavo Guzmán/DC

     


    Todo pertenece al amor

     

    La carta Apostólica Todo pertenece al amor del Papa Francisco recogen la herencia que dejo Franciscos de Sales, hace cuatro siglos fecha que data del 28 de diciembre de 1622 en Lyon. En esta carta el Papa destaca lo siguiente: «Tan pronto como el hombre fija con alguna atención su pensamiento en la consideración de la divinidad, siente cierta dulce emoción en su corazón, que muestra que Dios es Dios del corazón humano».


    Esta carta Apostólica da una respuesta hermosa en lo que refiere a Dios en llegar al amor verdadero: “La experiencia de Dios es una evidencia del corazón humano. Esta no es una construcción mental, más bien es un reconocimiento lleno de asombro y de gratitud, que resulta de la manifestación de Dios. En el corazón y por medio del corazón es donde se realiza ese sutil e intenso proceso unitario en virtud del cual el hombre reconoce a Dios y, al mismo tiempo, a sí mismo, su propio origen y profundidad, su propia realización en la llamada al amor. Descubre que la fe no es un movimiento ciego, sino sobre todo una disposición del corazón”.  Cuando reconocemos a Dios nos reconocemos a nosotros mismos y en ese sí verdadero la fe es apertura al amor, al crecimiento para todos los que nos rodean y llena de felicidad a quien lo ha encontrado.


    Seguimos profundizando en esta carta apostólica dedicada a San Francisco de Sales, “A través de ella el hombre confía en una verdad que se presenta a la conciencia como una “dulce emoción”, capaz de suscitar un correspondiente e irrenunciable bien-querer por cada realidad creada, como a él le gustaba decir”. En pocas palabras las emociones de paz llena la conciencia hace que todo sea perfecto en Cristo nuestro salvador.


    Otra mención digna de ver es la última estadía a la que refiere el Papa Francisco en Lyon para la fiesta de san Esteban antes de su muerte: «El amor es lo que da valor a nuestras obras. Os digo más aún: una persona que sufre el martirio por Dios con una onza de amor, merece mucho, pues la vida es lo más que se puede dar; pero si hay otra persona que sólo sufre un golpe con dos onzas de amor tendrá mucho más mérito, porque la caridad y el amor son los que dan el valor a nuestras obras». Estamos llamados a trabajar en dos frentes para que el bien obrar sea una respuesta de santidad para cada cristiano en estos tiempos, tan seculares.


    Sobre la contemplación nos dice lo siguiente: “Sabéis o debéis saber que la contemplación es mejor que la acción y la vida activa; pero si en esta hay más unión [con Dios], entonces es mejor que aquella. Si una hermana que está en la cocina manejando la sartén junto al fuego tiene más amor y caridad que otra, el fuego material no le quitará el mérito, al contrario, le ayudará y será más grata a Dios. Con bastante frecuencia se está tan unido a Dios en la acción como en la soledad”. En la actualidad debemos ser capaces de encontrar formas de estar a solas con Dios, pero si tu corazón trabaja lleno de amor por el reino también encontraras los méritos para la santidad.


    El Papa Francisco dice lo siguiente en esta carta Apostólica: Esta es la verdadera pregunta que disipa instantáneamente toda rigidez inútil o todo repliegue sobre sí mismo: interrogarse en todo momento, en toda decisión, en toda circunstancia de la vida dónde reside el mayor amor. No es casualidad que san Francisco de Sales haya sido llamado por san Juan Pablo II «doctor del amor divino», no fue sólo porque escribió un magnífico Tratado sobre este tema, sino sobre todo porque fue testigo de ese amor.


    Sobre las dimensiones del amor refiere lo siguiente: “La primera es precisamente la vida espiritual, porque es en la oración humilde y perseverante, en la apertura al Espíritu Santo, que se puede tratar de comprender y de expresar al Verbo de Dios. Los teólogos se fraguan en el crisol de la oración. La segunda dimensión es la vida eclesial: sentir en la Iglesia y con la Iglesia. También la teología se ha visto afectada por la cultura individualista, pero el teólogo cristiano elabora su pensamiento inmerso en la comunidad, partiendo en ella el pan de la Palabra. La reflexión de Francisco de Sales, al margen de las disputas entre las escuelas de su época, y aun respetándolas, nace precisamente de estos dos rasgos constitutivos”. Para vivir una vida de santidad es necesaria la vida espiritual, pero en comunidad, en la iglesia, es decir salir de lo individual y asumir el llamado del amor cristiano.


    El descubrimiento de un mundo nuevo

    Una mirada al nuevo tiempo que hoy es necesario también observar: “cambio de época, al que era necesario responder con lenguajes antiguos y nuevos. Ciertamente, no era la primera vez que encontraba cristianos fervorosos, pero se trataba de algo distinto” … “Un mundo que estaba sediento de Dios”. Sin lugar a equivocaciones hoy más que nunca los valores cristianos de siempre deben emerger, esto de la mano de lo nuevo sin cerrar la brecha de que hoy la gente tiene sed de Dios y la pregunta es: ¿Qué es eso nuevo que necesitamos?, podemos partir de esta carta Apostólica que el Papa Francisco pone en nuestras manos para encontrar la respuesta.


    La caridad hace todo por sus hijos

    La respuesta es la caridad nos dice esta carta Apostólica: “El mundo se está volviendo tan delicado, que dentro de poco nadie se atreverá más a tocarlo, sino con guantes de seda, ni a medicar sus llagas, sino con cataplasmas de cebolla; pero, ¿qué importa, si los hombres son curados y, en definitiva, salvados? Nuestra reina, la caridad, hace todo por sus hijos» No era algo que se daba por sentado, ni mucho menos una rendición final frente a una derrota. Se trataba, más bien, de la intuición de un cambio que estaba en curso y de la exigencia, totalmente evangélica, de comprender cómo poder habitarlo”. Es tiempo da salir al encuentro de los hermanos que esperan por nosotros.


    Las preguntas de un cambio de época

    Sobre la época nos dice el Papa Francisco: “una Iglesia no autorreferencial, libre de toda mundanidad, pero capaz de habitar el mundo, de compartir la vida de la gente, de caminar juntos, de escuchar y de acoger”. Es lo que realizó Francisco de Sales leyendo su época con ayuda de la gracia. Por eso, él nos invita a salir de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por las estructuras, por la imagen social, y a preguntarnos más bien cuáles son las necesidades concretas y las esperanzas espirituales de nuestro pueblo”. Debemos mantener los valores de la iglesia, eso no quiere decir que veamos a la gente como pecadores y nosotros santos, debemos ser capaces de escuchar e ir al encuentro de toda la sociedad.


     La brisa y las alas

    Sobre lo recibido en gracia, la Carta Apostólica nos dice: “esta gracia nunca hace al hombre pasivo, sino que lleva a comprender que estamos precedidos radicalmente por el amor de Dios, y que su primer don consiste precisamente en haber recibido su mismo amor. Pero cada uno tiene el deber de cooperar en su propia realización, desplegando con confianza las propias alas a la brisa de Dios”. Los cristianos siempre que descubrimos el amor de Dios nos quedamos en el éxtasis de ese momento, estamos llamamos a volar y cooperar en nosotros y en todo el pueblo de Dios.


    En palabras practicables el Papa nos habla de los riesgos del mundo: «el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida». Entonces es hora de salir en este año 2023 al encuentro del Reino de Dios en nuestros corazones, sin individualismo, sin pensar solo en nosotros, más bien el colectivo en sanar al pueblo, escuchando sus necesidades, siendo caritativos y sobre todo llevar la buena nueva de Jesús que es amor, así como San Francisco de Sales supo encontrar la respuesta hace cuatro siglos, no pares de buscar la respuesta el Espíritu Santo espera por ti.


    Publicado por Diario Católico


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