Papa Francisco | Gustavo Guzmán/DC
Todo pertenece al amor
La
carta Apostólica Todo pertenece al amor del Papa Francisco recogen la herencia
que dejo Franciscos de Sales, hace cuatro siglos fecha que data del 28 de
diciembre de 1622 en Lyon. En esta carta el Papa destaca lo siguiente: «Tan
pronto como el hombre fija con alguna atención su pensamiento en la
consideración de la divinidad, siente cierta dulce emoción en su corazón, que
muestra que Dios es Dios del corazón humano».
Esta
carta Apostólica da una respuesta hermosa en lo que refiere a Dios en llegar al
amor verdadero: “La experiencia de Dios es una evidencia del corazón humano.
Esta no es una construcción mental, más bien es un reconocimiento lleno de
asombro y de gratitud, que resulta de la manifestación de Dios. En el corazón y
por medio del corazón es donde se realiza ese sutil e intenso proceso unitario
en virtud del cual el hombre reconoce a Dios y, al mismo tiempo, a sà mismo, su
propio origen y profundidad, su propia realización en la llamada al amor.
Descubre que la fe no es un movimiento ciego, sino sobre todo una disposición
del corazón”. Cuando reconocemos a Dios
nos reconocemos a nosotros mismos y en ese sà verdadero la fe es apertura al
amor, al crecimiento para todos los que nos rodean y llena de felicidad a quien
lo ha encontrado.
Seguimos
profundizando en esta carta apostólica dedicada a San Francisco de Sales, “A
través de ella el hombre confÃa en una verdad que se presenta a la conciencia
como una “dulce emoción”, capaz de suscitar un correspondiente e irrenunciable
bien-querer por cada realidad creada, como a él le gustaba decir”. En pocas
palabras las emociones de paz llena la conciencia hace que todo sea perfecto en
Cristo nuestro salvador.
Otra
mención digna de ver es la última estadÃa a la que refiere el Papa Francisco en
Lyon para la fiesta de san Esteban antes de su muerte: «El amor es lo que da
valor a nuestras obras. Os digo más aún: una persona que sufre el martirio por
Dios con una onza de amor, merece mucho, pues la vida es lo más que se puede
dar; pero si hay otra persona que sólo sufre un golpe con dos onzas de amor
tendrá mucho más mérito, porque la caridad y el amor son los que dan el valor a
nuestras obras». Estamos llamados a trabajar en dos frentes para que el bien
obrar sea una respuesta de santidad para cada cristiano en estos tiempos, tan
seculares.
Sobre
la contemplación nos dice lo siguiente: “Sabéis o debéis saber que la
contemplación es mejor que la acción y la vida activa; pero si en esta hay más
unión [con Dios], entonces es mejor que aquella. Si una hermana que está en la
cocina manejando la sartén junto al fuego tiene más amor y caridad que otra, el
fuego material no le quitará el mérito, al contrario, le ayudará y será más
grata a Dios. Con bastante frecuencia se está tan unido a Dios en la acción
como en la soledad”. En la actualidad debemos ser capaces de encontrar formas
de estar a solas con Dios, pero si tu corazón trabaja lleno de amor por el
reino también encontraras los méritos para la santidad.
El
Papa Francisco dice lo siguiente en esta carta Apostólica: Esta es la verdadera
pregunta que disipa instantáneamente toda rigidez inútil o todo repliegue sobre
sà mismo: interrogarse en todo momento, en toda decisión, en toda circunstancia
de la vida dónde reside el mayor amor. No es casualidad que san Francisco de
Sales haya sido llamado por san Juan Pablo II «doctor del amor divino», no fue
sólo porque escribió un magnÃfico Tratado sobre este tema, sino sobre todo
porque fue testigo de ese amor.
Sobre las dimensiones del amor refiere lo
siguiente: “La primera es precisamente la vida espiritual, porque es en la
oración humilde y perseverante, en la apertura al EspÃritu Santo, que se puede
tratar de comprender y de expresar al Verbo de Dios. Los teólogos se fraguan en
el crisol de la oración. La segunda dimensión es la vida eclesial: sentir en la
Iglesia y con la Iglesia. También la teologÃa se ha visto afectada por la
cultura individualista, pero el teólogo cristiano elabora su pensamiento
inmerso en la comunidad, partiendo en ella el pan de la Palabra. La reflexión
de Francisco de Sales, al margen de las disputas entre las escuelas de su
época, y aun respetándolas, nace precisamente de estos dos rasgos
constitutivos”. Para vivir una vida de santidad es necesaria la vida
espiritual, pero en comunidad, en la iglesia, es decir salir de lo individual y
asumir el llamado del amor cristiano.
El
descubrimiento de un mundo nuevo
Una
mirada al nuevo tiempo que hoy es necesario también observar: “cambio de época,
al que era necesario responder con lenguajes antiguos y nuevos. Ciertamente, no
era la primera vez que encontraba cristianos fervorosos, pero se trataba de
algo distinto” … “Un mundo que estaba sediento de Dios”. Sin lugar a
equivocaciones hoy más que nunca los valores cristianos de siempre deben
emerger, esto de la mano de lo nuevo sin cerrar la brecha de que hoy la gente
tiene sed de Dios y la pregunta es: ¿Qué es eso nuevo que necesitamos?, podemos
partir de esta carta Apostólica que el Papa Francisco pone en nuestras manos
para encontrar la respuesta.
La
caridad hace todo por sus hijos
La
respuesta es la caridad nos dice esta carta Apostólica: “El mundo se está
volviendo tan delicado, que dentro de poco nadie se atreverá más a tocarlo,
sino con guantes de seda, ni a medicar sus llagas, sino con cataplasmas de
cebolla; pero, ¿qué importa, si los hombres son curados y, en definitiva,
salvados? Nuestra reina, la caridad, hace todo por sus hijos» No era algo que
se daba por sentado, ni mucho menos una rendición final frente a una derrota.
Se trataba, más bien, de la intuición de un cambio que estaba en curso y de la
exigencia, totalmente evangélica, de comprender cómo poder habitarlo”. Es
tiempo da salir al encuentro de los hermanos que esperan por nosotros.
Las
preguntas de un cambio de época
Sobre
la época nos dice el Papa Francisco: “una Iglesia no autorreferencial, libre de
toda mundanidad, pero capaz de habitar el mundo, de compartir la vida de la
gente, de caminar juntos, de escuchar y de acoger”. Es lo que realizó Francisco
de Sales leyendo su época con ayuda de la gracia. Por eso, él nos invita a
salir de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por las estructuras, por
la imagen social, y a preguntarnos más bien cuáles son las necesidades
concretas y las esperanzas espirituales de nuestro pueblo”. Debemos mantener
los valores de la iglesia, eso no quiere decir que veamos a la gente como
pecadores y nosotros santos, debemos ser capaces de escuchar e ir al encuentro
de toda la sociedad.
La brisa y las alas
Sobre
lo recibido en gracia, la Carta Apostólica nos dice: “esta gracia nunca hace al
hombre pasivo, sino que lleva a comprender que estamos precedidos radicalmente
por el amor de Dios, y que su primer don consiste precisamente en haber
recibido su mismo amor. Pero cada uno tiene el deber de cooperar en su propia
realización, desplegando con confianza las propias alas a la brisa de Dios”.
Los cristianos siempre que descubrimos el amor de Dios nos quedamos en el
éxtasis de ese momento, estamos llamamos a volar y cooperar en nosotros y en
todo el pueblo de Dios.
En
palabras practicables el Papa nos habla de los riesgos del mundo: «el gran
riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una
tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda
enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida
interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los
demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza
la dulce alegrÃa de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los
creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y
se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida». Entonces es hora de
salir en este año 2023 al encuentro del Reino de Dios en nuestros corazones,
sin individualismo, sin pensar solo en nosotros, más bien el colectivo en sanar
al pueblo, escuchando sus necesidades, siendo caritativos y sobre todo llevar
la buena nueva de Jesús que es amor, asà como San Francisco de Sales supo
encontrar la respuesta hace cuatro siglos, no pares de buscar la respuesta el
EspÃritu Santo espera por ti.
Publicado
por Diario Católico
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