Jueves de Cine | Juan Orellana
Una buena persona. Un dramón de hondo calado
Allison
(Florence Pugh) está a punto de casarse con Nathan (Chinaza Uche). Ambos
rebosan felicidad. Un día, cuando Allison va en coche con sus futuros cuñados
para enseñarles su vestido de novia, se distrae con el navegador del móvil y se
estrella contra una excavadora. Solo Allison sobrevive, hiriéndose gravemente.
El proyecto de boda se evapora. Pero un dolor mucho más intenso que el físico
es el sentimiento de culpa, que le empuja a huir de sí misma hasta caer en una
terrible adicción a los narcóticos. La madre de Allison trata de ayudarla
torpemente, porque tampoco ella está bien. En medio de sus infructuosos
intentos por salir del infierno en el que vive, Allison se va a encontrar con
un ángel de la guarda: el padre de Nathan, Daniel (Morgan Freeman), al que la
muerte de su hija le ha hecho recaer en la bebida. En medio de estas tragedias
está Ryan (Celeste O’Connor), la sobrina de Nathan, que se ha quedado huérfana
tras el accidente y de la que se ha hecho cargo el abuelo. A todos estos
personajes el fatal accidente les ha abierto las puertas del abismo, a cada uno
de manera diferente. Y todos se necesitan para hallar un camino de sanación.
Siguiendo
la metáfora de los trenes, tan recurrente en el filme, se puede decir que la
película es un recorrido a través de la devastación humana buscando la luz que
indique el final del túnel. Todos los personajes están en él, pero unos muy
dentro y otros muy cerca ya de la boca del mismo, casi bañados por la
prometedora luz del día. Allison es la que está más metida en el túnel, y lo
está porque nunca ha reconocido que ella fue la culpable del accidente por
mirar el móvil. Pero lo sabe y ese secreto la tiene anclada en la oscuridad más
profunda. La culpa y el perdón son los ingredientes fundamentales de este plato
tan nutritivo como dificultoso de digerir.
La película
oscila entre el drama realista y el melodrama, y se sostiene muy bien gracias a
un guion inteligente y profundo y unas interpretaciones memorables. En este
sentido, el trabajo de Florence Pugh es probablemente el mejor de su carrera
hasta ahora, abriendo un abanico de registros impresionante. Morgan Freeman,
por su parte, hace lo de siempre: un trabajo perfecto. Por su parte, Celeste
O’Connor es toda una revelación.
La película
está dirigida y escrita por el polifacético actor y director Zach Braff (Algo en común, Un golpe con estilo…),
que también la produce junto a Florence Pugh, de la que fue novio varios años.
Cuenta con una magnífica partitura de Bryce Dessner (Cyrano),
un estupendo elenco de canciones y una excelente fotografía del italiano Mauro
Fiore (Avatar). En fin, una película densa y bien planteada,
con hondos conflictos morales razonablemente bien desarrollados y con un
horizonte de esperanza no precisamente ingenuo.
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