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    jueves, 8 de junio de 2023

    Celebrar Corpus Christi hoy


    Acompañamiento Espiritual | P. Sunday Tor, Msscc

     


    Celebrar Corpus Christi hoy

     

    La fiesta de Corpus Christi data del siglo XIII. Es la fiesta con la cual se celebra la presencia viva, real y continua de Cristo en la eucaristía. En ella, Jesús el pan vivo bajado del cielo, se ofrece así mismo, a su cuerpo para la vida del mundo (Jn 6, 51)”.

     

    Como narra el evangelista, aquella noche, tomó pan, dio las gracias, lo partió y lo dio a sus amigos diciendo: “Este es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía”. Luego, hizo lo mismo con la copa del vino: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Mt 26, 26-28).

     

    Con estas estas palabras y gestos, Jesús instituyó lo que hoy se conoce como el sacramento de la eucaristía en que el pan y el vino se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. La Iglesia aprecia de tal manera este sacramento que, en Unitatis redintegratio, lo describe como “la fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura” (Concilio Vaticano II 1965: 15).

     

    En la eucaristía, como en la última cena, Jesús es el anfitrión que prepara el banquete e invita a todos para compartir juntos de la misma mesa. Los alimentos que ofrece para ser consumidos son su propio cuerpo y sangre (Jn 6, 51. 54). Bajo las especies de pan y de vino, es el mismo Cristo que se da a sí mismo. Con razón pregunta san Pablo: “la copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?” (1Co 10, 17).

     

    Cristo se parte y se reparte en el pan y el vino para estar siempre con los suyos. En este sentido, “…la entrega de Jesús no termina en el pan y el vino; va destinada más bien a los comensales. Intencionalidad primera del gesto y de las palabras no es convertir el pan en el cuerpo y el vino en la sangre... Su objetivo es el encuentro personal con los que se sientan a la mesa” (Espeja 2003: 96).

     

    Celebrar hoy el Corpus Christi tiene muchas consecuencias sobre los creyentes. Dentro de ellos, puede citarse el asumir el reto del encuentro permanente con Cristo ya que, en las especies de pan y vino, el Resucitado se hace presente compartiendo su vida, muerte y resurrección con los miembros de la comunidad y recrear el estilo de vida del Aquel que se dio y se da en el hoy del mundo.

     

    Además, celebrar el Corpus Christi debe llevar a asumir el reto de vivir en una comunidad fraterna. El cuerpo y la sangre de Cristo forjan, por así decir, la unidad de la comunidad. Como dice el apóstol: “puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Co 10,18). En este sentido, la celebración del Corpus Christi debe llevar a la edificación de la comunidad fraterna. Con razón, Espeja dice que “con su vida y su martirio Jesús derribó el muro que separaba a los pueblos. Comer y ver el espíritu que animó aquella vida y aquel martirio significa salir de la propia tierra para compartir con los demás…” (2003: 98).

     

    Finalmente, celebrar el Corpus Christi debe ser para cada creyente una invitación a romperse, triturarse, partirse para los demás, y en especial, para los más necesitados. De allí que parece coherente pensar que no hay separación entre el sacramento del altar y el sacramento del hermano sufriente. La fiesta del Corpus Christi lleva así a auto-donarse como Cristo para que los demás, especialmente los pobres y marginados tengan vida (Lc 9, 13; Jn 10, 10).

     

    Ya para terminar, se diría que la fiesta del Corpus Christi abre la puerta a la comunión permanente con Cristo y, en Él, con el más necesitado.


    ADH 879





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