Reflexiones | Telésforo Isaac
Similitud
de política y religión
En verdad, aunque sea
mínimamente, existen rasgos de similitud entre la práctica de un político
parlanchín y un locuaz predicador cristiano. Tal semejanza queda evidenciada
cuando el político socava con argumentos falsos a sus propios partidarios, en
lugar de orientarlos; y cuando el predicador, en sus sermones, habla más del
diablo que de Dios.
El político es,
generalmente, una persona con voluntad, aspiraciones y deseos de captar
comunidades y pueblos para convencerlos, conseguir su apoyo, a fin de obtener
poder para gobernarlos.
El predicador es un
ministro cristiano que pronuncia sermones bíblicos-teológicos a una
congregación o al pueblo, sobre asuntos religiosos de índole moral y social.
Frecuentemente, se dan
casos de políticos, que aun siendo del mismo partido, actúan de manera
discordante, contenciosa y atacan negativamente a los dirigentes y otros
miembros de su propia organización, con o sin razón. Estos ataques no deben ser
expresados de manera pública, sino en el seno del núcleo o en reuniones
convocadas por la agrupación política.
Tal como lo hacen los
aviesos políticos, que desafían a los dirigentes y a sus propios compañeros de
partido; el predicador, consciente o inconsciente, habla más del diablo en sus
sermones que de las bondades del Dios Trino, que adoran los miembros de su
afiliación religiosa.
El político quejoso,
es aquel que busca endilgar cosas y casos que, divulgándolos públicamente, van
en detrimento de la causa del dirigente o del partido al que pertenece. Es su
deber sostener y tratar de enmendar con buenas intenciones, con solidaridad y
con discreción.
El predicador que
habla más de demonios y del infierno, que, del perdón de Dios, la fe, la
esperanza y el amor, ofrece un desagradable e inverosímil testimonio del
ministerio de perdón, la reconciliación, la gracia y misericordia de Dios.
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