La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)
La visión de mi
padre sobre tener “casa propia”
Cada
vez que tengo la oportunidad, aprovecho este espacio para rendir tributo a mi
padre en fecha aproximada al 27 de febrero, que en República Dominicana implica
un aniversario más de nuestra independencia, pero para mí, en forma adicional,
es un aniversario más de su muerte.
Las
pocas veces que escribo sobre él es para recordar algunas de sus enseñanzas,
las cuales nos inculcó desde temprano, pues su estado de salud le indicaba que
moriría antes de tiempo, dejando a cuatro hijos adolescentes.
Nuestra
familia, de origen pobre, tenía la fortuna de poseer “casa propia”; nada
suntuosa, pero sí un espacio, sin título, en un barrio marginado, del cual
nadie nos podría desalojar. Esa, para mi padre, era su mayor realización
personal.
Estando
enfermo, siempre nos decía: “si tienen que buscar dinero para mi tratamiento,
hagan todo lo posible, pero nunca hipotequen la casa”. Su insistencia era
constante, comprometerse económicamente, pero sin que ello implicara poner la
casa en garantía. Era enfático en decirnos que, con techo propio, podríamos
hasta pasar hambre, pero con la seguridad de que tendríamos donde dormir cada
noche.
Tras
su muerte, mi madre continuó a cargo de los gastos del hogar con un pequeño
negocio de “fantasía” o tiendita de venta de diversos artículos. Vivía tomando
créditos de los suplidores para abastecerse y continuar vendiendo, pero sola.
No volvió a casarse, a pesar de haber enviudado con 46 años de edad y con
cuatro hijos adolescentes durante la segunda mitad de los años 80.
Fuimos
avanzando y, “arañando”, emprendimos una mejora de la casa para cambiar el
techo de zinc por concreto y ampliar algunas áreas. En el proceso, se agotó el
dinero disponible y la construcción estaba a “medio talle”, como se dice
regularmente.
Pasaron
varios meses y decidimos recurrir a un financiamiento con “el prestamista del
barrio”. Éste, muy amable, nos llevó un documento que consistía en un acto de
venta donde se hacía constar que le estábamos vendiendo la casa por el valor
del préstamo que nos estaba concediendo. Puede verse exagerado, pero esa es la
forma en que los prestamistas del barrio lo hacen cuando es con un bien
inmobiliario en garantía.
Recuerdo
que nos dejó el documento para que lo firmáramos todos, es decir, mi madre y
los cuatro hermanos. Debíamos pagar una tasa de interés de 10% mensual por un
préstamo cuyo monto era apenas el 15% del valor que tenía el inmueble que pondríamos
en garantía.
Solos
en la casa, con el acto notarial, ya teníamos la decisión de firmar, pues
entendíamos que pagaríamos las cuotas y saldaríamos el préstamo con el cual
considerábamos que podíamos terminar la remodelación y ampliación en proceso.
Nunca
olvido que estábamos mis dos hermanas, mi hermano y yo en el patio, mientras mi
madre hacía algunas cosas en la cocina. Teníamos el lapicero y el documento en
un banquito que los cuatro rodeábamos mirándolo antes de proceder con la firma.
En
eso, de forma repentina, pero positiva y directamente acertada, me llegó a la
mente las tantas veces que mi padre, José Antonio, cariñosamente René, decía:
que “nunca” hipotecáramos la casa; incluso, ni siquiera para costear su
tratamiento de salud, lo cual implicaba su propia vida.
Me
puse de pies y le dije a mis hermanos: “No. No vamos a firmar ese documento, no
vamos a hipotecar la casa. Eso es algo que nuestro padre nunca nos perdonaría.
Además, corremos el riesgo de perderla”. Parece que todos pensábamos igual y
que solo faltaba alguno de nosotros para decirlo, pues de inmediato mis tres
hermanos respondieron al unísono en apoyo a mi posición y cuando fuimos a la
cocina a decirle nuestra posición a mi madre, ella, llorando, nos abrazó y se
alegró. Solo atinó a decir: “terminaremos la construcción cuando Dios quiera,
con nuestro propio esfuerzo”. Y así fue.
Y
como lo bueno se hereda, recuerdo que hace pocos años mi hijo estaba listo para
casarse, le pregunté qué esperaba y me dijo: No me casaré hasta tener “casa
propia”. Eso me motivó a ayudarle con el inicial de un apartamento cuya compra
completó con un crédito hipotecario. Se casó con vivienda propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...