Evangelización | Carlos Pérez Laporta
El Hijo del hombre va a ser entregado.
Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos
Martes de la 7ª semana de tiempo ordinario / Marcos 9,
30-37
Evangelio: Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron
Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus
discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo
preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido
quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo
abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre me
acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha
enviado».
Comentario
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos». Antes de la creación Dios no era el primero,
porque no había nada que pudiese ser considerado segundo o tercero. Dios era el
único. Pero quiso ser primero, porque quiso que hubiese un mundo, y unos
hombres. Para ser primero —esto es, Dios de la creación— se hizo el último de
la creación, se hizo destino de la creación: para que todo existiese, existiese
por sí mismo y en libertad, tuvo Dios que esconderse, hacer como si no
existiera. Hizo a los hombres e interpuso todo un mundo entre los hombres y
Dios, para que le buscaran si así lo querían. Para que los hombres pudieran
existir por sí mismos, separados de Él y elegir libremente si ser ellos los
primeros o buscar al primero de la creación como si fuese el último, Dios tuvo
que renunciar a su poder y ponerse a servir a la creación sosteniendo la vida y
haciéndola hermosa. Dios quiso ser el primero al ser descubierto en su servicio
de amor a los hombres, convirtiéndose en el último.
Del mismo modo, Jesús quiso ser el primero entre los
hombres, para llevarlos a conocer a Dios. Quiso que todos le siguieran. Y para
eso tuvo que hacerse el último en la cruz, para pordiosear a todos los hombres
su amor. Quiso regir el mundo a través del amor, a través de la impotencia de
la Cruz.
Ahora pide a los discípulos que renuncien al poder. La
Iglesia tendrá siempre la tentación de querer salvar el mundo a través de su
poder. Poder espiritual de regir las conciencias. Poder moral y poder jurídico
sobre sus miembros. Pero no está ahí la salvación, tan solo orden y control. No
hay salvación fuera de la impotencia de la Cruz y del servicio del amor.
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