Convivencia | Andrea Tornielli
Las palabras de Siri y los
“leones del teclado”
En 1972, el
cardenal arzobispo de Génova comentaba para los futuros sacerdotes el mandamiento
de Jesús “Amen a sus enemigos” y recordaba que ninguna buena causa que defender
puede mezclarse con la antipatía o el odio. Declaraciones esclarecedoras sobre
el estilo de los cristianos que utilizan las redes sociales
Ninguna buena
causa que defender puede mezclarse con la antipatía ni con el odio, porque la
indicación que nos dio Jesús es amar incluso a nuestros enemigos. Fueron
palabras pronunciadas hace más de medio siglo, cuando no existían los blogs ni
las redes sociales, pero resultan esclarecedoras para leer la realidad de hoy.
El audio de su homilía restituye su voz alta y clara: celebrando ordenaciones
en el Seminario de Génova el 26 de febrero de 1972, el cardenal arzobispo
Giuseppe Siri comenta las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio de Mateo
y explica que “si queremos seguir a Cristo... debemos destruir en nuestras
almas toda moción de antipatía por cualquier motivo”.
El cardenal
decía a los futuros sacerdotes: “Queridos, llamo la atención de todos ustedes
sobre la gravedad, la solemnidad, la perentoriedad absoluta, inderogable,
irreversible del pasaje evangélico que hemos leído, que se reduce a esto: amen
a sus enemigos. Es lo más difícil que nos pide la Ley de Dios: no sólo
perdonar, esto está implícito, Jesús lo dijo muchas veces y quizá sea el punto
en el que más se detuvo. No sólo perdonar, no sólo olvidar, no sólo fingir no
entender: amar. ¿Entienden?”.
Siri
continuaba: “El hecho de amar a nuestros enemigos no hace que la mirada
converja sobre los enemigos... sino sobre nosotros. Por eso, en este mundo, si
queremos estar con Cristo, no podemos considerar a nadie antipático. A nadie.
Debemos destruir en nuestra alma toda moción de antipatía por cualquier
motivo... Por lo tanto, no hay ninguna causa en la que podamos dejarnos llevar
por el entusiasmo, por el fanatismo, por el afán del cruzado de defender quién
sabe qué... incluso cuando tenemos una buena causa que defender, incluso cuando
tenemos las razones más graves, más grandes de nuestro ministerio, de nuestro
deber de defender las cosas de Dios, no podemos mezclar todo esto ni con la
antipatía ni – con una razón más fuerte – con el odio”.
Para el
cardenal, “todas las causas – este es uno de los elementos confusos de nuestro
tiempo – todas las causas, incluso las buenas, son todas – o casi todas –
reivindicadas con odio. Y quien tiene esto, ¿cómo puede entrar en la iglesia?
¿Cómo puede presentarse ante el altar? Jesucristo dice, en el mismo capítulo de
Mateo: ‘Si tienes algo contra tu hermano, planta allí tu ofrenda ante el altar
¡y vete! Vete. Ve primero a reconciliarte con tu hermano, y luego vendrás y
harás tu ofrenda'”.
El arzobispo
Siri definía esto como “el discurso más duro de todo el Evangelio”. Pero: o así
o asá. O estamos con Jesucristo, y entonces se aplica este discurso; o este
discurso no se aplica: que nadie se engañe pensando que puede estar con
Jesucristo. ¡Nadie!”. Y continuaba su homilía recordando los dos argumentos que
Jesús aportó para esta exigente ley del amor incondicional.
El argumento
positivo es: “‘Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial, que hace
salir su sol sobre buenos y malos, y hace caer la lluvia vivificante sobre
justos e injustos. Ya vean que Dios no hace tantas distinciones como nosotros’.
Mientras que el argumento negativo es: “Pero, si ustedes sólo aman a los que
los aman, ¡son paganos, paganos!”. “Y no creo que haya nadie aquí que tenga la
intención de hacer una iglesita para querer a aquel grupo de adeptos, de
iniciados, de amigos, porque se los digo ahora mismo: ¡no cristiano, pagano! Él
lo ha dicho". El estilo del Señor, concluía el cardenal, es “dar,
infinitamente dar. Es entonces cuando imitamos al Señor: cuando devolvemos bien
por mal”.
El Evangelio,
como nos recuerdan las palabras de Siri, pronunciadas hace más de medio siglo,
es un desafío constante para todos los que nos consideramos cristianos, para
que no cedamos a la tentación de utilizar un lenguaje de odio o de burla, sino
buenas palabras, para expresar el amor de Dios que quiere salvar y no condenar.
Vaticannews.vanull
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