La Iglesia Hoy | Michele Raviart
El algoritmo al servicio del
hombre, una conferencia sobre IA en el Vaticano
"Comunicar
en la era de la inteligencia artificial. Comparar ideas tras el mensaje del
Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales" es
el tema del encuentro organizado por el Dicasterio para la Comunicación, con la
colaboración de la Fundación San Giovanni XXIII. Padre Paolo Benanti: "La
inteligencia artificial es inevitable, es necesaria una regulación como lo ha
hecho la Unión Europea".
La inteligencia artificial traduce
todo en cálculo, pero ¿podemos reducir todo a una probabilidad estadÃstica?
¿Cómo podemos proteger a los profesionales y trabajadores de los medios de
comunicación de la llegada de la Inteligencia Artificial y mantener el derecho
a informar y ser informados sobre la base de la verdad, la libertad y la
responsabilidad? ¿Cómo se pueden hacer interoperables las grandes plataformas
que invierten en IA generativa sin reducir al hombre a una reserva de datos
para explotar? Estas son las preguntas - inspiradas en los mensajes del Papa
Francisco para la Jornada Mundial de la Paz y la Jornada de las Comunicaciones
Sociales, asà como en la reciente intervención en el G7 en Apulia - que el
Prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, Paolo Ruffini,
preguntó a los ponentes y participantes de la conferencia “El algoritmo al
servicio del hombre. Comunicar en la era de la inteligencia artificial",
organizado por el mismo Dicasterio con la colaboración de la Fundación San
Giovanni XXIII y que tuvo lugar en la Casina Pio IV del Vaticano, sede de la
Academia Pontificia de las Ciencias Sociales.
La Iglesia camina con el hombre y su cultura
Las intervenciones de Francisco
sobre la Inteligencia Artificial, reiteró el padre Lucio A. Ruiz, Secretario
del Dicasterio para la Comunicación, testimonian el "talento" de la
Iglesia para caminar con el hombre en su cultura a través de los cambios de la
historia. Esto es lo que ocurrió, explicó, cuando hace 500 años se creó la
primera imprenta vaticana, poco después del descubrimiento de Gutenberg, con la
construcción de la Radio Vaticana por el inventor de las comunicaciones
inalámbricas Guglielmo Marconi en 1931 o con la creación del portal vatican.va en
1994, cuando la web acababa de aparecer en los ordenadores de la gente
corriente.
Un instrumento que tiene que ser regulado
Y es precisamente desde la esencia
primaria de los ordenadores, que es hacer cálculos, que el informe del padre
Paolo Benanti, profesor de ética y bioética de la Pontificia Universidad
Gregoriana, presidente de la Comisión AI para la información y miembro de la AI
Comité de las
Naciones Unidas, en la primera intervención del panel “La ética del algoritmo y los desafÃos para la comunicación”. Benanti
recordó cómo la realidad cambió con la invención de los transistores, puestos a
disposición de sus aliados por Estados Unidos tras los éxitos de la Segunda
Guerra Mundial, cuando los primeros prototipos de ordenador contribuyeron al
descubrimiento de la bomba atómica y a la decodificación de los códigos
secretos utilizados por la Alemania nazi. Desde esa visión centralizada de la
tecnologÃa y a través de la revolución de los pioneros de Silicon Valley en los
años 70, llegamos a la computación "personal" e Ãntima, primero a
través de las PC y luego de los teléfonos inteligentes. Con ChatGPT y
su implementación en las interfaces de los teléfonos Apple y Microsoft, subrayó
el padre franciscano, todavÃa no sabemos cuánto de la informática será personal
y cuánto estará centralizada en la nube. Por eso, añadió, se necesita una
regulación como lo ha hecho la Unión Europea, para hacer con la inteligencia
artificial lo que se ha hecho con el código de circulación de los automóviles.
Una revolución antropológica
La inteligencia artificial no es en
sà misma un salto tecnológico impresionante, subrayó Nunzia Ciardi, directora
general adjunta de la Agencia Nacional de Ciberseguridad. Lo que hace que su
implementación sea algo que tendrá un impacto antropológico decisivo en la
realidad es el hecho de que se basa en una enorme cantidad de datos recopilados
en las últimas décadas "de forma brutal" por las empresas a través de
servicios o aplicaciones gratuitas que hoy son fundamentales para nosotros.
Otros aspectos a destacar son el uso del idioma inglés para entrenar los
algoritmos -con todos los valores y expresiones culturales que tiene un idioma
respecto a otro- y el riesgo de tener cada vez más dificultades para
decodificar mensajes complejos, que pueden ser peligrosos en democracia. “El
conocimiento se está convirtiendo en propiedad privada”, comentó el profesor
Mario Rasetti, emérito de fÃsica teórica del Politécnico de TurÃn y presidente
del consejo cientÃfico del CENTAI, al describir la experiencia de OpenAI,
nacida como una empresa de cientÃficos sin fines de lucro y adquirida por
Microsoft por 10 mil millones. Debemos hacer de la Inteligencia Artificial una
ciencia que tenga definiciones rigurosas, añadió, porque en la actualidad se
presenta como una herramienta probabilÃstica, que difÃcilmente puede medir
inteligencia, verdad y causa.
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