Vida Religiosa | Alessandro Di Bussolo
Beato Moisés: guía para la
infancia y la paternidad espiritual
En la Basílica
de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México, el cardenal prefecto
del Dicasterio para las Causas de los Santos, en representación del Papa
Francisco, celebró hoy la Misa de beatificación del padre Moisés Lira Serafín
(1893-1950), misionero del Espíritu Santo y fundador de la Congregación de las
Misioneras de la Caridad de María Inmaculada. Fue, dijo, un testigo de la
alegría de hacer siempre la voluntad del Padre como hijo, pero también un gran
director espiritual
El nuevo
beato, el padre Moisés reprodujo en sí mismo «la imagen de Cristo Hijo, manso y
humilde», y propuso este rostro de Jesús «también la imitación a sus hijas
espirituales, las ‘Misioneras de la Caridad de María Inmaculada’, guiándolas
por el camino de la infancia espiritual».
Hablaba de
Dios como un verdadero hijo y hablaba de él «como un verdadero padre,
haciéndolo con una ternura que impresionaba», y vivía la «pequeñez» de un hijo,
con la alegría de hacer siempre la voluntad del Padre, incluso cuando estaba
muy enfermo y postrado. Pero fue también un gran maestro de paternidad
espiritual, y confesor, para muchas personas 'a las que también «orientó en su
opción de vida».
Así se refirió
el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los
Santos, al sacerdote mexicano Moisés Lira Serafín, misionero del Espíritu Santo
que vivió en la primera mitad del siglo pasado, en la homilía de la Misa de
beatificación, celebrada hoy, como representante del Papa Francisco, en la
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México.
Imitaba a Jesús, Hijo manso y humilde
Refiriéndose
al pasaje del Evangelio de Mateo que protagonizó la liturgia, aquel en el que
Jesús invita a los discípulos a hacerse pequeños como niños, para ser «el más
grande en el reino de los cielos», el cardenal recordó, con san Bernardo, que
el pequeño al que debemos imitar «es Jesús, que era manso y humilde de
corazón».
Y ésta,
subrayó, fue una de las características del nuevo beato, que nació en 1893, en
la zona de Puebla, fundó en 1934 la Congregación de las Misioneras de la
Caridad de María Inmaculada, con la misión de ayudar a todas las personas a
vivir como hijos amados de Dios, y murió en 1950 en la Ciudad de México.
El padre
Moisés, como dijo un testigo en el proceso de beatificación, recordó Semeraro
que «cuando se trataba de Dios hablaba como un verdadero hijo y hablaba de Dios
como un verdadero padre». Lo que todos debemos hacer, continuó, es intentar
rezar ya durante esta santa Misa, «con alegría y con confianza», la oración del
Padre Nuestro.
Gozoso y juguetón incluso en la enfermedad
A este
espíritu de «hijo», el nuevo beato, admitió el prefecto del Dicasterio para las
Causas de los Santos, no llegó «siguiendo un camino fácil». De muy joven,
recordó, perdió primero a su madre, cuando sólo tenía cinco años, y después se
vio obligado a mudarse constantemente, a causa del trabajo de su padre. Pero
«su carácter seguía siendo alegre, juguetón y bromista». Sus hermanos
religiosos afirman que «su objetivo era hacer felices a los demás».
Incluso al
final de su vida, dijo otro testigo, «vi personalmente al padre Moisés muy
enfermo y postrado, y sin embargo bromeaba con nosotros. En medio de sus
numerosas enfermedades, intentaba no ser una carga para todos nosotros y para
los demás». Así es como el nuevo beato, para el cardenal Semeraro, vivía la
«pequeñez» de la que nos hablaba el Evangelio.
El carisma de confesor y padre espiritual
La segunda
característica del nuevo beato destacada en la homilía fue «su especial carisma
para la dirección espiritual», como confesor, de seis a ocho horas diarias,
pero también «en el acompañamiento de muchas personas, a las que también
orientó en su opción de vida».
«Su infancia
espiritual se transformó aquí en paternidad espiritual, con la que infundía en
los corazones paz, confianza en Dios, seguridad. No abatía, sino que elevaba el
espíritu, decían de él, y ésta es una necesidad muy sentida en la Iglesia de
hoy».
Por eso, en el Instrumentum
laboris de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos, prevista para octubre, subrayando que «una Iglesia
sinodal es una Iglesia que escucha, capaz de acoger y de acompañar», se propone
«dar vida a un ministerio reconocido y eventualmente instituido de escucha y de
acompañamiento», como «puerta abierta» de la comunidad, por la que las personas
«puedan entrar sin sentirse amenazadas o juzgadas».
Encomienda a la «Virgen morenita» de Guadalupe
El cardenal
encomendó todas estas intenciones «a la Virgen María, la Virgen morenita tan
amada y venerada en este santuario de Guadalupe». Y recordó las palabras del
Papa, del 12 de diciembre del 2022, en la Misa de la fiesta de Santa María de
Guadalupe, cuando recordó que vivimos un «tiempo amargo, lleno de fragmentos de
guerra, de injusticia creciente, de hambre, de pobreza, de sufrimiento».
Pero la fe y
el amor de Dios nos enseñan «que éste es también un tiempo propicio de
salvación», en el que el Señor, a través de la Virgen María, mestiza, nos sigue
dando a su Hijo, y nos invita «a salir al encuentro de nuestros hermanos
olvidados y descartados en nuestras sociedades consumistas y apáticas». En todo
ello, concluyó Semeraro, nos puede ayudar también «el ejemplo y la intercesión
del beato Moisés».
El milagro para la beatificación y la tumba
A la
intercesión del padre Moisés Lira Serafín se atribuye la curación milagrosa de
una mujer embarazada, Rosa María Ramírez Mendoza, que a las 22 semanas de
gestación descubrió que padecía una anomalía fetal muy grave. La mujer se niega
a interrumpir el embarazo, como le sugieren los médicos, y confía fielmente su
situación al padre Moisés, cuyo libro sobre su vocación sacerdotal está leyendo
en ese momento, invocando de él la curación durante nueve días consecutivos.
En una
revisión en el sexto mes de embarazo, el médico, para su asombro, informó a la
paciente de que la anomalía había desaparecido y el feto gozaba de buena salud.
El 6 de septiembre del 2004, Rosa María dio a luz a Lissette Sarahí, una niña
perfectamente sana. El padre Moisés está enterrado hoy en el Templo Expiatorio
Nacional de San Felipe de Jesús, en Ciudad de México. Aquí, donde ayudó a
fundar y en el que sirvió en la década de 1930.
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