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    martes, 15 de abril de 2025

    Semana Santa, ayer y ahora


    Nuestra Fe | Telésforo Isaac

     


    Semana Santa, ayer y ahora

     

    Semana Santa, lapso anual, característico de la conmemoración religiosa de los pueblos cristianos. Tiempo dedicado para recordar los sucesos que experimentó Jesucristo durante los últimos días de vida terrenal, según los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

     

    En República Dominicana, la celebración de este período se desarrolla con los siguientes actos que incluyen: recogimiento, retiros espirituales, procesiones, viacrucis, ayunos, devocionales, comer o abstenerse de platos especiales, excursiones, caminatas, jolgorios, diversiones seculares, prácticas de ritos cábalas y supersticiones, entre otros…    

     

    Las efemérides de la primera Semana Santa se relatan, anualmente, a fin de facilitar un mayor y mejor entendimiento de lo que pasó en esos días, así como valorar en el presente, las condiciones inherentes de los seres humanos, con análisis particulares de los asiduos y dirigentes judíos, sus enredos y participación en política social.  Pongamos atención a lo narrado en la secuencia del “drama de la redención”, según los capítulos de Mateo, 26 al 27; Marcos 11 y ss; Lucas 22 y ss; Juan 11 y ss; que culminó con la presencia terrenal de Jesucristo, y lo que pasó durante los últimos siete días en la vida mortal del profeta de Nazaret.

     

    Observe lo acontecido en el Domingo de Palmas, cuando Jesús entró triunfante en Jerusalén, y fue aclamado en forma apoteósica por la multitud, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro antepasado padre David!” (Marcos 11:10) y, luego, piense en cómo se desarrolló la odisea, durante los siguientes días de ese período que conocemos como “Semana Santa”. En ese tiempo privativo en la historia de la humanidad, en la región del Mar Mediterráneo, justo en esos días, ocurrió el cúmulo de incidencias que revelan todas las actitudes que caracterizan a los seres humanos involucrados por motivos fundamentalistas religiosos, e intereses político-partidarios.

     

    En ese acontecer histórico, el panorama de la leyenda acumula una mezcla de ocurrencias con la participación proactiva de algunos, o la condición pasiva de personas, con quienes, como individuos, podríamos estar tipificados de manera personal o virtual, como mentes y corazones equivocados y malévolos.

     

    Los episodios que sucedieron en ese momento histórico de los postreros días de Jesús el Nazareno, están comprendidos en el conjunto de los pensamientos, actitudes, condiciones, y acciones que prevalecen en la forma usual de los seres humanos. Sólo hay que ver cómo se celebran ahora las efemérides de la llamada Semana Mayor.

     

    Es oportuno mencionar las condiciones y actitudes de los participantes en los eventos de este venerable período, para darnos cuenta de que, muchas veces, somos o tenemos estas mismas cualidades que pueden ser aludidas, actualmente, como elementos propios de nuestra sociedad.

     

    Entre esas actitudes mostradas en las antiguas escenas, tenemos las siguientes anécdotas: disfrute de una cena comunitaria; traiciones y negaciones de los íntimos del Maestro; oraciones de profunda intimación mística; intenciones malévolas; desbandada y huida de los fraternos; intriga de dirigentes religiosos; uso desmedido de soldados; imposición autoritaria; confabulación de dirigentes religiosos, y del gobierno imperialista; proceso en juicio de invalidez legal;  abuso inhumano de poder para extorsionar e infligir dolor y sufrimiento; aclamaciones de grupos instigados por fanáticos creyentes; se consiguió liberar a Barrabás el revoltoso, en lugar del profeta predicador, el Hijo de Dios; hubo lamentos y lloros de mujeres por maltrato a un condenado; imposición arbitraria a una persona vulnerable; y la condena a morir clavado en la cruz del Calvario.

     

    En el palacio de Pilatos, el gobernador que representaba el imperio de los Césares, se evidenciaron símbolos de ignominia y humillación; se pintó un cuadro patético del colgado siendo martirizado, y se oyó la excusa de Jesús diciendo que, eso lo hacían: “porque no saben lo que hacen”. Allí hubo, además, testimonio presente de una adolorida madre, tías y fraternos allegados al crucificado; escuchar el conmovedor brote de amor filial de un hijo moribundo que encarga su madre (María) al cuidado de un amigo de confianza, (Juan); se dispersa el reconocimiento de un soldado exclamando: que el crucificado es “realmente el Hijo de Dios”; en ese escenario se manifestó la conmiseración de dos personajes del Sanedrín (Consejo Supremo del Judaísmo), quienes dieron asombrosa demostración de piedad, al sepultar con dignidad y reverencia el cuerpo de Jesús.

     

    Todo eso ocurrió para revelar que, en medio de actos e intrigas malévolas e indignas, existen almas plenas de bondad y conmiseración. La narrativa correspondiente a la Semana Santa concluye, cuando María Magdalena, y otras mujeres, temprano ese domingo, descubrieron que el sepulcro estaba vacío y el crucificado Señor había resucitado.







       

     

     

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