Actualidad | Alcedo A. Ramírez
“Habemus
Papam”,
León XIV
Casi todo el mundo tenía sus miradas puestas en el Vaticano,
donde se llevaba a cabo el Cónclave para la escogencia del Nuevo Papa, sucesor
de Francisco en la Silla Apostólica de Roma y representante de San Pedro a la
cabeza de la Iglesia Católica. Sin embargo, antes de poder escuchar la
declaración alegre de “Habemus Papam”, los cardenales electores se
enfrentaban a un reto inmenso y difícil, ya que esta decisión para determinar
la sucesión de Francisco resultaba crítica y compleja.
Entre otras cosas, esta era una decisión critica, difícil y
compleja porque no sabemos el resultado final de la misma, ni el desempeño de
la persona escogida, a la vez de que estamos considerando la sucesión de quizás
es líder internacional más importante del mundo. Además de las funciones
propias de un Jefe de Estado, el Papa tiene la responsabilidad de guiar la
mayor feligresía sobre la tierra, con presencia y ramificaciones en todos los
rincones y continentes del globo, concomitantemente con la continuación del
Magisterio Católico, tan importante para mantener actualizados los fundamentos
y principios de la Fe Cristiana. La Chimenea expulsó Humo Blanco mucho antes de
lo que se esperaba, por lo que el arduo proceso que se esperaba concluyó en
apenas cuatro rondas de votaciones. Resultado final, Cardenal Robert Francis
Prevost, quien asumió el nombre de León XIV.
Caso particular de la sucesión de la Jefatura de un Estado,
o cabeza de la Iglesia Católica, la dificultad estriba en que no hay forma de
que la persona seleccionada tenga la experiencia y los conocimientos adecuados
y propios para calzarse las Sandalias del Pescador de Roma. Este tipo de
función es tan singular que ninguna otra le sirve como preparación para tan
elevada posición, con tantos compromisos, matices y relaciones que la hacen
prácticamente inmanejable, desde el punto de vista administrativo y gerencial.
Sin embargo, en el caso actual, podemos estar más tranquilos, ya que el
Cardenal Prevost tiene una buena experiencia religiosa y pastoral, muy similar
a la del Papa Francisco, así como por sus funciones al frente de varias
organizaciones papales y del Vaticano.
Ante los rápidos resultados obtenidos, pensamos que se hizo
uso de una fórmula común que se puede seguir, que resulta muy lógica y que
conduce a buenos resultados, en la gran mayoría de casos. El proceso se inicia
con la simple cuestión o pregunta fundamental: ¿Cuál es el trabajo o función a
realizar? Consideramos que los cardenales electores pudieron afinar la
respuesta a esta interrogante, en las varias congregaciones que sostuvieron
antes de comenzar el Cónclave, por lo que llegaron pronto a la decisión resultante,
en la escogencia del Cardenal Robert Prevost.
Una vez tuvieron a mano las posibles respuestas a la pregunta
anterior, entonces los cardenales electores dirigieron suba atención a otra
cuestión o interrogante, pero que en esta oportunidad se ubicaba y localizaba
en la persona con las mejores condiciones para ocupar la posición o función:
¿Cuáles son los atributos, características, conocimientos y experiencias
necesarios para poder cumplir con los retos y requerimientos antes señalados?
Pregunta que parece inocente y simple, pero que casi siempre es muy difícil de
contestar. En vista de que los cardenales electores son relativamente pocos y
el conocimiento que se tienen entre ellos mismos, creemos que en el caso
particular de la Sucesión de Francisco no fue muy prolongado el tiempo para
arribar a una decisión final, acertada y esperanzadora, ya que más del 80 por
ciento de los electores fueron designados por Francisco, lo que dio como
resultado la elección del Cardenal Robert Prevost.
Tan pronto vimos el humo blanco, de Habemus Papam,
solo restaba esperar que las orientaciones del Espíritu Santo fueran las
adecuadas y poner bajo su Gracia a la persona seleccionada, todos actuando en
Comunión Fraterna, bajo el Manto Protector de la Santísima Virgen María, quien
como Madre de la Iglesia vela por su bienestar y permanencia, al lado de su
Hijo Cristo Jesús. Poco hubo que esperar para escuchar con voz emocionada lo
que todos esperábamos: León XIV es el Nuevo Papa.
De acuerdo a las investigaciones realizadas después de la
elección papal, hemos podido corroborar que las posibles características que
adornarán el Pontificado de León XIV son las siguientes:
1.- Iglesia Sinodal y de Comunión Universal
2.- Énfasis en el Discernimiento y la Formación de los
Obispos
3.- Cercanía con los Pobres y Excluidos
4.- Misionero Mundial por la Paz
5.- Humildad y Servicio Pastoral
6.- Evangelización Incrustada en la Cultura de la Población
7.- Fraternidad Universal en la Vida Religiosa y la
Feligresía.
En varios Blogs consecutivos vamos a explicar los detalles y
particularidades principales en cada caso. Amén, Ahora y Siempre. Larga Vida al
Papa León XIV y que Dios lo acompañe a diario.
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