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El Papa exhortó a los
obispos a ser siempre hombres de comunión y unidad
León XIV se
reunió hoy en la basílica vaticana con los obispos llegados a Roma para su
Jubileo y los exhortó a “ir contracorriente” para “anunciar que la esperanza no
defrauda”, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no
tener salida. El Pontífice les recomendó pobreza evangélica, cercanía y una
actitud firme y decidida en los casos de escándalo.
“Para guiar a
la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente
por Él, el Buen Pastor”: con estas palabras, el Papa León XIV se dirigió a los
cerca de 300 obispos llegados a Roma con motivo de su Jubileo, con quienes se
reunió en la mañana de hoy, miércoles 25 de junio, en la basílica vaticana.
Tras la
peregrinación a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y la participación
en una misa, los prelados escucharon la meditación del Santo padre, que
comenzó agradeciendo a todos su compromiso de venir “en peregrinación a Roma
sabiendo bien cuánto sean apremiantes las exigencias del ministerio”.
León XIV describió, a continuación, los rasgos que deben caracterizar a
los obispos, pastores que son ejemplo con su palabra y su testimonio, que a
veces tienen que “ir contra corriente” para “proclamar que la esperanza no
defrauda” porque “no viene de nosotros, sino de Dios”.
Los rasgos del testimonio de los obispos
“El pastor es
testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios y
totalmente dedicada al servicio de la Iglesia” - afirmó el Pontífice –
describiendo a continuación los rasgos que caracterizan su testimonio:
En primer
lugar, “el obispo es el principio visible de unidad en la
Iglesia particular que le ha sido confiada”. “Su tarea es velar para que ella
se edifique en la comunión entre todos sus miembros y con la Iglesia universal,
valorizando la contribución de los diversos dones y ministerios para el
crecimiento común y la difusión del Evangelio”. En este servicio, como en toda
su misión – precisó el Pontífice – “el obispo cuenta con una gracia divina
especial que le fue conferida en la ordenación episcopal”, que lo sostiene como
maestro de la fe.
El segundo
lugar el obispo como hombre de vida teologal. Es decir, es “hombre
plenamente dócil a la acción del Espíritu Santo, que suscita en él la fe, la
esperanza y la caridad y las alimenta, como la llama del fuego, en las
diferentes situaciones existenciales”.
“El obispo es
también hombre de fe”, prosiguió el Pontífice, “es el intercesor,
porque el Espíritu mantiene viva en su corazón la llama de la fe”. “Es alguien
que, por la gracia de Dios, ve más allá, ve la meta y permanece firme en la
prueba” como Moisés quien, llamado por Dios para guiar al pueblo hacia la
tierra prometida, “se mantuvo firme”.
En esta misma
perspectiva, el obispo es hombre de esperanza, porque “la fe es la
garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que
no se ven”, afirmó León XIV, precisando:
Especialmente
cuando el camino del pueblo se hace más difícil, el pastor, por virtud
teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía. Cuando las familias
llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen
adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes
falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten
abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de
comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con
generosidad.
De esta manera, su fe y su esperanza se funden en él como “hombre de caridad pastoral”. Toda la vida del obispo, todo su ministerio, tan diverso y multiforme, encuentra su unidad en lo que san Agustín llama amoris officium: “En la predicación, en las visitas a las comunidades, en la escucha a los presbíteros y a los diáconos, en las decisiones administrativas”. El obispo da “ejemplo de amor fraternal” hacia sus hermanos obispos, hacia sus colaboradores más cercanos, como también hacia los sacerdotes en dificultades o enfermos. Su corazón es abierto y accesible, y así es también su casa”.
Las virtudes indispensables
Después de
abordar “el núcleo teológico de la vida del pastor” el Papa citó otras virtudes
indispensables: la prudencia pastoral, la pobreza, la perfecta continencia
en el celibato y las virtudes humanas.
La prudencia
pastoral – explicó el Pontífice – “es la sabiduría práctica que guía
al Obispo en sus decisiones, en el gobierno, en las relaciones con los fieles y
con sus asociaciones. Una clara señal de prudencia es el ejercicio del diálogo
como estilo y método en las relaciones, y también en la presidencia de los
organismos de participación, es decir, en la gestión de la sinodalidad en la
Iglesia particular”. “En este aspecto – subrayó León XIV - el Papa Francisco
nos ha hecho dar un gran paso adelante, insistiendo, con sabiduría pedagógica,
en la sinodalidad como dimensión de la vida de la Iglesia”.
La prudencia
pastoral permite al obispo guiar a la comunidad diocesana valorizando sus
tradiciones y promoviendo nuevos caminos y nuevas iniciativas.
Otra virtud
para dar testimonio del Señor Jesús es la pobreza evangélica.
Tiene un
estilo sencillo, sobrio y generoso, digno y al mismo tiempo adecuado a las
condiciones de la mayoría de su pueblo. Las personas pobres deben encontrar en
él un padre y un hermano, sin sentirse incómodas al encontrarse con él o al
entrar en su casa. Está personalmente desapegado de las riquezas y no cede a
favoritismos basados en estas o en otras formas de poder.
“Junto con la
pobreza efectiva, el obispo también vive esa otra forma de pobreza que es el
celibato y la virginidad por el Reino de los Cielos”, afirmó también
el Papa y precisó:
No se trata
sólo de ser célibe, sino de practicar la castidad del corazón y de la conducta
y, de este modo, vivir el seguimiento de Cristo, para poder manifestar a todos
la verdadera imagen de la Iglesia, que es santa y casta en sus miembros como en
su Cabeza. Además, deberá ser firme y decidido al afrontar las situaciones que
puedan provocar escándalo, así como cualquier caso de abuso, especialmente
contra menores, ateniéndose a las disposiciones vigentes.
Cultivar las virtudes humanas “a semejanza de Cristo”
Por último, el
pastor está llamado además a cultivar aquellas virtudes humanas que también los
Padres conciliares quisieron mencionar en el Decreto Presbyterorum
Ordinis:
La lealtad, la
sinceridad, la magnanimidad, la apertura de mente y de corazón, la capacidad de
alegrarse con los que se alegran y sufrir con los que sufren; y también el
dominio de sí mismo, la delicadeza, la paciencia, la discreción, una gran
propensión a escuchar y al diálogo, la disponibilidad al servicio. También
estas virtudes, de las que cada uno de nosotros está más o menos dotado por
naturaleza, podemos y debemos cultivarlas a semejanza de Jesucristo, con la
gracia del Espíritu Santo.
Antes de
impartirles su bendición apostólica y de que renovaran su profesión de fe, el
Papa León XIV encomendó a sus hermanos obispos a la intercesión de la Virgen
María y de los santos Pedro y Pablo para que les obtengan “las gracias que más
necesitan”.
Que los ayuden
a ser hombres de comunión, a promover siempre la unidad en el presbiterio
diocesano, y que cada sacerdote, sin excepción, pueda experimentar la
paternidad, la fraternidad y la amistad del obispo”. Este espíritu de comunión
anima a los presbíteros en su compromiso pastoral y hace crecer en la unidad a
la Iglesia particular.
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