Mensajes | Edoardo Giribaldi
León XIV: El desarrollo de
la IA debe ir acompañado del respeto
En un mensaje
firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, con motivo de la
Cumbre "AI for Good 2025", celebrada en Ginebra, el Papa reitera la
necesidad de una gobernanza global de las nuevas tecnologías. Si bien reconoce
su capacidad para realizar tareas con rapidez y eficiencia, el Pontífice
enfatiza que no pueden reemplazar el discernimiento moral, ni la riqueza de las
relaciones auténticamente humanas.
La humanidad
se encuentra hoy en una encrucijada. Por un lado, el potencial de la
Inteligencia Artificial, capaz de realizar tareas con una velocidad y
eficiencia increíbles. Por otro, su incapacidad para replicar el discernimiento
moral y establecer relaciones auténticamente humanas. El camino a seguir es el
de la gobernanza global, que guía el desarrollo de nuevas tecnologías
respetando valores verdaderamente sociales.
Este es el
núcleo del mensaje del Papa León XIV, firmado por el Cardenal Pietro Parolin,
Secretario de Estado del Vaticano, con motivo de la Cumbre AI for Good
2025 , organizada en Ginebra por la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (UIT), en colaboración con varias agencias de las
Naciones Unidas y con el patrocinio del Gobierno suizo. El evento, repleto de
ponencias, paneles, talleres y demostraciones, busca promover soluciones que
integren la IA en los desafíos globales del desarrollo.
"Conectando a la familia humana"
El mensaje
comienza con la felicitación del Papa por el 160.º aniversario de la fundación
de la UIT y por su compromiso constante con la promoción de la cooperación
global para llevar los beneficios de las tecnologías de la comunicación a
personas de todo el mundo. El reto de conectar a la familia humana a través de
los diversos medios disponibles es especialmente crucial en las zonas rurales y
de bajos ingresos, donde aproximadamente 2.600 millones de personas aún carecen
de acceso a estos sistemas.
La «revolución digital» en marcha
La humanidad
se encuentra en una encrucijada, ante el enorme potencial que genera la
revolución digital impulsada por la Inteligencia Artificial.
Su impacto es
profundo y de gran alcance, escribe el Papa, y afecta a ámbitos como la
educación, el trabajo, la salud, la gobernanza, el ejército y las
comunicaciones. Esta "transformación trascendental" exige
responsabilidad y discernimiento para tender puentes de diálogo, promover la
fraternidad y garantizar que la IA siga estando al servicio de toda la
humanidad. Las nuevas tecnologías, en constante evolución, son capaces de
adaptarse de forma autónoma, tomando decisiones puramente tecnológicas y
algorítmicas. Por lo tanto, es esencial considerar las implicaciones
antropológicas y éticas de la IA, los valores en juego, así como los deberes y
los instrumentos regulatorios necesarios para protegerlos.
Una creciente “responsabilidad humana”
Si bien la IA
puede “simular aspectos del razonamiento humano” y realizar tareas con
extraordinaria eficacia, no puede replicar el discernimiento moral genuino ni
formar “relaciones genuinas”.
El desarrollo
de tales avances tecnológicos debe ir de la mano con el respeto de los valores
humanos y sociales, la capacidad de juzgar con la conciencia tranquila y el
crecimiento de la responsabilidad humana.
No es
casualidad, observa León XIV, que esta época estimule reflexiones sobre «lo que
significa ser humano» y sobre «el papel de la humanidad en el mundo».
Más allá de los criterios de “utilidad” y “eficiencia”
La
responsabilidad del uso ético de los sistemas tecnológicos recae principalmente
en los desarrolladores, administradores y supervisores, afirma León XIV. Sin
embargo, cada usuario también comparte una parte de ella. De ahí el llamado a
promover un marco normativo que sitúe a la persona humana en el centro, más
allá de los meros criterios de utilidad o eficiencia. Se anima a buscar
claramente la ética y promover una gobernanza basada en el reconocimiento
compartido de la dignidad intrínseca y las libertades fundamentales de la
persona humana.
"La tranquilidad del orden"
En este
sentido, el Papa se refiere al concepto de tranquillitas ordinis —la
«tranquilidad del orden»— propuesto por san Agustín en De Civitate Dei. Este es un horizonte que nunca debe perderse de vista para promover un orden
social más humano, «sociedades pacíficas y justas», al servicio del desarrollo
integral y del bien de la familia humana.
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