Entrevista | Alessandro Gisotti
Malala: Todos debemos luchar
valientemente por el derecho a la educación
En una
entrevista exclusiva con los medios de comunicación del Vaticano, la Premio
Nobel de la Paz habla de su compromiso con la educación de las niñas a través
del 'Malala Fund' y reflexiona sobre el derecho a la escuela de los niños en
los países devastados por la guerra. Malala Yousafzai también subraya la
importancia del diálogo interreligioso para promover el derecho mundial a la
educación.
A los 14 años, en su lucha por
hacer valer el derecho a la educación de las mujeres en su país, Pakistán,
Malala Yousafzai se convirtió en el blanco de un brutal ataque talibán que casi
acaba con su vida. Pero Malala no se detuvo. Continuó la batalla que empezó
cuando sólo tenía 11 años, escribiendo en un blog para defender el derecho de
las niñas a ir a la escuela en su región, el valle del Swat.
En muy poco tiempo, se ha
convertido en una voz mundial en la promoción del derecho a la educación de las
mujeres de todo el mundo. Se ha convertido en una inspiración para innumerables
personas -mujeres y hombres- que se han unido a su causa.
En 2014, con solo 17 años, Malala
se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz.
Junto con su padre, el profesor Ziauddin Yousafzai, fundó el Malala
Fund, que lleva más de una década luchando por el acceso a la educación a
través de proyectos e iniciativas concretas.
En esta entrevista exclusiva con
nuestro medio, Malala relata su apasionado compromiso con la educación de las
niñas, reflexiona sobre los millones de niños a los que se niega la
escolarización a causa de la guerra y subraya la importancia del diálogo interreligioso
también para promover la educación.
Su trayectoria
desde joven bloguera en el Swat Valley hasta activista mundial de la
educación es fuente de inspiración en todo el mundo. ¿Ha cambiado con los años
su experiencia personal y su compromiso con la educación?
Cuando empecé a implicarme en la
educación de las niñas, estaba llena de esperanza. Creía que los líderes
gubernamentales e institucionales solidarios utilizarían su poder para tomar
medidas rápidas y decisivas a fin de transformar el mundo para las jóvenes.
Hoy, a mis 28 años, debo admitir en una verdad más frustrante: el cambio lleva
su tiempo. A pesar de mis años de activismo, más de 122 millones de niñas
siguen sin ir a la escuela. La experiencia me ha enseñado que el progreso
requiere algo más que promesas: exige soluciones creativas, recursos continuos
y paciencia. Pero estos retos no han mermado mi sentido de la urgencia por
crear un futuro mejor para las niñas. Esta es mi misión en la vida y siempre lo
será.
Los conflictos
y la violencia, desde Siria hasta Ucrania, desde Gaza hasta Sudán del Sur,
impiden que millones de niños -especialmente niñas- asistan a la escuela, lo
que agrava la crisis mundial de alfabetización. ¿Cómo podemos garantizar que
estos niños no se queden atrás, olvidados?
Este pensamiento me quita el sueño.
¿Cuántos niños se están durmiendo ahora mismo con el sonido de los disparos?
¿Cuántas escuelas han sido bombardeadas esta semana? ¿Cuántas familias han
quedado separadas para siempre y nunca volverán a reunirse? En Gaza, el número
de niños muertos es espeluznante y aterrador. Cuando somos testigos de un
genocidio como éste, a veces parece que no hay esperanza, como si no se pudiera
hacer nada, pero no es cierto. Para ayudar a los niños afectados por los
conflictos, podemos financiar la educación en situaciones de emergencia y
apoyar a las organizaciones locales que ofrecen espacios para que los niños
obtengan recursos básicos, material educativo y apoyo en salud mental. Mantener
a los niños en la escuela o conseguir que vuelvan a la escuela lo antes posible
es vital para su bienestar psicosocial y su sensación de seguridad.
La situación
de las niñas afganas bajo el régimen talibán sigue siendo nefasta, con graves
restricciones en su acceso a la educación. El futuro de toda una generación de
mujeres afganas está en peligro. ¿Qué está haciendo el Malala Fund para ayudar a las niñas afganas y qué puede hacer la comunidad
internacional para apoyar estos esfuerzos?
El alcance de la opresión talibán
es casi inimaginable. A las mujeres y las niñas se les niega el acceso a la
educación, al empleo y a todas las formas de participación pública y política.
Controlan todos los aspectos de la vida de una mujer, incluso si puede ir a un
parque, lo alta que puede ser su voz, cómo se viste. Esto es más que
discriminación de género, es apartheid de género. Esta semana, el Malala
Fund anunció que asignaremos 3 millones de dólares en subvenciones
nuevas y ampliadas para ayudar a las niñas de Afganistán, abordando necesidades
educativas urgentes y promoviendo la justicia a largo plazo. Desde escuelas en
casa hasta televisión y radio por satélite, desde plataformas online hasta
aplicaciones offline, apoyamos programas innovadores y flexibles
que permiten a las niñas continuar su educación bajo el régimen talibán. A
través de nuestra Afghanistan Initiative, también nos unimos a
mujeres líderes y activistas de derechos humanos para liderar un movimiento
global, presionando a los líderes mundiales para que pongan fin al apartheid de
género y garanticen un futuro para la educación de las niñas.
Usted ha
destacado en numerosas ocasiones -especialmente cuando recibió el Premio Nobel
de la Paz en 2014- que la educación es un derecho humano básico que debe
protegerse y promoverse. Ha arriesgado su vida por este derecho. ¿Cómo cree que
la educación puede contribuir a alcanzar objetivos como la igualdad de género,
el desarrollo económico y la paz, especialmente en las comunidades marginadas?
La educación alimenta la esperanza
de un futuro más pacífico y más justo. Es en la escuela donde los niños
aprenden a pensar de forma crítica y a resolver problemas. Es allí donde hacen
amigos, desarrollan la compasión y aprenden a trabajar con los demás. Estas
habilidades son esenciales para enfrentarse a la injusticia -como la misoginia
y la discriminación- y recordar a la gente nuestra humanidad común.
A través
del Malala Fund, usted apoya a quienes defienden la educación
local. ¿Puede contarnos la historia de un activista de base cuyo trabajo le
inspiró y cómo su enfoque demuestra el poder de las iniciativas de
alfabetización basadas en la comunidad?
Desde muy joven he visto cómo una
persona puede tener un impacto positivo. Mi padre, maestro en nuestro pueblo de
Pakistán, iba a menudo de puerta en puerta para convencer a las familias de que
enviaran a sus hijas a la escuela. Sus esfuerzos cambiaron la vida de muchas
niñas y de sus familias. Mi padre y yo creamos el Malala Fund para
ayudar a más gente a cambiar las cosas. Hoy trabajamos con organizaciones
dirigidas localmente en Afganistán, Brasil, Etiopía, Nigeria, Pakistán y
Tanzania, que promueven avances en la educación de las niñas. Este verano
visité el distrito de Kongwa, en Tanzania, para ver trabajar a nuestro
socio Msichang Initiative. Esta organización ayuda a madres jóvenes
que se han visto obligadas a abandonar la escuela a continuar sus estudios.
Visité las aulas, conocí al personal y escuché a las alumnas hablar de los
obstáculos a los que se enfrentan para aprender y de la determinación que las
impulsa a seguir adelante. La Iniciativa Msichang ha ayudado
hasta ahora a más de 400 jóvenes a volver a la escuela. Su compromiso conmigo
reafirmó por qué esta lucha es tan importante y por qué es tan necesario
invertir en personas apasionadas e innovadoras que quieran ayudar a las niñas a
salir adelante.
El Papa León
XIV, al igual que el Papa Francisco, hizo hincapié en la importancia de la
educación como elemento clave para fomentar la paz y promover los derechos
humanos. ¿Está de acuerdo en que el diálogo interreligioso puede aumentar las
iniciativas educativas?
Totalmente. Siempre hay algo que la
gente puede aprender de los demás. Cuando empecé la universidad, conocí a
muchos amigos nuevos de todo el mundo que me introdujeron en diferentes
religiones, valores e intereses. Esto cuestionó algunas de mis creencias y
amplió, para mejor, mi visión del mundo. Ese periodo fue tan importante en mi
vida y en la formación de lo que soy hoy que he escrito mucho sobre él en mis
nuevas memorias, Finding My Way. Espero que los lectores puedan ver
en mi historia cómo la amistad y la comunidad pueden cambiarnos como individuos
y cómo los lazos que creamos pueden cambiar el mundo que nos rodea. Cuando
personas de distintas religiones se encuentran, puede ser una oportunidad para
entenderse mejor y recordar los muchos valores que todos compartimos. Creo
sinceramente en el poder de la educación para salvar las diferencias y fomentar
la empatía entre culturas y religiones.
Dentro de unos
días será el Día de la Alfabetización de la ONU (8 de septiembre). ¿Qué mensaje
le gustaría compartir con nuestros lectores para inspirar acciones que
garanticen que todos los niños, especialmente todas las niñas, tengan la
oportunidad de leer, escribir y aprender libremente?
Cada día hay muchas niñas que
estudian a la luz de las velas, caminan kilómetros hasta la escuela o estudian
a pesar de quienes les dicen que se queden en casa. Su valor y determinación
para aprender me inspiran. En el Islam, los actos de servicio y la búsqueda del
conocimiento son principios fundamentales de la fe. Sé que también se valoran
en la tradición católica. Si hay niñas capaces de arriesgarlo todo por la
oportunidad de aprender, creo que todos podemos encontrar la fuerza para hacer
oír nuestra voz junto a ellas. El cambio no se producirá por sí solo. Debemos
escuchar a las niñas y pedir a nuestros dirigentes que inviertan en educación y
en soluciones duraderas.
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