Vida Humana | Edoardo Giribaldi
Farrell: el aumento de los
ancianos es una oportunidad
En la apertura
del II Congreso Internacional de Pastoral de los Ancianos, que se celebra en la
Curia Generalicia de los Jesuitas, el cardenal prefecto del Dicasterio para los
Laicos, la Familia y la Vida invita a mirar la longevidad como un don de Dios y
un valor que exige “respuestas pastorales adecuadas”.
La
prolongación de la vida es uno de los signos del “cambio de época” que estamos
viviendo. Por un lado, el crecimiento de la población anciana suele
interpretarse como una “emergencia que gestionar”, una carga para la sociedad.
Por otro, la Iglesia propone reconocer en la longevidad un “don” divino que
requiere “respuestas pastorales adecuadas”, capaces de poner en valor la
contribución de los mayores. Con estas palabras, el cardenal Kevin Joseph
Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida,
inauguró este jueves 2 de octubre el II Congreso Internacional de Pastoral de los Ancianos, en curso en la Curia Generalicia
de los Jesuitas.
“La riqueza de los años”
El purpurado
recordó la intuición que surgió hace cinco años con el primer congreso,
titulado La riqueza de los años, que se reveló como una respuesta
concreta a “una necesidad real y creciente” en la comunidad eclesial:
desarrollar una pastoral específica para la tercera edad.
“Tocar con las manos”
El trabajo de
quienes acompañan a los ancianos es “esencial”, subrayó Farrell, porque para
planificar acciones adecuadas es necesario “tocar con las manos” la vida
cotidiana de las personas mayores: sus alegrías, sus esperanzas, pero también
sus fatigas. Solo así puede nacer una pastoral “enraizada en la escucha”, capaz
de reconocer el “aporte único” de la vejez, evitando iniciativas “impuestas
desde arriba”.
La atención de Francisco
El cardenal
recordó la constante atención que el Papa Francisco ha tenido hacia los
ancianos: desde las audiencias dedicadas a ellos, hasta el ciclo de catequesis
sobre la vejez —“rico en sabiduría humana y espiritual”—, pasando por la
institución de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos y los
mensajes publicados con esa ocasión.
El “rol creativo” de la tercera edad
Sin embargo,
esta atención hacia los mayores no es algo reciente. Ya san Juan Pablo
II, durante su viaje apostólico a España en 1982, había pedido una pastoral
capaz de poner en valor el “rol creativo” de los ancianos. Una intuición
desarrollada después por el Pontificio Consejo para los Laicos en el
documento La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y
en el mundo (1998) y por el mismo Papa polaco en
su “conmovedora” Carta a los ancianos (1999). Benedicto XVI continuó en
esta línea: en 2012 visitó la casa-familia ¡Vivan los
Ancianos! y dejó una reflexión aún vigente: “La calidad de
una sociedad se mide también en cómo trata a sus ancianos. Quien da espacio a
los mayores, da espacio a la vida”.
“Los ancianos son el futuro”
La reflexión
eclesial sobre la pastoral de la tercera edad hunde sus raíces en el Concilio
Vaticano II, cuando la Iglesia se reconoció como “Pueblo de Dios en camino”,
reafirmando la dignidad bautismal de todos los fieles y su corresponsabilidad
en la misión. De esa visión nace el reconocimiento del papel activo de los
mayores en la vida eclesial. Siguiendo las constituciones conciliares Lumen Gentium y Gaudium et Spes, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha renovado su compromiso
hacia esta etapa de la vida. Ya en el primer congreso, el Papa Francisco lo
había expresado claramente: “Los ancianos son el futuro de la Iglesia, no solo
su pasado: su experiencia, su fe arraigada y su sabiduría son un tesoro
inestimable para todo el Pueblo de Dios en camino”.
Una
“longevidad extendida”
La realidad
social, sin embargo, está cambiando con rapidez: por primera vez en la
historia, vivimos una “longevidad extendida”. Una transición demográfica en la
que los mayores constituyen una “proporción amplia y creciente” de la
población. Farrell aportó algunos datos: en Europa, más de una quinta parte de
los habitantes ya supera los 65 años; en países como Japón, Italia y Alemania
ese grupo representa ya un cuarto de la ciudadanía. Las causas del fenómeno son
múltiples: desde el “bienestar generalizado” hasta el despoblamiento de las
zonas interiores, las migraciones y las crisis económicas y políticas que
empujan a los jóvenes a emigrar. Incluso en África, un continente
tradicionalmente caracterizado por una baja edad media, los ancianos se están
convirtiendo en una presencia estable y significativa.
Las oportunidades de una vida más larga
El Concilio
invitaba a “leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio”. Desde esa
perspectiva, el actual “alargamiento de la vida” debe acogerse como gracia,
como una “nueva oportunidad”. Más años de vida, a la luz de la fe, significan
más tiempo para abrirse “con entusiasmo” al anuncio del Evangelio,
enriqueciendo a toda la comunidad.
Pastorales sinodales y no “prefabricadas”
Las
parroquias, concluyó el prefecto, ya hoy están animadas por la presencia activa
de la tercera edad. La jubilación ya no es sinónimo de inactividad, sino que a
menudo se convierte en un tiempo lleno de compromisos y pasiones. Por eso se
necesita una pastoral que sepa acompañar y dar valor a esas energías, evitando
“recetas prefabricadas” y promoviendo, en cambio, caminos compartidos “en un
espíritu auténticamente sinodal”.
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