Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
El valor de la conversión
(Jueves 6 de noviembre 2025)
Hermanos
y hermanas en Cristo:
En
este jueves, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el valor de la
conversión, ese giro profundo del corazón hacia Dios, que no solo
transforma nuestra vida individual, sino que ilumina nuestra relación con los
demás y con el Señor. San Pablo en Romanos 14,7-12 nos recuerda que nadie
vive para sí mismo, sino para el Señor, y que todos compareceremos ante su
tribunal. El Salmo 26 proclama al Señor como luz y salvación, fuente de
confianza en la espera. Y en Lucas 15,1-10, Jesús nos pinta el gozo
celestial por un solo pecador que se convierte, con las parábolas de la oveja
perdida y la moneda extraviada. La conversión no es un mero cambio de hábitos,
sino un tesoro de inmenso valor que mueve el corazón de Dios y nos une en
comunidad. Partiendo de este tema y de las lecturas, les propongo siete
puntos para meditar:
1.-
La conversión nos libera del aislamiento egoísta: Como dice san Pablo,
"ninguno de nosotros vive para sí mismo" (Rom 14,7). Vivir
centrados en nosotros mismos nos aleja de Dios y de los hermanos; la conversión
nos abre a vivir para el Señor, reconociendo que nuestra existencia es un don
para los demás.
2.-
Todo acto de conversión será juzgado con misericordia: "Todos
compareceremos ante el tribunal de Dios" (Rom 14,10). No temamos el juicio
final si nos convertimos hoy; Dios valora el regreso del hijo pródigo, no la
perfección pasada, sino el paso valiente hacia Él.
3.-
El Señor es nuestra luz en el camino de conversión: El salmista exclama:
"El Señor es mi luz y mi salvación" (Sal 26,1). En medio de
las tinieblas del pecado, la conversión ilumina nuestro sendero, disipando
miedos y guiándonos hacia la casa del Padre.
4.-
Convertirnos es buscar lo único necesario: "Lo único que pido
al Señor es vivir en su casa todos los días de mi vida" (Sal 26,4).
La conversión prioriza la intimidad con Dios por encima de las distracciones
mundanas, valorando la presencia divina como el bien supremo.
5.-
Dios busca activamente al pecador perdido: En la parábola de la
oveja, el pastor deja las noventa y nueve para encontrar la una extraviada (Lc
15,4-6). La conversión revela el valor infinito que Dios asigna a cada
alma, impulsándolo a salir en nuestra búsqueda con amor incansable.
6.-
La conversión genera gozo compartido en el cielo y en la tierra: "Habrá
más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta" (Lc 15,7).
No es un evento solitario; al convertirnos, unimos nuestra alegría a la de los
ángeles y invitamos a la comunidad a celebrar, fortaleciendo los lazos
fraternos.
7.-
Esperar con fortaleza es parte del proceso de conversión: "Espero
en el Señor, espero con valentía" (Sal 26,14). La conversión no
siempre es instantánea; requiere paciencia y coraje, confiando en que Dios
completa en nosotros lo que ha iniciado, hasta el día en que nos presente ante
su trono.
Queridos
fieles, estas lecturas nos urgen a valorar la conversión como el tesoro más
preciado: un regreso que nos hace vivir para Dios, ilumina nuestra vida,
provoca fiesta en el cielo y nos prepara para el juicio con esperanza. Hoy,
escuchemos el llamado del Pastor: dejemos que nos encuentre, cargue sobre sus
hombros y nos lleve de vuelta al redil. ¡Que el Señor nos conceda la gracia de
convertirnos cada día más! Amén.


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