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    miércoles, 19 de noviembre de 2025

    En la senda de la tradición


    Espiritualidad | Ángel Castaño Félix*



     

    En la senda de la tradición

     

    La nota Mater populi fidelis emanada del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha de ser leída, como todo documento vinculado al Magisterio de la Iglesia, con el criterio de continuidad histórica. El amor y la devoción a la Madre de Dios es inherente a la tradición. La Iglesia anima a los fieles a dar el culto debido a la Virgen María. Ya Pablo VI tuvo, en 1974, con la exhortación apostólica Marialis cultus el deseo de ofrecer criterios y orientaciones para que el culto mariano expresase correctamente la fe, corrigiendo o evitando expresiones cultuales que podrían oscurecer su dimensión cristológica y eclesiológica. «En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de Él», escribía en ella; y pedía que «en las expresiones de culto a la Virgen se ponga en particular relieve el aspecto cristológico y se haga de manera que estas reflejen el plan de Dios…» (MC 25). El amor singular que la Iglesia tiene a la Virgen María no la separa del misterio de Cristo, de quien depende radicalmente, y solo en este contexto cristológico-trinitario y eclesiológico se respeta en verdad el lugar que ocupa la Virgen María en la historia de la salvación.

     

    Esta es la intención de la nota que nos ocupa. Afirmo que —al contrario de lo que en muchos círculos y redes sociales se ha manifestado— se mantiene claramente en la línea de la tradición multisecular, ya desde los santos padres de los primeros siglos. Lo que esta ha afirmado es la cooperación singular de la Virgen María al misterio de la salvación y/o de la redención. Si algo afirma la nota es esta cooperación (41 veces citada).

     

    El documento se limita a llamar la atención sobre algunos aspectos problemáticos que plantean determinados títulos otorgados a la Virgen María. Lo hace aludiendo a la tradición patrística y en el mismo espíritu del Concilio Vaticano II y de los Papas posteriores. El criterio de la revisión es no devocional ni antidevocional, sino el dato objetivo de la fe en relación al misterio de Cristo y de la salvación, insertando a la Santísima Virgen María en el lugar que ella ocupa realmente.

     

    Alentando la devoción mariana, subraya que ciertas expresiones, no debidamente matizadas ni suficientemente bien explicadas, sugieren contenidos poco acordes con el equilibrio de la fe en Cristo y de su única y exclusiva mediación salvífica.

     

    Así, por ejemplo, con el título Madre de la Gracia, presente en las letanías lauretanas. Si este título equivale a Madre de Cristo es totalmente aceptable. Si se entiende en el sentido de que la Madre del Señor sería de algún modo «fuente» de la gracia, sería erróneo, pues la fuente de la gracia es solo Dios en Cristo por el Espíritu Santo que se nos da en la Iglesia y también por la cooperación de la Virgen María. 

     

    Lo mismo sucede con el término «mediadora», claramente reconocido en la tradición y afirmado en el Concilio Vaticano II. Encontramos, sin embargo, actualmente usos de este título en oraciones o canciones muy populares que empañan la única mediación de Cristo, que parece secundaria respecto a la de la Virgen María, bien porque se separan ambas mediaciones, bien porque al final se expresa mayor confianza en la Madre que en el Hijo; olvidando además que los fieles tenemos acceso «inmediato» a Cristo, de modo que como subraya el Concilio, la Madre del Señor participa de la mediación de Cristo y, por tanto, es mediadora pero no «entre» Cristo y nosotros, sino unida íntimamente a nosotros y al Señor.

     

    Lo que más revuelo ha causado es lo relativo al término —y subrayo: al término— «corredentora». Un análisis tranquilo del documento deja ver que la única preocupación que subyace sobre el término es cómo encaja en la fe en la única redención de Cristo. El tema no es el amor o el desamor a la Virgen María. El tema está en lo que ya dijo el cardenal Ratzinger siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y repitió siendo Papa: que, admitiendo la cooperación de la Virgen María en la obra de la redención, el término «corredentora» sugiere algo que va más allá y que oscurece el dato de la fe. La tradición ha hablado siempre de un único Redentor y el término corredentora sugiere (así lo explican algunos de sus defensores) dos redentores, uno principal y otro subordinado. 

     

    Pero la nota no tiene intención de cerrar el debate teológico ni pretende ser exhaustiva. Considera que el término es inapropiado y por eso desaconseja su uso, aunque no lo prohíbe. Queda abierto el horizonte de la discusión y de la investigación teológica sobre el asunto. Este, como todos los documentos de la Iglesia, debe leerse con el criterio de la fidelidad a la revelación, de la comunión y de la libertad teológica en asuntos discutibles y siempre en el espíritu de caridad de unos con otros que debe predominar.

     


    *Profesor de Mariología en la UESD

     

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