Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
En tu Palabra, Señor,
florece mi sabiduría
(Homilía jueves 13 noviembre 2025, lecturas:
Sabiduría 7,22–8,1; Sal 118; Lc 17,20-25)
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la liturgia nos invita a contemplar
la Sabiduría como un don que no nace de la mente humana, sino que florece en el
corazón que acoge la Palabra de Dios. El libro de la Sabiduría nos la presenta
como un “espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil…” (Sab 7,22).
No es una idea abstracta, sino una presencia viva que “lo renueva todo” y
“gobierna el universo con suavidad” (Sab 7,27; 8,1).
¿Dónde encontramos esa Sabiduría? El
Salmo 118 nos lo grita con alegría: “Lámpara es tu palabra para mis
pasos, luz en mi sendero” (Sal 118,105). No es la luz de las pantallas, ni
la de los algoritmos. Es la luz que brota de la Palabra encarnada, de Jesús,
que hoy en el Evangelio nos advierte: “El Reino de Dios no viene con
aparatosidad… está en medio de vosotros” (Lc 17,20-21).
I. La Sabiduría no se busca con
cálculos, sino con docilidad
Los fariseos querían un Reino con
señales espectaculares. Nosotros también: queremos sabiduría instantánea,
respuestas rápidas, éxito sin cruz. Pero Jesús dice: “Primero tiene que
padecer mucho y ser reprobado” (Lc 17,25). La verdadera sabiduría pasa por
la cruz, por la humildad de quien se deja enseñar por Dios.
San Agustín lo entendió tarde: “Te buscaba fuera, y estabas dentro”.
La Sabiduría no está en el ruido de las ideologías, sino en el silencio de la
oración, en la escucha de la Escritura, en la obediencia amorosa.
II. En tu Palabra, Señor, florece mi
sabiduría
- Florece cuando leo la Biblia no como
un libro antiguo, sino como una carta de amor.
-
Florece cuando dejo que la Palabra corrija mis criterios, no al revés.
-
Florece cuando, como María, guardo todo en el corazón y lo medito (cf. Lc
2,19).
El Salmo 118 repite como un latido: “¡Qué dulce al paladar tu
promesa!” (v. 103). La Sabiduría no es amarga; es miel para quien la
mastica despacio.
III. Una sabiduría que se hace carne en
la vida cotidiana
- En la pareja que dialoga con el
Evangelio en la mano.
-
En el joven que elige la castidad porque “así está escrito”.
-
En el enfermo que ofrece su dolor porque “el Hijo del Hombre tiene que
padecer”.
-
En el anciano que bendice a sus nietos con un salmo en los labios.
Esa es la Sabiduría que gobierna el
universo con suavidad: no aplasta, persuade; no grita, susurra; no impone,
propone.
Conclusión: ¿Dónde está el Reino? Está
en medio de vosotros cuando:
- Un niño pregunta por qué rezamos y le
respondes con el Salmo 118.
-
Una madre perdona porque recuerda que “el Reino sufre violencia”.
- Un sacerdote prepara la homilía no para brillar, sino para que florezca la
Sabiduría en su pueblo.
Pidamos hoy a la Virgen, Trono de la Sabiduría, que nuestra vida sea un jardín donde
la Palabra de Dios eche raíces profundas. Que no busquemos señales en el cielo,
sino que reconozcamos al Reino en la humildad de la cruz y en la dulzura de la
Escritura.
En tu Palabra, Señor, florece mi
sabiduría. Y cuando florece, el mundo entero se renueva. Amén.


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