Fe y Vida | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
17 de diciembre: san Juan de Mata, el
teólogo que encontró al Dios de los libros en los cautivos de su tiempo
Durante su primera Misa recibió la inspiración de
redimir de manera organizada a los presos bajo el dominio musulmán. Quiso a los
suyos en casas en medio de la ciudad, «directamente orientados a la misión»
Dar la libertad a los cautivos es algo que viene
haciendo la Iglesia desde aquel «estuve preso y me visitasteis». Las primeras comunidades
cristianas cuidaban de sus hermanos detenidos durante las persecuciones y, de
siglo en siglo, se fue transmitiendo la práctica de tratar a los detenidos como
si fueran el mismo Cristo. Pero el hecho de pagar un rescate por ellos para
devolverles la libertad no se hizo de manera organizada hasta la llegada de
Juan de Mata en el siglo XII. La Orden de la Santísima Trinidad y de la Redención de
Cautivos, fundada por él en 1198, nació para ese fin concreto.
Se cree que Juan de Mata nació
hacia 1154 en un pequeño pueblo de los Alpes franceses llamado Faucon de
Barcelonnette. Su familia era vasalla de los condes de Barcelona y
por su posición recibió una educación clásica que le llevó hasta París, el
centro intelectual de la cristiandad en ese momento. Allí se doctoró en
Teología y se formó para ser sacerdote, pero con la inquietud en su corazón de
entregarse particularmente en alguna orden religiosa.
Recibió la ordenación de manos de Maurice de Sully, obispo de París e impulsor
también de la catedral de Notre Dame. El 28 de enero de 1193 fue
un día especial: celebraba su primera Misa y, durante la elevación de la Hostia en la consagración, le pidió al
Señor una luz especial para conducir su vida. En ese momento vio a
Jesús sosteniendo en sus manos a dos hombres con cadenas en los pies: uno era
negro y estaba como deforme, mientras que el otro era blanco y tenía un aspecto
demacrado. Entendió que, a partir de entonces, dedicaría
su vida a devolver la libertad a los privados de ella bajo el
dominio musulmán.
Vislumbrando aún cómo llegar a concretar esta misión
que Dios le puso en el corazón, Juan se unió a un grupo de
ermitaños en Cerfroid, una zona rural a 70 kilómetros al noreste de
París. Allí pudo contagiar a un pequeño grupo sus inquietudes y eso dio origen
a una pequeña comunidad aún sin nombre. El espaldarazo definitivo llegó cuando
varias personas pudientes de la zona les donaron una casa para los hermanos y
una iglesia para sus celebraciones.
Camino de Marruecos
Solo faltaba una cosa: la aprobación de su carisma por
parte de la Iglesia. Juan de Mata redactó un texto
que luego presentó al Papa Inocencio III para obtener su permiso.
«Curiosamente, ese es el primer documento eclesial reconocido que contiene
explicitados los tres votos clásicos de pobreza, castidad y obediencia», afirma
el trinitario español Pedro Huerta. Añade que «también es el primer
caso en la historia de la Iglesia en que se da una aprobación pontificia para
la creación de una nueva orden religiosa. La bula de aprobación del Papa
fue el modelo para todas las que vendrían después».
El asentimiento del Pontífice llegó finalmente el 17
de diciembre de 1198, dando a la nueva realidad el nombre de Orden de la
Santísima Trinidad y de la Redención de Cautivos. «Fue en su día la primera orden
religiosa sin un carácter monástico. Eso le dio un sello especial», destaca
Huerta. De hecho, Juan de Mata designó a los lugares donde vivían los
religiosos como «casas», no como «conventos», y estaban situados en las ciudades,
no retirados de ellas, algo que por aquella época no era nada habitual. «Los
primeros trinitarios nacieron ya orientados
directamente a la misión», afirma su hijo espiritual.
Bio
·
1154: nace en
Faucon de Barcelonnette.
·
1193: celebra
su primera Misa en París y recibe la inspiración de fundar la orden.
·
1198: Inocencio
III aprueba la orden de los trinitarios.
·
1199: primera expedición a Marruecos.
·
1213: muere en Roma.
·
1666: Alejandro
VII lo reconoce como santo.
De aquellas entrevistas con el Papa, Mata obtuvo
también una carta de presentación al rey de Marruecos apoyando
la actividad de los nuevos religiosos. En la primavera de 1199 se
presentó allí con los suyos y se volvió a Marsella con un puñado de redimidos.
Allí fundó una casa, la primera de muchas que por toda Europa servirían de
enlace para sus expediciones entre la cristiandad y los territorios ocupados
por los musulmanes.
Así, viajó a España para fundar nuevas casas y liberar
presos según avanzaba la Reconquista. Luego se asentó en
Roma, en la casa de Santo Tomás in Formis, donde se dice que llegó a
conocer a san Francisco de Asís. Allí murió el 17 de diciembre
de 1213, justo 15 años después de la aprobación que recibió del
Papa.
El trinitario Pedro Huerta destaca que, hoy al igual
que ayer, «todavía vivimos en el mundo guerras y polarizaciones similares a las
que él vivió». Y por eso propone a los fieles hoy hacer lo mismo que hizo el
santo en aquella su primera Misa en París: «Pongamos nuestra confianza en Dios
y en la Eucaristía, para decirle: “Dime lo que quieres que haga”. Todo lo que
venga después será consecuencia de esta entrega y de esta confianza».


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