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    viernes, 26 de diciembre de 2025

    El extranjero. Una inquietante nostalgia de Dios


    Jueves de Cine | Rosa Die Alcolea

     


    El extranjero. Una inquietante nostalgia de Dios

     

    Argelia, 1935. Meursault asiste a la muerte de su madre con una indiferencia que no altera su rutina. Retoma su vida sin expectativas, inicia una relación con Marie y se vincula con Raymond, un vecino problemático. Arrastrado por esa relación, se ve envuelto en un conflicto violento de cuyas consecuencias fatales no podrá escapar.

     

    Partiendo de la base de que El extranjero, de François Ozon, no es una película para todos los públicos —así como la novela de Albert Camus tampoco lo es—, también por una escena subida de tono, lo más atractivo de la cinta es la penúltima escena, donde se condensa el conflicto moral de Meursault —¿o deberíamos decir de Albert?—. El duelo en el que se baten Meursault y el pulcro, aunque tierno, sacerdote alcanza el clímax de la obra. Ozon capta fielmente lo que Camus describió en su libro, publicado en 1942: frente al absurdo, todos los razonamientos son nobles, pero inútiles. «Todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida». Y esta idea, que es la razón de ser de Meursault —criatura ficticia por la que Camus se asomó a los abismos espirituales del hombre—, la masca incesantemente en su celda, en un monólogo interior con un texto prácticamente igual que el de la novela escrita.

     

    La fotografía es excepcional, a cargo de Manuel Dacosse, uno de los directores europeos de esta disciplina más reconocibles del cine de autor contemporáneo: el blanco y negro sugiere un halo de misterio; vemos unos blancos llevados al límite, una luminosidad extrema que embellece y desnuda, refuerza la sequedad moral y la sensación de intemperie existencial del relato. Por ello, destacaría la atmósfera creada como lo mejor del proyecto de Ozon.

     

    Aunque en la película no podemos leer psicológicamente tan bien al personaje como en el libro, sobre todo en la primera parte, el director le gana un aura enigmática al personaje que incrementa con la puesta en escena, la fotografía y la música, decisiva. Está compuesta por la música kuwaití Fatima al Qadiri, que mezcla instrumentos tradicionales con elementos electrónicos contemporáneos, generando el tono reflexivo y existencial de la película. 

     

    En un estudio sobre el ganador del Nobel en 1957, se insinúa que su obra está traspasada por la búsqueda del absoluto, al parecer infructuosa. El cuestionamiento que surge en relación a la nostalgia de Dios, la travesía que implica el descubrimiento del sentido de la existencia, nos lleva a pensar que su vida fue un fiel arquetipo del aproximarse a la verdad para quitarle el velo que la cubre, al igual que lo hizo, por ejemplo, san Agustín. Por esto, quizás en el filme, envuelto en una cotidianeidad en blanco y negro aparentemente nihilista, por momentos, su protagonista percibe el sentido de su vida en instantes: las caricias del mar, la corporeidad y sensualidad que comparte con su amante, la luz del sol, una comida entre amigos… al fin y al cabo, la vida.

     

    El extranjero

    Dirección: 

    François Ozon

    País: 

    Francia

    Año: 

    2025

    Género: 

    Drama

    Público: 

    +12 años

     


    Alfa&Omega.es






     

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