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    jueves, 20 de enero de 2011

    A propósito del Año Nuevo


    Las razones del corazón | Manuel Soler Palá, msscc




    Enigmas, vicios y virtudes del tiempo 

    (A propósito de un nuevo año)  


    El relevo del año suele acontecer entre alboroto, uvas y bailes. La polvareda que levanta el nuevo año es tan considerable que requiere de un tiempo no irrelevante antes de posarse. Sin embargo, no hay que fiarse de las apariencias. La venida del año nuevo en medio de la noche no raramente provoca la nostalgia, marca un hito en el desvanecimiento de viejas utopías y hunde un poco más en el escepticismo o la amargura.

    El tiempo y sus virtudes
    En el ambiente de relevo se hacen más densos los pensamientos acerca del enigma o misterio que es el tiempo. De pronto uno se sorprende a sí mismo, absorto en la mesa de su escritorio o tumbado boca arriba, especulando sobre las peculiares, juguetonas y trágicas virtudes del tiempo. Que consisten, por ejemplo, en pintar canas a los adultos, ponerle pátina a las pinturas y cincelar arrugas en el rostro de los seres queridos.
    La situación resulta, pues, propicia para especular acerca de las funestas consecuencias que el tiempo encierra como en una semilla. O sobre el futuro desarrollo de sus promesas. Porque todo hay que decirlo: la continuada sucesión de los instantes no sólo se dedica a envejecer al personal, a oxidar las ilusiones y a apremiar a los deudores. También gusta de convertir a los pequeños en hombres hechos y derechos. Hace sabios a los ignorantes. Lleva a buen puerto ilusiones que culminan en el beso nupcial o en el birrete de graduación.
    No está fuera de lugar la metáfora de considerar al nuevo año como un rollizo recién nacido. Que, por cierto, va a tener una vida breve: sólo trescientos sesenta y cinco días. Luego irá a parar al cementerio de años que debe existir en alguna parte. Nueva reflexión para abundar en el pensamiento de la caducidad inherente a cosas y personas. El hecho es que, cuando el pequeño hace su aparición, se estimulan los anhelos y las esperanzas de los seres humanos. Además, suele ser recibido con una calurosa y alborotada bienvenida.

    ¿Esperar o desesperar?
    Hay quienes viven el transcurrir del tiempo con mal disimulada angustia. Como un patrimonio que se les va esfumando entre las manos con más prisa de la que desearan. Para ellos no sirve la acotación de que lo mismo puede decirse que tienen un año más que un año menos. Decididamente, experimentan de modo negativo lo que califican como agresión de las horas y los días. Tienen un año menos y déjense los filósofos o los bromistas de aplicar paños calientes al cáncer del tiempo que engulle con voracidad cuanto halla a su paso.
    Sin embargo, también los hay que cargan con garbo los años sobre sus espaldas. Y no sólo porque su físico se mueve con agilidad, sino por cuanto intuyen que el tiempo les acerca a la meta y ésta les habla de plenitud. Al menos, desde la fe cristiana. Los brazos de Dios Padre esperan al caminante. Cuando llegue a término, con los pies doloridos y el alma vacilante, el Creador recogerá y revitalizará todas las sonrisas que esbozó a lo largo del camino. Ninguna de ellas se perderá.
    ¿Y el increyente? Difícil tarea la de darle consejos en este terreno. El tiempo acaba ganando todas las batallas y oxidando todas las esperanzas. Sólo cabe esperar la victoria llevando al contendiente al terreno que le resulta ajeno: la otra dimensión, la eternidad.

    Mientras tanto, pienso que lo mismo quien cultiva la fe como el que duda o la niega, debe sentirse obligado a vivir el tiempo con una mentalidad avara. En este caso, una sana y permitida avaricia. Es lastimoso comprobar los desperdicios que se hacen con las horas, los días y las semanas. Los crucigramas que ni siquiera se terminan engullen los instantes como un pozo sin fondo. Los capítulos interminables de las telenovelas sumen al individuo en el letargo. Las conversaciones estúpidas y sin sentido carcomen los minutos uno tras otro...
    Se pueden hacer multitud de cosas en la vida. Cabe revivir a Mozart escuchando su música y sumergirse gozosamente en el mundo ingrávido y sutil de la armonía total. Podemos penetrar en el alma de cualquier personaje viviente en el mundo de la literatura con solo abrir un libro... ¡Tantas cosas! Contando solo los momentos que deja libres el trabajo y la profesión.
    Los primeros días del año punzan los sentimientos con más fuerza y precisión que el resto. A veces clavan espinas dolorosas obligando a revivir tragedias sucedidas a lo largo del año que se fue. Pero también abren a la esperanza. Muchos seres humanos ponen en pie sus expectativas. Puede suceder cualquier cosa. Como la vida de un recién nacido convoca todas las esperanzas y suscita innumerables ilusiones, así el año nuevo para quien no ha arrojado la toalla de la vida.
    Un último párrafo para los ruegos de rigor. No obstante, y a pesar de todo, el año nuevo acarrea una buena dosis de esperanza en sus espaldas. ¿Por qué conformarse con que los próximos 365 días traigan cosas menos malas? ¡No, que las traigan buenas! No parece un refrán afortunado aquel que canta: "cualquier tiempo pasado fue mejor". ¿Acaso al hombre maduro o al anciano sólo les cabe hablar de "sus tiempos"...? Mientras se vive, uno tiene todo el derecho de llamar "mis tiempos" a los que discurren frente a él.

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