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    miércoles, 12 de diciembre de 2012

    Navidad sin Justicia

    Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, Misionera Dominica.  
    Navidad sin justicia  
    Leía el profeta Isaías, capítulo 1,21-28 cuando vislumbré la realidad de República Dominicana. Nuestra situación, en medio de incoherentes y contradictorias “lecturas”, también es analizada por especialistas conscientes que nos hacen mirar más allá de la venda que intentan colocarnos. Mi tarea consiste, como teóloga y biblista, en ofrecer, no un análisis de la coyuntura nacional, sino en complementar los aportes que a diario nos llegan, mediante una breve reflexión del texto escogido, considerando que Biblia y Vida se iluminan mutuamente.

    Isaías, por el año 740 aC. denuncia una sociedad cuyos principios ético y teológico fueron destruidos. La corrupción nacional invadió todos los espacios. A su manera, el profeta nos informa: “se ha convertido en ramera la ciudad fiel” (v.21), o sea, la ciudad que antes estuvo direccionada por la justicia está sin fundamentos dignos. La justicia, en Antiguo Testamento, no se limita al orden estrictamente jurídico, sino que tiene en cuenta el orden natural de todo lo existente. Comprende la óptica relacional que vincula los seres humanos entre si, a Dios y a los seres humanos, y al ser humano con la naturaleza. Aunque la justicia no se limita al ámbito jurídico-político, se esperaba que los gobernantes fueran celadores por ese principio que tiene por referencia al mismo Dios: “confía, oh Dios, tu juicio al rey, al hijo de rey tu justicia, para que gobierne rectamente a tu pueblo, a tus pobres con equidad (Sl 72,2).

    Observo que la justicia está de manos dada con la profecía, ya que esta actividad es maestra en la dignidad humana. Dice Proverbios 10,11 que “la boca de la persona justa es manantial de vida para los demás”. Isaías está inserto en esta concepción social y teológica. Constata que la ciudad, antes llena de rectitud, se encuentra tomada por los asesinos (v.21); los que transformaron la plata en escoria y mezclaron el vino con agua (v.22). Entiendo que enflaquecieron los valores a tal manera que carcomieron los cimientos sociales.

    El profeta avanza en su análisis enfatizando la dimensión económica. Señala que la violencia sufrida por los pobres está relacionada con el despojo al cual son sometidos. Pero va aún más lejos e identifica la raíz de la controversia: el problema no es la ciudad ni sus habitantes, sino aquellos que la gobiernan. De ellos nos informa: “tus gobernantes son rebeldes y compañeros de ladrones. Cada uno ama el soborno y va tras los regalos” (v.23). Distraídos en arrogancia y acúmulos ajenos, ellos no atienen el grito rasgado de los que sufren. Sobre esta realidad Isaías deposita su anuncio. Presenta la intervención divina destituyendo los funcionarios, considerados enemigos de Dios. Como alternativa propone restaurar los jueces, malos administradores de la justicia, así como a sus consejeros (v.25-26). Sólo después de tal limpieza, el profeta nos presenta una reinauguración social, con nuevos agentes, bajo el título “Ciudad de Justicia” (v.27).


    Analizo que en la perspectiva isaiana, las instituciones que acogen la causa de los pobres se empeñan en hacer viable y factible el orden natural. Esta teología no excluye la participación humana del proceso de transformación. Intenta expandir la justicia a todos los sectores para que el sistema no pierda su horizonte, pues la justicia necesita, por su propia esencia, ser establecida y preservada. Curiosamente el mismo profeta nos habla de la presencia de Emmanuel “Dios está con nosotros” (Is 7,14). Nos propone un escándalo de ternura y liberación sin violencia. Emmanuel es el deseo de una navidad y una sociedad a partir del sueño de Dios. Emmanuel es expectativa que no aguarda de brazos cruzados y que, desde lo aparentemente frágil, va construyendo la “ciudad de la justicia”. Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, Misionera Dominica. ADH 763.

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