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    miércoles, 27 de febrero de 2013

    Mensaje 27 de Febrero 2013


    EN EL BICENTENARIO DE JUAN PABLO DUARTE, RENOVEMOS NUESTROS IDEALES  
    Resumen
      

    I. Introducción
    El 26 de enero del 2013 celebramos en la República Dominicana el Bicentenario del nacimiento del Patricio Juan Pablo Duarte. Él no sólo fue el promotor de nuestra Independencia, sino que con sus ideales y ejemplos se constituye en prototipo de conducta para la vida privada y pública de todos los dominicanos.

    TEMAS QUE DESARROLLA EL DOCUMENTO:

    II. Duarte: fe y auto-superación.
    Juan Pablo Duarte y Diez nació en el barrio de Santa Bárbara, en la ciudad de Santo Domingo, el 26 de enero de 1813. En una cristiana familia, compuesta por Juan José Duarte, natural de Vejer de la Frontera (Cádiz), y Manuela Diez, oriunda de El Seybo. Fue bautizado por el Padre José Ruiz, en la iglesia de Santa Bárbara, el 4 de febrero de 1813. A los 6 años “recitaba de memoria el catecismo”.

    Ante la imposibilidad de asistir a escuelas superiores en Santo Domingo “los pocos conocimientos que adquirió fueron debidos a su amor al estudio” y férrea voluntad y deseo de superación, logrando fijarse un objetivo: dar un nombre a su pueblo y que sea digno de llevarlo.

    III. Duarte: el orgullo de ser dominicano.
    El mismo Duarte escribió una nota a su hermana para decirle: “Juré en mi corazón no pensar ni ocuparme sino en procurar los medios para probarle al mundo entero que teníamos un nombre propio, dominicano, y que éramos dignos de llevarlo”.

    IV. Duarte: “Dios, Patria y Libertad”.
    Fundó la Sociedad Secreta la Trinitaria, con el lema “Dios, Patria y Libertad”. También la Filantrópica, para propagar los principios de la Independencia Dominicana, con representaciones de piezas teatrales.

    V. Duarte: honor y libertad
    Por su labor a favor de la Independencia Dominicana, fue perseguido por el gobierno haitiano y obligado a emigrar a Venezuela para salvar su vida en 1843, buscando apoyo en ese país hermano. Sin embargo, Duarte no era enemigo de los haitianos y escribió: “Admiro al pueblo haitiano; lo admiro porque conozco su historia. Ese pueblo ha luchado desesperadamente contra poderes excesivamente superiores y los ha vencido para salir de la triste condición de esclavo y constituirse en nación independiente. Le reconozco dos grandes virtudes: el amor a la libertad y el valor… Pero los dominicanos también… Nosotros tenemos que reivindicar nuestro honor, nuestro nombre y nuestra libertad”.

    Los dominicanos y haitianos somos dos pueblos hermanos, nacidos en la misma la misma tierra. Duarte busca que ambos pueblos sean respetados y ayudados a reencontrarse en su historia, fortalecer su liderazgo y respetar a su gente. Sólo lograremos una pacífica convivencia y una cooperación fraterna si ellos y nosotros mantenemos nuestra propia identidad y desarrollamos nuestros propios recursos.

    VI. Duarte: austeridad y sacrificio
    Mientras tanto, aquí, otros grupos dominicanos se unieron a los Trinitarios y proclamaron la Independencia Nacional el 27 de Febrero de 1844.

    Como Duarte, todo el que quiera salir triunfante en un proceso de liberación, ha de llevar consigo, como a un amigo, al sacrificio y la austeridad. Son los medios más eficaces en momentos de crisis morales, económicas y sociales para subsanar los errores pasados.

    VII. Duarte: honradez, honestidad y transparencia
    El 4 de febrero había dado prueba de su pureza como patriota y ahora la daba de su pulcritud como administrador. El 12 de abril de 1844, Duarte devolvió al Tesorero Nacional, Miguel Lavastida, $827 pesos de los $1,000 recibidos e hizo entrega de un informe pormenorizado de $173 pesos gastados en la tropa. Durante la campaña militar anotó cuidadosamente los gastos desde su salida, como eficiente Contador. He aquí el paradigma de honradez, honestidad y transparencia, para todo dominicano que participe en la política pública. Esta rendición de cuentas constituye un permanente ejemplo y estímulo para los gobernantes y ministros que manejan fondos públicos o administran dinero ajeno, teniendo a su disposición, hoy, tantos medios sofisticados para una rápida y exacta rendición de cuentas, que acredite su honorabilidad.

    VIII. Duarte: democracia, defensa de la ley y el bien común.
    Establece como fin último del Estado el principio del Bien Común: “Puesto que el gobierno se establece para bien general de la asociación y de los asociados, el de la Nación Dominicana es y deberá ser siempre ante todo, propio y jamás de imposición extraña…”. Pero, más que nada define el carácter del gobierno: debe de ser propio, no impuesto; popular, procedente de la voluntad del pueblo; electivo, fruto de un proceso electoral; representativo, de las voluntades e intereses de sus electores; republicano, elegido y alternativo; y sobre todo, responsable de sus actos. Y para la mejor y más pronta expedición de los negocios públicos se distribuye en poder municipal, legislativo, judicial y ejecutivo.

    IX. Duarte: gratitud y sentido de justicia.
    Me habéis dado una prueba inequívoca de vuestro amor, y mi corazón agradecido debe dárosla de gratitud. Ella es ardiente como los votos que formo por vuestra felicidad. Sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho aún exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ése es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la Patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro: el veros libres, felices, independientes y tranquilos”

    X. Duarte: perseverancia en la fe y moral católica
    Respecto a las creencias religiosas, en su proyecto de constitución Duarte redactó: “La religión predominante deberá ser siempre la Católica, Apostólica, sin perjuicio de la libertad de conciencia y tolerancia de cultos y de sociedades no contrarias a la moral y caridad evangélicas”

    Duarte permaneció católico a pesar de que un miembro cualificado de la misma Iglesia pidiera obediencia a los mandatos y órdenes del General Pedro Santana y de la Junta Central Gobernativa, la que un mes más tarde declararía como traidores infieles a la Patria a los próceres de la Independencia. La fe cristiana mostrada en el juramento trinitario y la invocación de Dios en la primera palabra del lema sagrado, el incluir la Biblia y la cruz en el escudo revelan cómo conservó su fe. En su vida personal, siempre conservó un comportamiento piadoso, al punto que estando en Venezuela, su párroco le recomendó que ingresara al sacerdocio. El Arzobispo Fernando Arturo de Meriño, que conoció a Duarte en Venezuela, dice de él: “Educado en la piedad religiosa, guardó siempre intacto el tesoro de su fe y acudía al Señor en las congojas de su corazón. En su grande alma mantuvo altar para su Dios y para su patria, y así sus virtudes cívicas llevaban el suavísimo perfume de sus virtudes cristianas”

    XI. Duarte: humildad y sufrimiento
    Duarte y sus compañeros fueron reducidos a prisión en Puerto Plata y trasladados a la Capital el 2 de Septiembre 1844 y, desde allí, expulsados a Hamburgo (Alemania), en un viaje de 46 días. Luego, en el mes de noviembre emprende viaje llegando por Saint Thomas a Venezuela, en el mes marzo de 1845.

    Este decreto revela la afrenta y dolor profundo sufrido con humildad por Duarte y los demás trinitarios; precio amargo, pagado para que hoy tengamos un nombre y una nacionalidad.

    XII. Duarte: al servicio de la Patria con alma, vida y corazón.
    Aunque no faltaron en Caracas solicitudes a Juan Pablo Duarte para que apoyara la Anexión a España, él las rechazó y escribió: “Los sufrimientos de mis queridos hermanos me eran harto sensibles, pero mucho más doloroso me era ver que el fruto de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, era la pérdida de la independencia de esa patria tan cara a mi corazón y por cuya tranquilidad gustoso me inmolara, por lo que en lugar de aceptar el pan de la degradación, acepté con júbilo la copa de la cicuta que sabía me aguardaba el día que mis conciudadanos consideraran que mis servicios no les eran necesarios… A mí me bastaba ver libre, feliz e independiente mi ínsula, y me dispuse a coadyuvar con todos mis esfuerzos a la redención de la Patria”.

    Duarte responde el 21 de abril de 1964: “si he vuelto a mi Patria después de tantos años de ausencia es a servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de unión entre todos los verdaderos dominicanos, y jamás piedra de escándalo o manzana de la discordia.

    XIII. Duarte: la independencia de la Patria aunque cueste la vida.
    “Trabajemos, quise decir, por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos. Sí, caro amigo, trabajemos sin descansa; no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa, y en nuestros propios bríos, pues nos condenaríamos, por cobardes, a vivir sin Patria, ¡que es lo mismo que vivir sin honor. Aprovechemos el tiempo…”.

    XIV. Duarte: testamento espiritual.
    Juan Pablo Duarte no se consideraba en la posición de un luchador retirado, vencido por la enfermedad, sino en la de quien todavía está dispuesto a continuar luchando por su Patria.
    Seguid, repito, y vuestra gloria no será menor por cierto que la de aquellos que desde el 16 de julio de 1838 vienen trabajando en tan santa empresa bajo el lema venerado de Dios, Patria y Libertad, que son los principios fundamentales de la República Dominicana”.

    XV. Duarte: recibe los auxilios espirituales y muere. Su entierro fue en la fiesta de la Virgen del Carmen.
    A los 63 años Duarte falleció en Caracas el 15 de julio de 1876, recibiendo los auxilios espirituales del Pbro. Francisco Tejera y el entierro fue celebrado el 16 de julio de 1876, fiesta religiosa de la Virgen del Carmen, en la Parroquia Santa Rosalía.

    XVI. Sigamos las huellas de Duarte, hombre de fe y político auténtico

    Al celebrar el Bicentenario del nacimiento del Padre de la Patria, como pastores de la Iglesia les invitamos a fijarse en Duarte como modelo de ciudadano y de cristiano.

    a) Seamos verdaderos políticos como Duarte
    Para muchos la política es clientelismo, una forma de enriquecimiento o de levantarse un trono en la historia. Para Duarte la política es la ciencia más pura y más digna, la practicó con humildad y la vivió como un servicio al bien común.

    En cuanto ciudadanos todos somos políticos, porque formamos parte de la ciudad. Somos compromisarios en el servicio. Como Juan Pablo Duarte debemos soñar más en el bien común; cultivar más la vocación de servicio en la sociedad y pensar menos en el lucro personal o de unos pocos.
    Felicitamos a los hombres y mujeres que incursionan en la política, renunciando a beneficios personales y que se sacrifican por el bien de todos, y nos lamentamos de los tantos que sin ideales nobles, se aprovechan de la cosa pública y de la malversación de los fondos del Estado.

    Felicitamos también a tantas instituciones en el país que cultivan el espíritu de servicio en nuestro pueblo a través de clubes, asociaciones, fundaciones y voluntariados. En este orden, nos regocijamos con los esfuerzos propuestos a favor de la educación. Saludamos la Campaña de Alfabetización iniciada por el gobierno nacional, que será uno de los mejores homenajes en el Bicentenario del Padre de la Patria. Abramos cada vez más las puertas de la educación formal a dominicanas y a dominicanos privados por la pobreza.

    b) Sigamos el Paradigma de valentía juvenil
    La Independencia nacional fue obra de amigos. La noche del 16 de julio eran nueve jóvenes los que encabezaban aquél movimiento independentista, entre ellos Duarte. “Todos amigos, amigos todos”. Juan Pablo Duarte tenía 25 años, sólo Benito le sobrepasaba con dos años. Pero eso no significa inexperiencia, sino todo lo contrario, significó voluntad de hierro, siempre para obrar bien, a favor de la patria y del pueblo. Y, en sentido general, no claudicaron, sino que se mantuvieron “firmes en los principios independentistas y democráticos”. No olvidemos que su Juramento Trinitario fue firmado con la sangre de cada compromisario.

    La patria debe cuidar de la esmerada educación de la niñez pero debe confiar y acoger la energía juvenil en la búsqueda de solución a nuestros problemas. Nos preocupa en especial la realidad de la que están siendo víctima tantos jóvenes atrapados por la violencia, el narcotráfico y la falta de una política estatal bien definida en el manejo del orden público y la seguridad ciudadana. Aunemos todos los esfuerzos que sean necesarios para rescatar, proyectar y formar a nuestros jóvenes en los valores que vivió el Padre de la Patria. Brindémosles las oportunidades que les permitan salir de la marginalidad y la pobreza.

    c) Caminemos por las huellas del Fundador de la Patria
    Esforcémonos todos en pisar las huellas de nuestro Fundador, viviendo según los valores cívicos vividos y defendidos por él, como son: el orgullo de ser dominicano; la lucha por mantener la independencia de la República aunque cueste la vida, el servicio a la Patria con alma, vida y corazón, la actitud democrática, la defensa y el cumplimiento de la ley, y, el constante esfuerzo por la conquista del bien común.

    Vivamos según los valores trascendentes del Espíritu que motivaron a Duarte para darnos el legado de República Dominicana, tales como la fe en la Santísima Trinidad, modelo de comunión; el espíritu de superación; la libertad y el honor; la austeridad y el sacrificio; la honradez, la honestidad y la transparencia en el manejo de los asuntos públicos; la gratitud y el sentido de justicia; la humildad y capacidad de sufrimiento; y sobre todo, la perseverancia en los principios éticos y morales.

    Hoy más que nunca se requiere de hombres y mujeres probos en las virtudes morales, con capacidad de sacrificio y de renuncia para sacar adelante la Nación; para contrarrestar la vida fácil, fruto del dinero mal habido; para contrarrestar el narcotráfico, el hedonismo y los vicios en los que se encuentra inmersa nuestra sociedad.

    Hoy más que nunca se requiere de la templanza y el heroísmo duartiano para construir la paz anhelada y erradicar el espíritu de violencia y de agresividad con que se manejan muchos dominicanos.

    En este tiempo en el que se ha ido perdiendo en gran medida el respeto a lo ajeno, se requiere como nunca para el buen manejo del patrimonio familiar, empresarial, comunitario, y sobre todo, del patrimonio estatal, de la honradez, pulcritud y transparencia que tuvo el Padre de la Patria.

    Siguiendo el espíritu de independencia nacional y el ideal de la Patria soñada por Duarte, se requiere que los hombres y mujeres, representantes del poder ejecutivo, legislativo y judicial, a cuya responsabilidad le corresponde guiar los destinos de la Nación, actúen con la suficiente voluntad política para defender el patrimonio nacional, especialmente los recursos naturales y el ecosistema, frente a inversionistas extranjeros o nacionales que atenten contra éste de manera indiscriminada y en perjuicio del bien común.

    Se requiere también de los ideales de Duarte para actuar con la suficiente voluntad política y establecer un ordenamiento jurídico justo que regule el sistema de partidos políticos, y la política partidista deje de ser una empresa lucrativa de avivatos y se convierta en lo que verdaderamente debe ser, un servicio a la Nación en procura del bien común.

    Se requiere de la mística espiritual de Duarte, para actuar con la suficiente voluntad política y ordenar el sistema de seguridad ciudadana, limpiar de la corrupción y de la complicidad con el narcotráfico y la delincuencia, a nuestras fuerzas armadas y policía nacional; para formar a hombres y mujeres patrióticos que desempeñen esas funciones y para que el mismo Estado les garantice una remuneración justa y les asegure una vida digna para ellos y para sus hijos.

    Concluimos invitando a todos los hijos e hijas de esta tierra, a recibir de Duarte su testamento espiritual: mantener bien en alto nuestro lema nacional “Dios, Patria y Libertad”.

    Que al celebrar el 27 de febrero, el 169 Aniversario de la Independencia Nacional, dominicanos y dominicanas renovemos nuestros más nobles ideales, implorando la bendición de la Santísima Trinidad y la protección de la Virgen, bajo los títulos de las Mercedes y la Altagracia, Patrona y Protectora del pueblo dominicano.

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