Cuaresma, tiempo de cambiar
Cuarenta dÃas a los pies de Jesús. Tiempo del Espìritu.
“Jesús, lleno del EspÃritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el EspÃritu al desierto” (Lc 4,1).
La actitud primera para iniciar la Cuaresma es dejarnos llevar por el EspÃritu. Sin la presencia y el empujoncito del EspÃritu es mejor no comenzar la Cuaresma. El EspÃrtu es la mejor compañÃa para no perdernos en estos cuarenta dÃas de desierto, para tener fuerza y seguridad al momento de enfrentarnos con nuestros egoÃsmos, para tener con quien conversar en los momentos más duros y solitarios de nuestro propio destino.
A los pies de Jesús
Con el EspÃritu tendremos la oportunidad de experimentar los mismos sentimientos de Juan en el Apocalipsis, cuando por el peso de los pecados de su pueblo cayó como muerto a los pies del Maestro de Nazaret; pero, al mismo tiempo, se levantó de nuevo a la vida, cuando sintió la mano de Jesús que le decÃa: “No temas, soy yo, el primero y el último...” (Ap 1,17).
Para Juan, el peso del imperio (Ap 1,9; 13, 11-18) y la situación de algunas comunidades que habÃan “perdido el primer amor” (Ap 2,4) no le dejaban otra alternativa que caer “como muerto” a los pies del Señor.
La Cuaresma comienza con la ceniza en nuestros cuerpos para tomar conciencia del “peso” del pecado que limita nuestra vida cristiana, y caer con toda humildad a los pies de Jesús para recorrer por cuarenta dÃas el camino hacia la Pascua.
Toda fiesta importante se celebra y se prepara. La Pascua es la fiesta más importante del cristianismo: Celebra la Resurrección de Jesús, y se prepara a través de la Cuaresma. Cada momento de la Cuaresma dispone la vida cristiana para la Pascua. San León definió la Cuaresma como “un retiro colectivo de cuarenta dÃas, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana” (Sermón 42).
Cuarenta dÃas...
Cuarenta dÃas para cambiar nuestros corazones al estilo del profeta Ezequiel: “Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espÃritu nuevo; arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espÃritu y haré que caminen según mis preceptos y que cumplan mis mandatos poniéndolos por obra” (Ez 36,26-27).
Cuarenta dÃas para la conversión, que no es otra cosa que “desandar” el camino perdido para sentir la alegrÃa de volver a Dios. Pero volver a Dios no es suficiente. No podemos, como Pedro, pedirle a Dios que nos permita construir una choza para quedarnos contemplándolo mientras el prójimo permanece invisible. Volver a Dios es la primera etapa de un camino que continúa en el compromiso solidario con los demás. Asà lo confirma el profeta IsaÃas: “Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien; busquen el derecho, socorran al oprimido; difiendan al huérfano, protejan a la viuda. Entonces, vengan, y discutamos –dice el Señor-.
Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, se volverán blancos como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana” (Is 1, 16-18). Incluso el Ayuno, la Oración y la Caridad, que son los signos más importantes de la Cuaresma, pierden su sentido si están desligados del prójimo: “El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnuedo y no despreocuparte de tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas sanarán rápidamente; tu justicia te abrirá camino, detrás irá la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor, y te responderá; pedirás auxilio, y te dirá: Aquà estoy. (Is 58, 6-9).
Aprovechemos la Cuaresma para que, junto a los pies del Maestro, sintamos la fuerza del EspÃritu, que nos levanta y nos empuja a trabajar por una comunidad que espera nuestra fraternidad, un pueblo que espera nuestra solidaridad, un mundo que espera la justicia y un Jesús que espera nuestro testimonio.
Cuarenta dÃas para contarle a Jesús las incoherencias, los egoÃsmos, las indiferencias, las violencias, las intolerancias y las discriminaciones, e iniciar como el hijo pródigo el camino de regreso a la casa del Padre Misericordioso.
Cuarenta dÃas para analizar con Jesús las causas de tanta injusticia, violencia y muerte en un mundo creado para la vida, y ayudar a reconstruir nuestra humanidad sobre la roca de la justicia, el amor y la paz.
Cuarenta dÃas para tejer con hilos de esperanza las ropas rotas de un mundo que se resiste a morir sin intentar su resurrección.
Cuarenta dÃas para sentir la mano y las palabras del Maestro, que nos alza a la vida que nunca muere. Y entonces, llegar optimistas a la Pascua y, como Nicodemo, nacer de nuevo (Jn 3,7-8).
| Liturgia
XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
San Juan MarÃa Vianney, Cura de Ars
Semana Mundial de la Lactancia Materna
Valor del Mes: Honestidad
“Es mejor tener poco con honradez, que mucho con injusticia”. (Prov 16, 8).
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