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    domingo, 31 de marzo de 2013

    Y también fue creada...

    Siguiendo la Biblia | Rita Ceballos.  Y también fue creada a su Imagen y Semejanza. La Iglesia en América Latina ha reflexionado sobre la realidad de la mujer y ha considerado el aporte concreto de las mujeres en la Iglesia, la evangelización y en el futuro de la sociedad en general. En estas reflexiones la Iglesia expresa su preocupación y su indignación ante la situación de marginación que viven las mujeres, situación que se lee como exclusión de las mujeres tanto de la vida social, económica como política (Documento de Puebla, 834). 
    La Iglesia entiende a la mujer en igual dignidad que el hombre, pues ambos han sido creados a imagen y semejanza de Dios.

    “Igualdad y dignidad de la mujer.- La mujer como el hombre es imagen de Dios. «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó» (Gén 1, 27). La tarea de dominar al mundo, de continuar con la obra de la creación, de ser con Dios co-creadores, corresponde, pues, a la mujer, tanto como al hombre” (Documento de Puebla, 841).

    La Iglesia también hace un llamado a contribuir en la promoción humana y cristiana de la mujer, de manera que se empodere de su misión y se eliminen las condiciones de marginación y exclusión. En ese sentido se señala la necesidad de capacitación para la realización de su misión en la comunidad eclesial y en el mundo (Documento de Puebla, 849).
    También la Iglesia se preocupa por la situación de violencia que sufren mujeres de todas las edades y hace un llamado a tomar conciencia de esta situación.

    “En esta hora de América Latina y El Caribe, urge tomar conciencia de la situación precaria que afecta la dignidad de muchas mujeres. Algunas, desde niñas y adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del trabajo, de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de comunicación social, que las tratan como objeto de lucro.” (Documento de Aparecida, 48)

    “[…] muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica…” (Documento de Aparecida, 65)

    Nuestra Iglesia latinoamericana entiende su gran responsabilidad en la formación de los cristianos y cristianas, y en posibilitar espacios para esta formación. También se compromete en impulsar una pastoral de atención integral, establecer programas de formación, etc. (Documento de Aparecida, 406; 437).
    Especialmente, en la última Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, se hace un llamado al reconocimiento de la dignidad y la participación de las mujeres.

    “La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de la Trinidad nos invita a vivir una comunidad de iguales en la diferencia. En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (cf. Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadores (cf. Lc 7,36-50; Jn 8,11), las curó (cf.Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (cf. Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres al grupo de personas que le eran más cercanas (cf. Lc 8, 1-3). La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. El canto del Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella”. (Documento de Aparecida, 451).

    En la Iglesia dominicana, desde el Primer Concilio Plenario Dominicano, en el capítulo de Pastoral Social, en el No. 6.4, donde se refiere a la promoción de la mujer dice:

    “defiéndase a toda persona de cualquier tipo de acción contraria a su dignidad y atropello por cuestiones raciales, culturales, política, de género, religiosas, condición social y otras. Apóyese la creación de grupos para defender la dignidad y los derechos de la mujer, acompañándola y capacitándola para que se haga respetar por lo que vale y por lo que es”.

    Ahora también es tiempo, si “En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible” (Documento de Aparecida), ahora también es tiempo de mostrar que en la experiencia cristiana el valor de la vida humana y el respeto a la dignidad de las personas es principio ético irrenunciable.

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