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    jueves, 9 de octubre de 2014

    Escuela y Comunidad

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella | Instituto Filosófico Pedro F. Bonó:




    La escuela como espacio de responsabilidad comunitaria 

    Comienza el año escolar 2014-2015. El tema de la educación ha ocupado el primer lugar en la agenda ciudadana desde hace años, lo que constituye un buen signo de la calidad moral del pueblo dominicano. Sin embargo, mucho camino queda por recorrer ante las transformaciones que exige el sistema educativo nacional. Para avanzar, es imprescindible que se tome a la escuela como espacio de responsabilidad comunitaria, en espíritu democrático.

    1) La escuela democrática
    Una concepción tradicional visualiza a la escuela como un espacio “sagrado”, en el que la comunidad no incide directamente, limitándose a contemplar los ritos que allí se celebran. En las escuelas tradicionalmente concebidas se supone que hay unos “sumos sacerdotes” (el director o directora) y una “casta sacerdotal” (el profesorado). Se piensa que a estas personas santas se les ha encomendado de manera reservada de distribuir “el pan sagrado de la enseñanza”.
    Una concepción democrática de la escuela aplica los mismos principios generales de la democracia al proceso de enseñanza – aprendizaje. En la escuela democrática todas las personas implicadas son responsables de hacer realidad el interés de la colectividad y los fines específicos que se le ha dado a la escuela con apego a los grandes principios constitucionales modernos. Si bien debe reconocerse que hay responsabilidades diferentes (no es lo mismo enseñar que aprender o que supervisar), los grandes temas de la escuela deben de ser conocidos y discutidos por toda la comunidad educativa. Una vez debatidos, debe de haber algún sistema de asamblea en el que se tomen las decisiones por votación o por acuerdos. En esas asambleas deben de tener voto los docentes, los administrativos, los estudiantes, las familias y el entorno comunitario donde encuentra el plantel escolar.
    Por otra parte, la escuela democrática trata a todo el mundo igualitariamente, aunque atendiendo a la situación particular de cada persona. Una escuela democrática permite vivir las diferencias de manera respetuosa, al mismo tiempo que procura poner de acuerdo a todo el mundo en los temas que son de interés público. En ese sentido, todas las actividades de la escuela, dentro y fuera del aula, deben de respetar y fortalecer los derechos fundamentales de las personas que interactúan en el espacio educativo. Estos derechos, como es sabido, preservan y promueven la dignidad de la persona humana, independientemente de su condición social, personal, cultural o religiosa.

    2) Tareas de la escuela democrática en el nuevo contexto dominicano
    Las comunidades educativas dominicanas deben insistir en que la organización de las diversas estructuras de la escuela se lleve a cabo de manera transparente. Esto implica participación y manejo de agendas educativas libres de manipulación. Muchas de las asambleas escolares serán normalmente coordinadas y animadas por las personas que trabajan en los planteles (directivos, administrativos, docentes), pero solo serán válidas y constructivas si hay una significativa participación de todas las personas implicadas en la comunidad educativa: padres, tutores, líderes comunitarios, amigos de la escuela y, naturalmente, los mismos estudiantes.
    Fundamental será entonces promover una cultura de evaluación y reflexión del proceso educativo. La comunidad educativa deberá preguntarse quiénes participan de los procesos de la escuela y cómo están distribuidas las tareas cotidianas. ¿Hay favoritismos indeseables en trabajos asociados al desenvolvimiento escolar?
    Dada la coyuntura que ha presentado el triunfo de la lucha ciudadana del 4% del PBI para la educación, las comunidades educativas dominicanas deberán dar especial seguimiento a las obras de infraestructura escolar que se construyen en sus comunidades. Esta supervisión comienza con el propósito de que se inicie a tiempo la construcción, a través de visitas regulares a las autoridades competentes del ministerio de educación o creando opinión pública a través de los medios de comunicación. Pero debe continuar también en el desarrollo de la obra (para evitar vicios de construcción o uso ineficiente de los fondos públicos) y la conclusión a tiempo (velando por que el ritmo de construcción sea adecuado).
    En ese sentido, el 17 de agosto pasado, la Coalición Educación Digna dio un ejemplo ciudadano a imitar. En una asamblea celebrada en el Centro Bonó, convocó a la prensa e invitó a hablar a diversos líderes comunitarios o de asociaciones de padres provenientes de todo el país. En rueda de prensa, señalaron los múltiples puntos oscuros que se observan en la construcción de los nuevos planteles públicos del Ministerio de educación. Entre otros puntos, se señaló significativamente, la compra de terrenos poco adecuados, tanto desde el punto de vista financiero, como del de la prevención de desastres. Este último punto es particularmente delicado: una comunidad no puede permitir que se construya un plantel escolar donde existen serios riesgos de inundación por el crecimiento de un río o de otros riesgos que puedan tener efectos similares.
    Otra tarea particular es velar por el manejo de fondos de las llamadas “juntas descentralizadas”. El Ministerio de educación está asignando cantidades de dinero a ser gestionadas desde los mismos planteles educativos. Ese dinero debe de ser utilizado de la manera más adecuada posible y esto solo se logra si se cuenta convenientemente con la opinión de la mayoría a través de un ejercicio democrático de la administración. Ese dinero es de todos; no se debe dejar que se lo apropien unas cuantas personas o que se utilice en cosas no prioritarias.

    3) La formación del sujeto educativo democrático
    Todo lo anterior implica formar un nuevo sujeto educativo con características democráticas. Se puede concluir por lo dicho anteriormente que este sujeto no son solo los profesores y los estudiantes, sino todas las personas implicadas en el proceso educativo.
    Esto exigirá un proceso formativo, que puede comenzar ciertamente por estos dos grupos (profesores y estudiantes); pero esa formación debe de llevar a cabo de tal manera que ambos grupos se consagren a implementar espacios cada vez más transparentes y participativos en la escuela y a motivar a los otros actores de la comunidad educativa. En realidad, la escuela es un bien de la comunidad; toda ella debe cuidarla y hacerla crecer como si fuera propia.
    Puede afirmarse, sin temor a caer en la exageración, que casi ningún dominicano está formado para participar democráticamente en el proceso educativo. Por tanto, también es posible afirmar que la formación del sujeto democrático educativo puede comenzar con un examen de conciencia. Cada uno debe preguntarse: ¿qué estoy haciendo por la escuela de mi comunidad y qué podría hacer para mejorar, aun modestamente, mi colaboración con ella? ADH 782

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