Humanismo Integral | Ignacio Miranda:  
Narciso de Los Prados 
Cualquier ocasión es apropiada para comunicar la manifestación del don de Dios, encarnado en sus criaturas, especialmente en el ser humano. Pero hay hechos memorables en la historia de cada comunidad que nos mueven, de manera especial, a la reflexión.
Se ha dicho que “la grandeza de una persona no se debe al pueblo donde ha nacido, sino que ella con su comportamiento engrandece a esa comunidad”.
Para enseñar, comunicar y aprender, de manera objetiva, La historia de la urbanización Los Prados, en la proximidad del kilómetro 8 de la autopista Duarte, fundada a mediado de la década sesenta del recién pasado siglo XX, es indispensable incluir entre sus más dignos representantes al doctor Narciso Hernández, que, con Amaya formaron un modelo ejemplar de familia, progenitora de Alberto, Ana Amaya, Juan Javier y Carolina.
Narciso, como todo ser humano, que peregrina en este universo, hubo de cargar sus cruces. Pero su profunda espiritualidad, enraizada en los valores del humanismo cristiano, hizo de él un ser humano excepcional, sembrador permanente de una semilla fecunda productora de excelentes frutos que alimentarán constantemente la vida de la comunidad de Los Prados.
Son muchas las personas que percibieron en Narciso su humildad y su bondad. Era portador de una discreta sonrisa, imagen reveladora de una profunda espiritualidad. Su discreción le daba una apariencia de timidez, que opacaban las cualidades de mayor excelencia que enriquecÃan su verdadera identidad, que encarnaba integralmente los valores del humanismo cristiano.
Lo dicho anteriormente, significa que poseÃa la humildad, pero también el compromiso familiar y comunitario; el respeto por la dignidad de todo ser humano; modelo de esposo y padre; difusor y practicante del bien común sobre los intereses particulares; mensajero de equidad enraizada en la justicia consciente de que esa siembra es la única que produce el fruto de la paz de manera permanente; poseÃa la virtud de la laboriosidad y austeridad, en sintonÃa con la enseñanza que nos revela el CapÃtulo 30 del Libro de los Proverbios:
“…no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: ¡Quién es el Señor, no sea que, necesitando, robe y blasfeme del nombre de mi Dios”
Narciso es un cristiano de vida contemplativa. Especialmente “contemplativo en la acción”, que convierte su trabajo en oración, como lo demuestran sus iniciativas y realizaciones.
Sembrador de valores
Los valores siempre parten de la esencia de los criterios; su eficacia radica en la profundidad de los principios que los norman; para producir excelentes y abundantes frutos, se requieren personas virtuosas capaces de encarnarlos, haciendo de ellos su testimonio de vida. Esto asà porque la virtud es la práctica de los valores y principios.
Narciso es un sembrador de valores. Aunque no lo aparentaba, era hombre de acción, como lo demuestran sus obras:
Fue el primer presidente del Consejo Comunitario Los Prados, que antecedió a la Junta de Vecinos, excelente gerente que condujo comunidad a un estado libre de contaminación ambiental.
Con Amaya, fue el primer matrimonio de Los Prados en inscribirse para un programa de Dinámica de Parejas. A partir de ahÃ, se integraron en el Equipo fundador que tanto bien ha hecho al fortalecimiento de la familia dominicana.
La anécdota narrada por Amaya al cumplir los 9 dÃas de su partida, el 29 de Septiembre, revela la riqueza de esta familia. DecÃa Amaya que cuando se enamoraron le propuso que se casarÃan solo cuando estuvieran preparados. Ella creÃa que se trataba de un asunto financiero. Un buen dÃa le manifestó que ya podÃan fijar el dÃa de las bodas “porque estaban maduros en la fe para un matrimonio con Cristo en el centro.
Las Cruces
La familia de Narciso y Amaya fueron de los primeros residentes de la comunidad de Los Prados, en el sector norte; pero también la primera vÃctima de viviendas agrietadas cuya situación se ha ido acrecentando hasta convertirse en hundimientos producidos por las condiciones de suelo arcilloso y cavernario que caracteriza la urbanización. Fue asà como nos hicimos vecinos y como no existÃan verja y los patios eran amplios, nuestros hijos jugaban sin la necesidad de cruzar la calle.
A lo interno de la familia, no faltaron los errores producto de la falta de madures en algún hijo que alterara alguno de los valores sembrados por sus progenitores. Pero como la semilla era de tan buena calidad, las experiencias negativas no solo fueron corregidas sino que se convirtieron en ayuda a otras personas que pasan por situaciones similares.
Parece que esta siembra ha sido permanentemente abonada por la lección del gran forjador de comunidades los primeros tiempos del cristianismo, San Pablo, que en el CapÃtulo 13 de su primera carta a los corintios, nos deja este legado como verso de un poema que da primacÃa al amor sobre todo: “Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; al hacerme adulto, abandoné las cosas de niño”.
Cómo es común en las familias dominicanas, las hijas se “convierten en madres de sus ancianas progenitoras. Amaya tuvo que hacerlo que Doña Fe, su madre.. Yo sabÃa que Narciso era un hombre muy valiente pero en esta situación descubrà un temor suyo. Creo que poca gente conoce esta anécdota. Amaya me confesó: Yo tengo que compartir el tiempo entre mi mamá y Narciso pues la razón principal por la que él puso fin su carrera del sacerdocio ministerial fue porque temÃa a la soledad.
Mi padre siempre nos recomendaba acoger al sacerdote en nuestra familia, porque era proclive a vivir en soledad; nosotros lo hemos asumido como una tradición familiar, agregando: con mucha cercanÃa y respeto pero sin extralimitarnos, en sintonÃa con la sabidurÃa popular: “en la confianza es que está el peligro”.
EN RESUMEN, hoy dÃa a cualquier cosa se le llama familia y se ofrecen muchas opiniones sobre la crisis familiar. Lo cierto es que cuando una persona como Narciso, “se muda”, como dice el padre Lucas, refiriéndose a la Mansión Celestial, percibimos con mayor claridad los valores y antivalores que enriquecen o empobrecen la comunidad familiar.
Muchos psicólogos, psiquiatras y religiosos atribuyen la crisis universal a la pobreza en que se viven los valores familiares. Pero es necesario afirmar también que en la cultura de los pueblos, la familia, como célula vital de la sociedad, es emisora y receptora de valores y antivalores.
Los medios modernos de comunicación son instrumentos de valores pero también de antivalores que penetran en los hogares, que a los padres y madres se les hace difÃcil controlar porque, en general, la mayor proporción del tiempo lo pasan fuera del hogar para obtener los recursos requeridos para mantener una calidad de vida razonable, mientras la radio, la tv, internet, etc. introducen violencia, vicios y enseñanzas negativas contra los valores familiares. Y peor aún, la dependencia y la falta de identidad nacional conducen a la transculturación, incluso encarnada en representantes diplomáticos.
Los gobernantes modernos dan más importancia a confabularse con los sectores financieros para disfrutar de un placer que les proporciona el poder que está por encima de su capacidad de producir, sin reparar en la procedencia de las fuentes de financiamiento, generalmente a partir del impuesto al consumo y el endeudamiento externo, que tenemos que pagar todos, incluyendo los pobres y los desempleados.
La Comunidad de Los Prados por la que a la que Narciso sirvió con desvelo, se encuentra envuelta en una contaminación e inseguridad total: sus zonas verdes enajenadas, negocios dañinos a la salud y la vida, aceras ocupadas, motoristas que transitan por ellas; se ha perdido la identidad.ADH 784
martes, 4 de noviembre de 2014
Humanismo Integral
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...