Apuntes Misioneros | Pedro Ruquoy, cicm.
Dos estrellas más brillan en la noche
Hace unos minutos, una ave azul entró en mi habitación. Empieza a cantar mientras escribo estas lÃneas. No puedo impedirme de pensar en nuestra querida Verónica. Ella sigue presente en medio de nosotros, cantando, desbordante de vida. Celebramos sus funerales ayer, en el dÃa de la epifanÃa. Ella tenÃa 14 años y estaba embarazada de un pequeño Pedro que falleció con ella el 2 de enero. Inútil decirles que estos seis primeros dÃas del año nuevo fueron cargados de mucha tristeza para toda la Familia de las Flores de Sol.
El primero de enero, Verónica no se sentÃa bien: ella fue al dispensario y regresó con una carta de la enfermera diciendo que tenÃa que ir al hospital de la ciudad lo más pronto posible: Decidimos de hacer el viaje al dÃa siguiente al amanecer: Antes de acostarse, nuestra hija tuvo una última conversación con su amigo Timoteo. Y a la seis de la mañana, Amos, uno de nuestros educadores se preparó para el viaje. Spencer, Ernesto y Musonda cargaron a Verónica y la instalaron en nuestra camioneta. ParecÃa que estaba dormida. Durante el viaje de más de dos horas, el silencio reinó en el vehÃculo. ¡No habÃa que despertar a la enferma! Llegando al hospital General de Kabwe, la pusieron en una silla de rueda y. Pero ¡habÃa fallecido! En realidad, se nos habÃa escapado en el mismo momento que la acostamos en la camioneta. A las 10 de la mañana, yo recibÃa una llamada telefónica de Ernesto: "Padre, le tengo una triste noticia: Verónica ha fallecido!" A estas pocas palabras, siguió un silencio intenso. Al rato, Timoteo se presentó delante de mà y se derrumbó a mis pies. Lo tomé en mis brazos y lloramos los dos juntos por un largo tiempo. Todos los niños y niñas de la casa siguieron nuestro ejemplo y asÃ, los gritos y los llantos inundaron nuestro hogar.
Unas horas después, los habitantes de Mulungushi y de los campos vecinos desfilaron en nuestra enramada para expresar su pésame. Varios quisieron ir a buscar leña. Allà aprendà que cuando hay un velorio, un fuego debe ser prendido y mantenerse encendido hasta el dÃa del entierro. Entonces una comisión de ancianos y ancianas fue formada para negociar con la familia de la difunta. Al dÃa siguiente, la comisión viajó a la ciudad de Kabwe para encontrarse con los familiares de la difunta. Después de una reunión de varias horas, se decidió que los funerales tendrÃan lugar en Katonto, uno de los barrios populares de Kabwe donde residÃa uno de los tÃos de Verónica. Pero nuestra familia tenÃa que asumir todos los gatos del velorio y del entierro.
Y asÃ, el martes 6, a las 6 de la mañana, tomé la camioneta y me fui a la ciudad acompañado por cuatro monaguillos y algunos otros muchachos de nuestra familia: Nos seguÃan un camión y un minibús repletos de niños y representantes de la comunidad de Mulungushi. Compramos el ataúd y nos presentamos a la morgue del hospital general donde el cuerpo de Verónica descansaba. Tuvimos que esperar a un médico legista que tenÃa que realizar la autopsia del cadáver de nuestra muchacha. A las 11 de la mañana, el médico nos daba los resultados de su trabajo: el bebe, un varoncito, tenÃa seis meses y estaba en perfecta salud hasta la muerte de su madre. El cuerpo del niñito fue removido del vientre de la difunta y depositado a su lado. El ataúd blanco con puntitos negros fue puesto en la parte trasera de la camioneta, varias muchachas se sentaron de cada lado y entonaron canciones para acompañar a la difunta hacia la iglesia de Chowa donde nos esperaban más de dos cientos personas.
Funeral de Verónica
En la homilÃa, empecé a decir que Verónica era mi hija y que ella tenÃa más de 100 hermanos y hermanas en Mulunguhsi. Invité a Mishek a cantar la canción de las Flores de Sol. El se levantó:
"Somos las Flores de Sol,
florecemos bajo el sol,
somos hermanos y hermanas,
tenemos un solo corazón y una sola alma
Somos uno…"
Y todos los niños y niñas le respondieron con las mismas palabras. No pude resistir y me eché a llorar como un niño. Me fue imposible pronunciar una palabra más. Después de la misa, Mulenga me murmuró: "Ahora todo el mundo sabe que somos una verdadera familia y que Usted es nuestro padre!"
En el cementerio, después de los ritos acostumbrados, un representante de cada grupo presente fue invitado a depositar una flor de papel sobre la tumba de la difunta. Esas flores fueron confeccionada por los familiares de Verónica durante los dÃas del velorio: Me llamaron para depositar la última flor. Y nos regresamos a casa con el corazón cargado de tristeza- Si ustedes miran el cielo durante las noches intensas descubrirán dos nuevas estrellas. Verónica y Pedrito. Celebramos su partida justo el dÃa en que los magos siguieron la estrella que los guió hacia el lugar donde habÃa nacido la Luz del mundo:
A propósito, la ave azul sigue cantando y empezó a llover: no hemos perdido la esperanza! ADH 787.
martes, 3 de marzo de 2015
Apuntes Misioneros
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