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    martes, 3 de marzo de 2015

    Dos estrellas brillan...

    Apuntes Misioneros | Pedro Ruquoy, cicm.
    Dos estrellas más brillan en la noche

    Hace unos minutos, una ave azul entró en mi habitación. Empieza a cantar mientras escribo estas líneas. No puedo impedirme de pensar en nuestra querida Verónica. Ella sigue presente en medio de nosotros, cantando, desbordante de vida. Celebramos sus funerales ayer, en el día de la epifanía. Ella tenía 14 años y estaba embarazada de un pequeño Pedro que falleció con ella el 2 de enero. Inútil decirles que estos seis primeros días del año nuevo fueron cargados de mucha tristeza para toda la Familia de las Flores de Sol.
    El primero de enero, Verónica no se sentía bien: ella fue al dispensario y regresó con una carta de la enfermera diciendo que tenía que ir al hospital de la ciudad lo más pronto posible: Decidimos de hacer el viaje al día siguiente al amanecer: Antes de acostarse, nuestra hija tuvo una última conversación con su amigo Timoteo. Y a la seis de la mañana, Amos, uno de nuestros educadores se preparó para el viaje. Spencer, Ernesto y Musonda cargaron a Verónica y la instalaron en nuestra camioneta. Parecía que estaba dormida. Durante el viaje de más de dos horas, el silencio reinó en el vehículo. ¡No había que despertar a la enferma! Llegando al hospital General de Kabwe, la pusieron en una silla de rueda y. Pero ¡había fallecido! En realidad, se nos había escapado en el mismo momento que la acostamos en la camioneta. A las 10 de la mañana, yo recibía una llamada telefónica de Ernesto: "Padre, le tengo una triste noticia: Verónica ha fallecido!" A estas pocas palabras, siguió un silencio intenso. Al rato, Timoteo se presentó delante de mí y se derrumbó a mis pies. Lo tomé en mis brazos y lloramos los dos juntos por un largo tiempo. Todos los niños y niñas de la casa siguieron nuestro ejemplo y así, los gritos y los llantos inundaron nuestro hogar.
    Unas horas después, los habitantes de Mulungushi y de los campos vecinos desfilaron en nuestra enramada para expresar su pésame. Varios quisieron ir a buscar leña. Allí aprendí que cuando hay un velorio, un fuego debe ser prendido y mantenerse encendido hasta el día del entierro. Entonces una comisión de ancianos y ancianas fue formada para negociar con la familia de la difunta. Al día siguiente, la comisión viajó a la ciudad de Kabwe para encontrarse con los familiares de la difunta. Después de una reunión de varias horas, se decidió que los funerales tendrían lugar en Katonto, uno de los barrios populares de Kabwe donde residía uno de los tíos de Verónica. Pero nuestra familia tenía que asumir todos los gatos del velorio y del entierro.
    Y así, el martes 6, a las 6 de la mañana, tomé la camioneta y me fui a la ciudad acompañado por cuatro monaguillos y algunos otros muchachos de nuestra familia: Nos seguían un camión y un minibús repletos de niños y representantes de la comunidad de Mulungushi. Compramos el ataúd y nos presentamos a la morgue del hospital general donde el cuerpo de Verónica descansaba. Tuvimos que esperar a un médico legista que tenía que realizar la autopsia del cadáver de nuestra muchacha. A las 11 de la mañana, el médico nos daba los resultados de su trabajo: el bebe, un varoncito, tenía seis meses y estaba en perfecta salud hasta la muerte de su madre. El cuerpo del niñito fue removido del vientre de la difunta y depositado a su lado. El ataúd blanco con puntitos negros fue puesto en la parte trasera de la camioneta, varias muchachas se sentaron de cada lado y entonaron canciones para acompañar a la difunta hacia la iglesia de Chowa donde nos esperaban más de dos cientos personas.

    Funeral de Verónica
    En la homilía, empecé a decir que Verónica era mi hija y que ella tenía más de 100 hermanos y hermanas en Mulunguhsi. Invité a Mishek a cantar la canción de las Flores de Sol. El se levantó:

    "Somos las Flores de Sol,
    florecemos bajo el sol,
    somos hermanos y hermanas,
    tenemos un solo corazón y una sola alma
    Somos uno…"


    Y todos los niños y niñas le respondieron con las mismas palabras. No pude resistir y me eché a llorar como un niño. Me fue imposible pronunciar una palabra más. Después de la misa, Mulenga me murmuró: "Ahora todo el mundo sabe que somos una verdadera familia y que Usted es nuestro padre!"
    En el cementerio, después de los ritos acostumbrados, un representante de cada grupo presente fue invitado a depositar una flor de papel sobre la tumba de la difunta. Esas flores fueron confeccionada por los familiares de Verónica durante los días del velorio: Me llamaron para depositar la última flor. Y nos regresamos a casa con el corazón cargado de tristeza- Si ustedes miran el cielo durante las noches intensas descubrirán dos nuevas estrellas. Verónica y Pedrito. Celebramos su partida justo el día en que los magos siguieron la estrella que los guió hacia el lugar donde había nacido la Luz del mundo:
    A propósito, la ave azul sigue cantando y empezó a llover: no hemos perdido la esperanza! ADH 787.

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