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    miércoles, 5 de agosto de 2015

    Bendice al que te ofende

    Casa de Luz / Juan Rafael Pacheco | casadeluzjn812@gmail.com  

    Bendice al que te ofende 
    Todos podemos y debemos bendecir. Decía en ocasión anterior que debemos bendecir siempre. Empezar nuestro día bendiciendo el hogar, el cónyuge, los hijos. Bendecir siempre nuestra mesa. Bendecir los que nos rodean. Gracias a Dios, la costumbre de bendecir se ha ido generalizando y muchas veces, al preguntarle a alguien “¿cómo estás?”, nos contesta “¡bendecido por el Señor!”. Y aún cuando tan sólo sea por costumbre, es una bellísima costumbre.

    Recientemente llegó a mis manos una hermosa reflexión de Pierre Praderv, que nos invita a bendecir todo el tiempo. “Al cruzarte con la gente por la calle, el auto, en tu lugar de trabajo, bendice a todos. La paz de tu bendición será la compañera de su camino… Bendice a los que te encuentres, derrama tu bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendice a todos en todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de tu propia vida.” Lo que equivale a decir que esas bendiciones retornan a nosotros y aclaran los momentos difíciles de nuestro caminar.

    “Bendice tu ciudad, tus gobernantes y a todos como los educadores, enfermeras, barrenderos, sacerdotes y prostitutas. Cuando alguien te muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responde con una bendición silenciosa. Bendice totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege de la ignorancia de sus maldades, y cambia de rumbo la flecha que te han disparado.”

    ¡Cuanta verdad! En una ocasión fui agredido física y verbalmente. Mi agresor, una persona enferma, víctima de un cáncer terminal, pronunció improperios contra mí que pudieron haberme afectado. Sin embargo, la paz que el Señor me ha regalado afloró instantáneamente, traduciéndose en un rosario de bendiciones para el que pensaba hacerme daño: “¡Bendiciones para usted, bendiciones para usted, que Dios lo bendiga, que Dios lo cuide y lo proteja, que Dios permita su bienestar, bendiciones, bendiciones para usted!”

    Dice Praderv que “bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado para los demás y para los acontecimientos de la vida… Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo… Significa también llamar a la felicidad para que venga a él… Más aún, nuestra bendición trae a nuestra vida exactamente lo que necesitamos en el momento presente para crecer, avanzar y llenar nuestra propia vida de gozo.” Y esa fue la sensación que recibí al bendecir de corazón a quien posiblemente su enfermedad le llevó a la ofensa.

    Concluye el autor que “es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Mantén en ti ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de este modo serás de esas personas que son artesanos de la paz, y un día descubrirás por todas partes el rostro mismo de Dios.

    Y por encima de todo, no te olvides de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que eres tú mismo.”

    Bendiciones y paz.

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