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    martes, 25 de julio de 2017

    Beatificación Mártires MSC

    Beatificación Mártires MSC | Darío Taveras, msc 


    Beatificación de 7 Mártires Misioneros del Sagrado Corazón
    El día 6 del pasado mes de mayo fue la beatificación de 7 Misioneros del Sagrado Corazón, que representan magníficamente a la congregación como la quiso el P. Julio Chevalier, 4 sacerdotes y 3 Hermanos: los padres Antonio Arribas, Abundio Martín, José Vergara, José-Oriol y los Hermanos Gumersindo Gómez, Jesús Moreno y José del Amo. Todos jóvenes el mayor tenía 28 años y el menor apenas 20. Bien combinados sacerdotes y Hermanos.
    La ceremonia de beatificación tuvo lugar en la Catedral de Gerona, en su grandiosa nave única, que es la más ancha del mundo en estilo gótico. Gerona es parte de la comunidad autónoma de Cataluña.
    Presidía la ceremonia el Cardenal Angelo Amato, enviado desde Roma por el Papa Francisco y acompañado del Obispo local, Monseñor Francesc Pardo.
    La inmensa nave de la catedral estaba repleta de familiares de los mártires, religiosos y religiosas de diversas congregaciones, obispos y sacerdotes provenientes de diferentes diócesis españolas. Y en medio de todos ellos, los Misioneros del Sagrado Corazón de España y de muchos de los 53 países donde desempeñamos nuestra misión, encabezados por el Padre Marcos McDonald, Superior General.
    En el momento de la homilía el Cardenal Angelo Amato, delegado del Papa Francisco, levantó su voz para decir: “este es el mensaje de los mártires de Canet de Mar, un pueblo al norte de Barcelona donde vivía una floreciente y serena comunidad de religiosos misioneros del Sagrado Corazón de Jesús… eran buenos educadores de jóvenes estudiantes. Un ex alumno afirma que eran fieles imitadores de Cristo, el buen pastor, en la defensa de los pequeños estudiantes, incluso al riesgo de la propia vida.
    Mártires MSC beatificados
    Del Padre Antonio, los ex alumnos declaran que era un joven de carácter abierto, simpático y paciente. Al Padre Abundio, los alumnos lo llamaban “el santo Job”. Del Padre José que era de salud delicada pero de gran entusiasmo misionero. Del cuarto sacerdote mártir, José Vergara, que era un joven sencillo, alegre, servicial y buen deportista.
    De los tres Hermanos coadjutores los alumnos afirman que eran infatigables en su dedicación al trabajo en el huerto, en el establo, en la cocina y en el mantenimiento de la casa. Un ejemplo: el Hermano Gumersindo aun habiendo estudiado en una escuela superior, eligió ser Hermano coadjutor y no sacerdote, para servir tanto en la administración como en la huerta, para asegurar la alimentación de los 65 alumnos del Seminario Misionero o “pequeña obra”.
    Estos jóvenes religiosos -4 padres y 3 Hermanos- fueron asesinados a sangre fría el 29 de septiembre de 1936. Los que los mataron querían obligarlos a ponerse de espaldas, pero uno de ellos se negó diciendo: “los cobardes mueren de espaldas y nosotros no somos ni cobardes, ni criminales. Nos asesinan porque somos religiosos y amamos a Dios y a la patria. ¡Qué viva Cristo Rey!”
    El cardenal Amato terminó su homilía diciendo: hermanos y hermanas estamos ante el misterio trágico del mal. Pero estamos también ante la extraordinaria fuerza espiritual de los justos en los que resplandece la luz del bien, que vence siempre el mal. Estos héroes valientes repiten con el apóstol y mártir San pablo: ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
    Misa en Barcelona
    Al día siguiente, domingo 7 de mayo, la cita fue en Barcelona, capital de la comunidad autónoma de Cataluña, la segunda ciudad más poblada de España, después de Madrid. Posee uno de los puertos más importantes del Mediterráneo y de allí salió el barco que en septiembre de 1881, condujo los primeros Misioneros del Sagrado Corazón que salieron para Papua- Nueva Guinea (en el continente de Oceanía), llegando un año después a su primer lugar de misión el 25 de septiembre de1882.
    El lugar de la celebración de la misa de acción de gracias por la beatificación de los 7 misioneros, fue el amplio y bello santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en la calle Rosellón, presidiendo la ceremonia el arzobispo de Barcelona Monseñor Juan José Omella, rodeado de una inmensa muchedumbre, de un numeroso clero y acompañado de dos obispos Misioneros del Sagrado Corazón de América Latina: Nuestro Monseñor Rafael Rodríguez, de La Vega y Monseñor Juan Carlos Vera, de Perú.
    El arzobispo Juan José Omella se notaba muy a gusto, como en su casa, presidiendo esta celebración de acción de gracias y empezó su homilía diciendo: “En este domingo dice Jesús de sí mismo: “Yo soy la puerta de las ovejas”. Sí, tanto amó el Maestro a sus ovejas que hizo lo que solamente los dueños de las mismas pueden llegar a hacer: dar la vida por ellas. Exactamente eso mismo hicieron un día los 7 Misioneros del Sagrado Corazón, cuya insigne memoria estamos hoy poniendo en el ara del altar de nuestra Eucaristía: la ofrenda de sus propias vidas – lo mejor y lo más valioso de sí mismos”-.
    ¿Qué aprendemos de su testimonio?
    El arzobispo Omella terminó preguntando: ¿Qué podemos aprender del testimonio de estos mártires? Monseñor Omella contestó en voz alta, como queriendo representarnos a todos y a todas.
    1.- La valentía y la generosidad. Eran jóvenes, con ganas de vivir, de hacer el bien, de consagrarse a extender el reino de Dios… Aceptaron la muerte, ofrecieron sus vidas, las dieron generosamente y eso dio origen a un resurgir de nuevas vocaciones.
    2.- La fuerza de la comunidad y de la unidad. Supieron mantenerse unidos. Se sintieron hermanos en una misma fe y en una misma vocación. La fuerza la encontraron también bajo la mirada de María, Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Los que los mataron lo vieron rezar juntos el rosario.
    3.- La fuerza y la gracia del perdón. Lo aprendieron del Señor: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. “Sí, el perdón fue su último testimonio, por eso la Iglesia los ha proclamado bienaventurados, beatos, felices. Dios ha enjugado las lágrimas de sus ojos y ahora lo ven cara a cara y celebran la victoria de Cristo sobre la muerte”. Y terminó diciendo el arzobispo: “Damos gracias también por el testimonio y el gran trabajo que los Misioneros del Sagrado Corazón han realizado y están realizando en la Iglesia, en el mundo entero… Están presentes en 53 países. Gracias por su carisma y su entrega generosa a la obra evangelizadora y misionera. Les digo con palabras del Papa Francisco: “No se dejen robar el ardor y la fuerza misionera”. Sean testigos humildes y valientes de la Buena Nueva de Jesús (Evangelii gaudium). Enhorabuena por vuestros hermanos mártires, semilla de nuevos testigos, y que Dios los bendiga y les conceda abundantes vocaciones para llevar a cabo la obra que se inició con el P. Julio Chevalier. Y gracias por su presencia en Barcelona”.
    Un vibrante aplauso de la atenta asamblea arropó las últimas palabras del arzobispo.
    Al concluir este pequeño relato, para Amigo del Hogar, de la beatificación de nuestros mártires de España me he quedado pensando en los padres y en los Hermanos msc que muchos de los lectores han conocido en la Costa Norte o en la Sierra de nuestra tierra, en Santiago, en el Centro Vocacional, en la revista y en la imprenta Amigo del Hogar, en el Sur y en el Este de nuestro país. No son mártires, pero son nuestros “confesores”, que entregaron y entregan sus vidas a Dios entre nosotros. Desde Fortín, Cleofás, René, Epifanio, Santiago, Fabio… que ya no están, hasta Bruno y Jorge que sí están entre nosotros. ADH 813.

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